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La heterodoxia recorre el número de septiembre de TintaLibre

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En TintaLibre empezamos el curso con fuerzas renovadas. Saltarse las normas es desde siempre una manera saludable de pensar y de estar en el mundo y la heterodoxia una de las marcas de la creación que en esta casa apreciamos y mimamos.

En el Conversatorio que abre nuestra edición reunimos a la actriz y cantante Leonor Watling con El Gran Wyoming, toda una referencia en este país a la hora de celebrar con humor el desacato ante la estupidez. En un diálogo vivo y sin filtros, moderado por Jesús Maraña, ambos recorren sendas biografías en las que salirse del carril prescrito ha caracterizado su desempeño. “Nadie entierra”, sentencia Wyoming, “a los muertos como un enterrador, que nadie rece los salmos como un sacristán, diciendo eso, hazlo con respeto y haz el ridículo”.

En su ensayo El placer de la renuncia, el filósofo Evaristo Valls invita a dejar pasar el estrés que causa el miedo a perderse algo y aconseja: “Una nutria jubilosa, un perro tumbado, tanta gente en pijama, horizontales y sonrientes celebran la gloria de dejarlo todo pasar, de dejar de correr, de comprar, de consumir”. Y la pensadora Remedios Zafra ahonda en las heridas que está dejando en una intimidad cada vez más vulnerable al acoso de la redes sociales recomendando un no por respuesta a tantos simulacros que no conducen a nada: “Si en algún momento”, afirma, “la dinámica se rompiera y se dijera no a los que se consideran nuestros y sí a los distintos, se estarían creando cauces de disenso y de diálogo posibles”.

En favor de la rutina se titula la intervención del escritor Jordi Soler que prescribe la lectura del filósofo colombiano Nicolás Gómez Dávila, un lobo solitario que mantenía un claro veredicto sobre lo que nos pasa: “La sociedad del futuro: una esclavitud sin amos”. En el mismo campo de la ficción, pero esta vez reclamando el placer de la impostura, insiste Enrique Vila-Matas. Heterodoxos y heterodoxas son asimismo formas de pensar y resistir que afectan al mundo del arte (Iván de la Nuez nos lo recuerda en El arte de copiar); la economía (Beatriz Rodríguez-Labajos habla sobre el decrecimiento más allá de la caricatura) o la esfera mediática en la que Oriol Bartomeus analiza el imparable auge de lo freak. Pero si de descarrilar se trata lean el testimonio autobiográfico de una escritora como Laura Calzada, que conoce a la perfección el tratado de los ansiolíticos, o recalen en el ensayo sobre los tránsfugas de clase en la última narrativa española de Albert Jornet. Completa el desfile por el lado heteronormativo la incursión con la que Antonio Orejudo realiza el retrato de Pedro Sánchez, santo y seña de la heterodoxia política española de estos vociferantes años.

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En el espejo de la heterodoxia puede contemplarse también el retrato (poco académico) de Francisco Rico realizado en el taller del pintor Félix de la Concha en el que habla sin tapujos de sí mismo y de los demás con esa mezcla de neurosis y humor que le caracterizaban. Javier Cercas (retratado por Javier Mariscal) completa el homenaje y nos invita a pensar cómo es entrar en la Real Academia, una institución que parece tan sabia e inmune a los tiempos, en este siglo XXI.

Cierran nuestro septiembre dos piezas que celebran por todo lo alto un espíritu rebelde y fuera de la norma. Las memorias de Martín Caparrós (Antes que nada, de próxima publicación) son un bocado exquisito que complementa la crónica que Jacobo García hace de uno de sus talleres de periodismo, siempre un punto y aparte a la hora de tomarle la fiebre a la crónica de nuestro tiempo.

Y el número no se puede despedir con mejor broche: en la contraportada enseñamos el culo de Tàpies, Emprenta, 1968, una obra de estirpe duchampiana y poco conocida de su carrera que comenta Manuel Borja-Villel.

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