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Guerra en Europa

Los "tambores de guerra" en la UE pillan al movimiento pacifista dividido y debilitado

Manifestación en Madrid en el segundo aniversario de la invasión rusa de Ucrania.

Carmen Calzado, cordobesa que lleva más de media vida en El Puerto de Santa María (Cádiz), fue una profesora precoz. Con 21 años, recuerda, ya empezó a dar clases de Matemáticas. La certeza de un trabajo estable, sumada a una mezcla de fascinación e idealismo en su mirada al mundo, la predisponía a dedicar gran atención a la política. Y así ha sido y sigue siendo hasta hoy, con 69 años, cuando ya jubilada anda metida en mil jaleos. "Pero nunca –recalca– he militado en un partido. Siempre he sido muy anárquica, muy... libertaria. Rechazo la disciplina de los partidos". Le parecían instrumentos ineficaces para unas miras tan altas como las suyas: un mundo en paz.

La puerta de entrada de Calzado a la política fue el antimilitarismo y el pacifismo, que están conectados pero no son lo mismo. Grosso modo el primero rechaza los ejércitos y el servicio militar, y por supuesto que los uniformados tengan peso en la vida política y social. El segundo, de premisa más trascendente, más filosófica, en ocasiones de base religiosa, se opone a las guerras y defiende la paz. Miembro de Ecologistas en Acción, Calzado es pacifista, antimilitarista, ecologista y anticapitalista sin rodeos. "Las guerras –dice– son necesarias para el capitalismo". No sólo para el "negocio de las armas", sino para el funcionamiento del capitalismo, al menos en su fase "salvaje", por usar sus términos.

Este diagnóstico sin medias tintas es compatible con una nota pesimista. "Me moriré sin ver un cambio significativo, lo sé. Seguirá habiendo guerras. Pero hay que luchar, dejar la semillita. La evolución va a ser más lenta de lo que pensábamos, pero llegará". Reconoce –y es un diagnóstico que abundará en este artículo– que el movimiento al que ella pertenece "no está fuerte para nada". "Nada parecido a la época de las manifestaciones contra la guerra de Irak, cuando éramos muchísimos. Ahora se trata más bien de resistir, sabiendo que aunque seamos minoría, y nos llamen ingenuos, tenemos razón", afirma. Y aquí hace un apunte: es más frecuente ahora que la llamen "ingenua" que antes.

¿Dónde ha podido estar el punto de inflexión? Cree que con la guerra de Ucrania "ha ido calando esa idea de que cuantas más armas, más seguridad, como en la Guerra Fría". A su juicio, se está forjando una especie de sentido común beligerante, militarista, contrario no ya a la negociación, sino al análisis. Contrario al matiz. Ella está lejos de justificar la invasión de Rusia por parte de Putin, pero su criterio sobre el conflicto incorpora una dura crítica a la OTAN que –afirma– muchos no comparten. Sí, son tiempos de división en su movimiento, afirma Calzado, que ve especialmente grave este foco de debilidad cuando en la élite política de la la UE y en España se hacen sonar "tambores de guerra", usando sus palabras [ver aquí información en detalle sobre el auge de los discursos de alerta bélica en la UE y España y el incremento de los presupuestos militares]. Calzado, que cree que ahora sería importante que se escucharan muchas voces a favor de la paz, desconfía de los discursos de alerta, que ve orientados a "infundir miedo" y condicionar la agenda política".

Divisiones con Ucrania al fondo

Son múltiples los espacios en los que ha participado Calzado: Ecologistas en Acción, la Red Antimilitarista y No Violenta de Andalucía (conocida en el mundillo como la RANA), Plataforma Cádiz con Palestina... Es posible verla tanto en un acto de homenaje a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki como preconizando la "objeción fiscal al gasto militar". Ahora bien, si hay una movilización que recorre su trayectoria es la Marcha a Rota, el recorrido anual a pie para exigir el cierre de las bases militares en España, especialmente la de Rota.

