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El humor, un arma de doble alcance en Internet: ocurrencias pero también mucha crítica política

Una de las incursiones más celebradas en Instagram del artista @sainthoax.

Alba Lafarga

El humor es un lenguaje inherente a Internet, y el meme, su herramienta insignia. Es habitual encontrarnos bromas en forma de meme o frases irónicas en la mayoría de los contenidos que vemos online, también en aquellos que reflexionan sobre el presente en clave crítica. Contra la vieja idea de que the left can’t meme, el sentido del humor en Internet es prácticamente indisociable de la mayoría de los vídeos y reflexiones que, de una forma u otra, orbitan alrededor de los dilemas de nuestro tiempo. La salud mental, la precariedad laboral y hasta el cambio climático tienen alguna expresión crítica que juega con la ironía y la broma. Además, el humor no solo es el lenguaje predominante en aquello que publicamos en Internet, sino que también destaca en las propias dinámicas de comunicación en redes sociales, como es habitual ver en cualquier espacio de comentarios de un TikTok viral o en citados de X —D.E.P. Twitter—. Con todo esto, ¿tiene el humor alguna función más allá de hacer los contenidos entretenidos y, como mucho, ingeniosos? ¿Qué papel juegan los memes, los tiktoks o los vídeoensayos de crítica cultural que incluyen el uso de la parodia o la comicidad?

El mejor ejemplo de ello es el usuario de TikTok @ramalauw, que ganó popularidad durante la pandemia gracias a sus vídeos cortos e irónicos sobre diferentes problemas del trabajo, la salud mental y la dependencia de las redes sociales derivadas del sistema capitalista. Con entradas icónicas (“Como muchos adultos jóvenes, solía pensar que mi objetivo en la vida era ser feliz y saludable. Eso fue hasta que descubrí el capitalismo. Con el capitalismo mi autoestima está directamente ligada a mi productividad”) da la vuelta a las situaciones que nos hacen sentir desdichados para evidenciar problemas sistémicos como la autoexplotación, el consumismo o la cultura individualista que discurren en sus numerosos vídeos como si fueran anuncios de teletienda (irónicos y con brilli-brilli). ¿El resultado? Millones de personas que se sienten atrapadas en la misma rueda de hámster compartiendo sus vídeos en redes, dando like y sacando punta a su ironía en comentarios; es decir, generando más contenido en el tablón comunitario que son los comentarios en TikTok.

Recrearse en la miseria individual generalizada es una de las formas más frecuentes que encontramos en Internet de realizar una crítica al sistema a través del humor, pero ¿qué se esconde detrás de esta ironía que nos interpela? El profesor de la Michigan State University, Saleem Alhabash, analista de las redes sociales con enfoque psicológico, comentaba para el artículo Coping with war and crisis through memes, del medio digital Vox, que la ansiedad que reflejan los memes es real. La forma con la que la gente comunica su malestar en el trabajo o la inseguridad sobre el futuro podría ser un reflejo de lo que están experimentando: la incertidumbre sobre qué pasará. Ante los titulares sobre el colapso climático, la robustez de la extrema derecha y las guerras, parece que el humor es el lenguaje que hemos encontrado en el espacio digital para lidiar con todos estos malestares que nublan el futuro.

No hay duda de que el éxito de los vídeos de @ramalauw, así como de los memes de cuentas de Instagram como @afffirmations o los vídeos y capturas satíricos de @sainthoax -y demás contenidos que ironizan sobre diferentes malestares contemporáneos- se debe a una identificación directa con su relato. El humor es una válvula de escape que nos ayuda a hacer más llevadero aquello que nos aflige. De modo que, aunque hagan publicaciones que lucen humorísticas y despreocupadas, detrás de este humor nihilista se podría reflejar también un sentimiento de desesperanza y derrota del mundo en el que vivimos. Así mismo lo describe la vídeo ensayista oliSUNvia en el vídeo what makes genz z humor so interesting? al analizar la metaironía, el absurdismo y el humor negro que predomina en Internet en los últimos años desde la irrupción de la generación Z en todos los rincones de las redes sociales.

Reaccionar con humor es nuestra forma de hacer frente a la constante exposición a las malas noticias y nos permite seguir con nuestro día a día.

