Entrevista | Ana María Pérez del Campo
"El juez del TS ha demostrado una cortedad mental grande porque para matar no hace falta fuerza"
Más de 30 años de experiencia en la atención a víctimas de violencia machista acreditan su trabajo en la lucha contra esta lacra y refuerzan un compromiso incuestionable con la igualdad forjado en la lucha feminista. De ahí que a la presidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas, Ana María Pérez del Campo (Madrid, 1936), le indignen especialmente las declaraciones del magistrado del Tribunal Supremo Antonio Salas, que en los últimos días ha estado en el centro de la polémica por, entre otras cuestiones, atribuir el maltrato a "la maldad del ser humano" y a la mayor fuerza del hombre.
Desde hace un cuarto de siglo Pérez del Campo dirige en Madrid un centro de atención, recuperación y reinserción de víctimas de violencia machista por el que han pasado centenares de mujeres maltratadas junto a sus hijos. Allí les enseñan a cambiar una vida de esclavitud por una de libertad a través de su reconstrucción física, pero sobre todo, psicológica. "El objetivo siempre ha sido que estas mujeres se cuestionen todo el discurso que les han metido en la cabeza a lo largo de sus vidas", señala.
PREGUNTA: Estos últimos días se han comentado en los medios de comunicación y las redes sociales varias declaraciones de un magistrado del Tribunal Supremo, Antonio Salas, en las que niega que el origen de la violencia de género esté en el machismo. ¿Qué opinión le merecen?
RESPUESTA: El problema de la violencia está en su propio origen. Por mucho que digan o dejen de decir, la violencia de género es el sometimiento de las mujeres para que estén en un plano inferior al hombre. Esto es algo que a las mujeres jóvenes les puede parecer casi imposible de comprender, pero que es así y viene del patriarcado.
El hándicap para ser iguales es que ellos no sueltan el poder, no comparten el poder. Las mujeres que nunca hemos estado de acuerdo con el papel que se nos impuso llevamos luchando siglos. Yo sitúo la lucha feminista en la revolución francesa, donde las mujeres participaron activamente. Y hay que irse hasta esa época porque lo que no ha cambiado es el afán del hombre por mantener a la mujer en una situación desigual.
P: El magistrado Salas aunque ha reconocido que es "un problema gravísimo en nuestra sociedad" también ha atribuido la violencia del hombre hacia la mujer a la "maldad innata" y a la mayor fuerza física…
R: El problema no es la fuerza física. El problema es la fuerza del poder, el dominio, el control. Es cierto que ahora hay mujeres en política, hay juezas, hay fiscalas… y las hay porque uno de los objetivos principales del feminismo fue que las mujeres entraran en todas partes. Sin embargo, con lo que no contábamos es que entrar en todas partes no cambia mentalidades. Sigue existiendo un techo de cristal para las mujeres.
Lo que veo en las jóvenes es que viven en la ilusión de que todo ha cambiado, pero no. Lo que ha habido es un maquillaje. Muchas de las mujeres que están en política lo que hacen en sus puestos es obedecer a los hombres. El problema es que las decisiones las siguen tomando los hombres. Y las mujeres que podrían tomar decisiones, como las juezas, salvo excepciones, lo que hacen es reproducir lo que hacen los hombres. Yo soy feminista porque es imposible ser una mujer de izquierdas y no ser feminista. Yo estoy al servicio del cambio de la sociedad.
P: ¿Cree que detrás de estas declaraciones del magistrado Salas hay un desconocimiento de lo que es la violencia de género o es una cuestión ideológica y, por tanto, deliberada?
R: Hay de las dos cosas. Pero a estas alturas de la historia es un juego desprestigiante. No es que no sepa, es que no quiere saberlo. Y entonces juega a la estupidez supina de decir que el problema de la violencia de género está en que ellos son más fuertes. Eso además demuestra una cortedad mental grande porque para matar no hace falta fuerza.
También Ciudadanos tomó este discurso cuando la diputada Marta Rivera de la Cruz dijo que "es tan grave que un hijo vea cómo su padre mata a su madre que vea cómo su madre mata a su padre".
La cuestión es que no son muertos, son muertas. Y si hay algún muerto es porque se ha suicidado después al verse incapaz de afrontar los hechos que le esperan después de haber matado a una persona. Nosotras llevamos contando las víctimas de la violencia de género desde los años noventa y en este momento, puedo decir que las víctimas de ETA son la décima parte de las de la violencia de género.
P: ¿Ha perdido la esperanza en que se logre acabar con esta lacra algún día?
R: No, no la he perdido. Pero la gente que entra en esta lucha por la igualdad tiene que saber que lo hace para avanzar lo más posible, pero nunca será triunfadora. Para ello faltan muchas generaciones. De todas formas, las mujeres jóvenes tienen que seguir con nuestra lucha. Yo soy feminista porque no se puede ser una mujer de izquierdas y no ser feminista.
Respecto a las víctimas, lo que hay que tener claro es que hay que seguir trabajando con ellas siempre teniendo en cuenta que la violencia a la que se ven sometidas nunca empieza a golpes. Empieza con una previa violencia psicológica que les hace intentar solucionar lo que no es solucionable. Para cuando llegan los golpes, la mujer ya es dependiente del agresor. Y ahí hay una labor de reconstrucción muy importante.
P: De hecho, buena parte del trabajo que se hace en el centro de la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas va precisamente en esa línea...
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Así es. Me fijé en lo que hacían las mujeres inglesas y americanas, que fueron pioneras en crear casas refugio gestionadas por mujeres feministas. Dentro de su labor hacían también algo muy importante: enseñar a pensar. Y eso lo que intentamos imitar nosotras. El objetivo siempre ha sido que estas mujeres se cuestionen todo el discurso que les han metido en la cabeza a lo largo de sus vidas. Eso es algo fundamental.
En nuestro centro hay psicólogas especializadas en violencia de género, abogadas, asistentes sociales, educadoras sociales… La labor de estas últimas es muy importante porque muchas mujeres acuden al centro con sus hijos y es esencial que ellos vayan entendiendo que las cosas se resuelven con su capacidad de debate, especialmente estos niños que vienen de un ámbito de violencia.
Las mujeres están en nuestro centro el tiempo que necesitan porque no son clónicas, pues cada historia de maltrato es diferente. Sí puedo afirmar que la más ha estado ha sido 22 meses y lo mínimo suele ser diez meses. Hemos atendido a centenares de mujeres desde hace 25 años.