Es una cita histórica. Arrancó en 1981 y durante lustros fue una colorida pasarela de buena parte de la izquierda alternativa, una sinfonía de cánticos contra la guerra y las armas bajo un mar de banderas entre las que se distinguían dirigentes de la izquierda e intelectuales como Caballero Bonald, Luis García Montero, Javier Ruibal, Benjamín Prado, Felipe Benítez Reyes, Almudena Grandes... Hay crónicas que que dan cuenta de más de 15.000 "marchistas-leninistas", como se los llamaba con guasa.

La Marcha, con la excepción del rebrote por la guerra de Irak, lleva largo tiempo languideciendo. Se sigue celebrando, pero con fuerza decreciente.

La preparación de su edición de 2024, para el 7 de abril, sirve como muestra de la división en el movimiento antimilitarista/pacifista. Veamos. La convocatoria la ha hecho circular la Plataforma Bases Fuera OTAN No, que distribuye un cartel en el que un puño aplasta un barco estadounidense. Jesús Lara, histórico del movimiento antimilitarista y de la Marcha a Rota, que lleva toda la vida contra la OTAN y desde la invasión de 2022 pide la retirada de Rusia de Ucrania, cree que en el actual contexto esta representación de la Alianza Atlántica como "único imperialismo" ofrece una imagen incompleta de la realidad. Así que espera llegar a un comunicado conjunto para la Marcha.

Desde la Plataforma Bases Fuera OTAN No, Paco Ferrer advierte: "No queremos discutir otros imperialismos. Así nos podemos pegar horas y horas y las bases siguen ahí. Yo pregunto: ¿cuántas bases rusas hay en España? Pues eso". A juicio de Ferrer, afirmar que Rusia está invadiendo Ucrania es "lisa y llanamente comprarle el discurso a los otanistas". Y afirma que negociará un comunicado, pero con "líneas rojas".

Al escritor y periodista Juan José Téllez le suenan todos estos conflictos ideológicos en el seno de la izquierda antibelicista. "Siempre ha habido mosqueos. Recuerdo que los que íbamos a la Marcha en contra de la política de bloques nos encontrábamos allí con algunos militantes pintorescos del PCOE [Partido Comunista Obrero Español] vestidos al estilo de los soldados del Pacto de Varsovia", cuenta y suelta una risita nostálgica. Describe el antimilitarista-pacifista como un movimiento "históricamente convulso", pero ahora lo ve directamente "desarticulado", precisamente cuando asistimos a una "escalada" militarista. Siguiendo su análisis, la discrepancia concreta en torno a la Marcha a Rota, que puede parecer irrelevante, es un síntoma de una división de más alcance.

Causas de "desmovilización"

Comparte el grueso del diagnóstico el histórico de la izquierda madrileña Agustín Moreno, que fue diputado de Unidas Podemos en Madrid entre 2021 y 2023 y en su día militante de la Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas (CEOP) y de la Plataforma Cívica contra la OTAN. A su juicio, no hay un "movimiento pacifista organizado con suficiente potencia" para alterar las dinámicas militaristas en curso. Sí lo hubo en múltiples países a raíz de las crisis con riesgo nuclear –Cuba, Euromisiles– y en España tuvo fuerza en la reclamación de la objeción de conciencia y en el rechazo a la OTAN. Pero de aquel impulso, afirma, queda poco. "Hay pequeños núcleos, fogonazos", afirma. Eso sí, no cree que haya que descartar la recuperación del vigor, aunque ello requiere al menos tres factores. 1) Una "idea fuerza potente", que quizás podría aparecer cuando "se vean las orejas al lobo", es decir, cuando realmente se vea que el rumbo de las decisiones políticas conduce a una guerra. 2) Referentes organizativos. 3) Líderes de prestigio en el mundo de la cultura e intelectual.