Reaccionar con humor es nuestra forma de hacer frente a la constante exposición a las malas noticias y nos permite seguir con nuestro día a día. En cierta manera, viene a tapar las carencias materiales de un sistema en crisis donde la brecha salarial se hace cada vez más grande y en el que ya no existe la clase media sino los ricos y la clase trabajadora empobrecida. El meme y la parodia para dar cuenta de la propia situación devienen así un método de autodefensa. Pero al mismo tiempo que respiramos aliviados al ver cuánta gente comparte nuestro pathos online, también puede desactivar nuestra capacidad de movilización como reza la catchphrase “una lloradita y a seguir”. O como comenta Eudald Espluga en No seas tú mismo (Paidós, 2021) hablando de los memes tristes: “Esta reproducción de lamentos en cadena impide articular discursivamente un descontento que es de raíz social”. La ironía sólo puede ser un primer paso para la toma de conciencia de los problemas que nos rodean, de aprender sus nombres, las formas que toman y, sobre todo, que no los sufrimos en soledad. Pero deben ser otras las dinámicas que permitan la acción colectiva —online y offline—.

La acción es frágil

Oriol Erausquin, investigador del CSIC y la persona tras la cuenta de memes y el canal de vídeoensayos de Youtube Infusion Ideológica, responde que, para evitar que el meme sea solo un chivo expiatorio de nuestro malestar, él intenta que sus memes ya presenten la acción colectiva como solución al problema. Desde destacar victorias del sindicalismo, señalar el origen sistémico de un problema percibido como individual y hasta proponer soluciones políticas. Además, comenta que también se puede hacer indirectamente aprovechando la atención recibida con los memes para compartir causas sociales y llamadas a la acción política. Y hasta hacer publicaciones en colaboración con organizaciones sociales como hizo recientemente con el Sindicato de Inquilinas de Madrid después de que les hubieran hackeado su cuenta de Instagram.

Woody Allen no se ríe

Woody Allen no se ríe

Y es que tanto los memes que comparte Infusión Ideológica desde su cuenta como los vídeos de @ramalauw que comentábamos al principio o los de muchísimos más creadores como Alice Capelle, Estela Ortiz, Blissy o PutoMikel, aparte de usar el humor para exponer sus ideas y tesis, tienen como elemento clave su capacidad política. Realizan una crítica y transmiten una ideología. Asimismo, me gustaría añadir que tienen la capacidad política de la acción de Hannah Arendt: de abrir un espacio a la novedad, irrumpir allí donde están los demás y tener la posibilidad de generar un cambio. Y es que cuando se publica o se comparte un meme o un vídeo con reflexión crítica, se hace a través de las diferentes redes sociales, espacios transitados virtualmente por millones de personas. Es decir, que son espacios llenos de potencialidad por toda la gente con la que se puede llegar a interactuar. Poner dichas ideas allí donde están los demás se puede entender como una acción que pretende generar una alteración en el sistema: señalar una injusticia a través de la crítica, la ironía o el enfado. Se puede esperar que se produzca una variación en la percepción del trabajo, el cambio climático o el feminismo por parte de la gente que lo lee, ve o escucha. Esto es lo que ocurrió con la viralización de los diferentes movimientos feministas, antirracistas y activistas contra el cambio climático en redes como #NiUnaMenos, el #MeToo, #BlackLivesMatter o #FridaysForFuture, movimientos en el ámbito digital que tuvieron una respuesta contundente en las calles. Las redes tienen la capacidad de acercar los discursos que a veces quedan encerrados en su torre de marfil académica.

Los memes vienen a tapar las carencias materiales de un sistema en crisis donde la brecha salarial se hace cada vez más grande

Pero aparte de esta potencia, de la capacidad de poder agrietar la normalidad, Arendt nos recuerda que la acción es frágil. Ser el actor de una acción no significa que seamos los autores de su sentido. No hay garantías de que mi propósito con el meme o vídeo que acabo de publicar sea comprendido por el resto de los sujetos, y menos cuando hay ironía en juego, que fácilmente se podría malinterpretar. De modo que nunca sé cuál será el resultado de la acción que he puesto en el mundo. A esa fragilidad se suma que la mayoría de los espacios que transitamos en Internet no son plazas públicas, sino que están en manos de empresas privadas. Su objetivo no es la emancipación y la igualdad entre sujetos sino el de ganar dinero y mantener la hegemonía del sistema. Como decía Irene Redondo, de Feministas Ácidas, en Ciberactivismo y censura parafraseando a Audre Lorde: “El ciberactivismo tiene el problema de que juegas en casa del amo, con las herramientas del amo y las normas del amo”. No podemos dejar de publicar en los espacios más transitados de Internet como X, Instagram, TikTok o Youtube ya que allí es donde nuestro mensaje puede llegar a más gente, y más si se incluye un poco de ironía en el contenido. Pero al mismo tiempo necesitamos abrir nuevos espacios que estructuralmente no reproduzcan ni permitan la violencia que a menudo podemos ver en dichas plataformas.

*Alba Lafarga es gestora cultural y vídeoensayista.

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