"Y quizás un cuarto elemento, unidad política", añade Moreno. Algo que ahora no se da en el campo de la izquierda, donde son notorias las disparidades sobre Ucrania y, en menor medida, Gaza. La invasión de Ucrania, señala Moreno, ha venido a añadir "confusión". "La crítica a la OTAN hay que hacerla, claro, pero también a la invasión rusa a Ucrania. Si no se unifica el discurso es difícil movilizar nada", señala Moreno, que se manifiesta por la retirada de Rusia y por la negociación para detener la guerra. Su análisis concluye inscribiendo la falta de vigor del movimiento pacifista/antimilitarista en una "desmovilización del bloque progresista", que se estaría manifestando tanto en el liderazgo derechista en las protestas del campo como en escasa "ebullición sindical".

El historiador Carlos Ángel Ordás, que ha estudiado en profundidad el movimiento , cita varias motivos que confluyen en su actual debilitamiento. El primero es una "mayor permeabilidad al militarismo" en las sociedades europeas, también en la española, a raíz de la invasión de Ucrania y en coherencia con el auge del movimiento "patriótico nacionalista". "Al no haber una cohesión de fondo, porque no una es guerra en blanco y negro, afloran más las diferencias en el movimiento", señala. A esto se suma, a su juicio, un mayor "individualismo" de los movimientos sociales. El tercer factor es un trasvase directo del movimiento antimilitarista al movimiento okupa. Añade los efectos de años de acción del lobby militar, que no han sido en balde. Y cierra con un problema de fondo: "En los 70 y 80 había aún había una ambición de transformación profunda del mundo. Ya no lo hay".

En contraste con el "culmen" que a principios de siglo supuso para el movimiento el final del servicio militar obligatorio y la activación social contra la guerra de Irak, Ordás señala que hoy el antimilitarismo y el pacifismo carecen de un "arraigo" comparable". Pero señala aún tiene "redes" que podrían activarse si hubiera algún factor de movilización. Y no sólo redes, recalca. También "referentes" vivos, como Martí Olivella o Carmen Magallón, y otros ya fallecidos pero que han dejado su obra, como Arcadi Oliveres o Francisco Fernández Buey. Eso en cuanto a individuos de referencia. ¿Y organizaciones? Ordás nombra a vuela pluma las diversas ramas herederas del histórico MOC, o Movimiento de Objeción de Conciencia, la antes citada RANA, Mujeres de Negro, Dones per Dones, las Brigadas Internacionales de Paz...

El ecopacifista Jesús Lara amplía la lista con la Plataforma Aturem la Guerra, Ecologistas en Acción, las campañas contra el comercio de armas con Israel... Con todo ello, y aunque admite que el movimiento pacifista no vive un momento de efervescencia, niega que esté neutralizado. "Lo que ocurre es que estamos muy volcados en Palestina", afirma, antes de añadir que en 2023 hubo protestas en Toledo contra el gasto armamento con motivo de reunión de los ministros de Defensa de la UE y que se preparan acciones contra la feria "aeroespacial y de defensa" que tendrá lugar en mayo en Sevilla.

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"Desequilibrio de poderes"

Jordi Calvo, coordinador del Centre Delàs d'Estudis per la Pau, afirma que el pacifismo tiene ahora una "débil" capacidad de movilización que dificulta que traspase "los umbrales de su propio espacio". ¿Por qué? Como siempre que se lanza esa pregunta, las respuestas no son cerradas. Economista y experto en relaciones internacionales, Calvo pone el énfasis en una razón: el "desequilibrio de poderes" entre el movimiento pacifista y el "lobby de la industria militar", que "lleva años trabajando por su presente y su futuro y ha sabido generar necesidades y vender la idea de que son imprescindibles en cada vez más áreas, no sólo en lo estrictamente militar", señala.

"Desde el principio, esta guerra [Ucrania] ha tenido mucho respaldo. Desde los gobiernos se ha buscado el máximo acompañamiento de la opinión pública. Es difícil oponerse a esta guerra", señala Calvo. Defensor de que enviar armas "no es la mejor opción" para conseguir la paz en Ucrania, afirma que las posiciones de los pacifistas "son en realidad las más realistas". "El tiempo nos terminará dando la razón y el final de esta guerra acabará siendo una mesa de negociación", señala.

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