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Asmaa El Yazidi, dependienta en la tienda de Carmena: “Mi casa era como una cárcel y quería salir adelante”

Entre perchas con ropita de bebé de todos los colores y estampados posibles, sobresale una tela colgada de la pared en la que se puede leer: Pegar la hebra, seguir el hilo, tejer la vida. Asmaa El Yazidi (Marruecos, 1985) levanta tímidamente la mirada cada vez que un cliente entra por puerta. Ella ha tejido su vida, con rotos y descosidos, a base de esfuerzo y una fuerza de voluntad insaciable. Cuando llegó a España, hace algo más de una década, esta joven marroquí no sabía nada de español y nunca había tenido una aguja entre sus dedos. Hoy, gracias a la oportunidad que le han dado en Zapatelas. Cosiendo el paro, y a su tesón y capacidad de trabajo, se gana la vida como dependienta y costurera en esta pequeña tienda del centro de Madrid: “Tenía muy claro que no quería quedarme en casa. Quería trabajar, de cualquier manera, pero trabajar. Había oído hablar de Manuela [Carmena] en televisión, pero nunca pensé que llegaría a relacionarme con una persona como ella”.

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Este es el final feliz de una historia que empezó mucho antes, en los ochenta, a setecientos kilómetros de distancia, en un pequeño pueblo de la provincia de Alhucemas, en Marruecos. Con dieciséis años, tuvo que abandonar el colegio. Y con diecinueve, la obligaron a contraer matrimonio. “Me casé con diecinueve años… sí”, —hace una pausa larguísima y traga saliva—, “vino un señor y pidió casarse conmigo. No le conocía de nada”. Le habría encantado seguir estudiando, pero no pudo: “No había salidas. En Marruecos, cuando eres una niña, no puedes pensar en qué quieres ser porque ves que no lo vas a poder hacer”, explica con resignación. Su marido era un inmigrante marroquí que vivía en España y, tras la boda, se mudó con él al barrio de La Fortuna, en Leganés. Llegó entusiasmada, con la esperanza de progresar y construir su futuro, pero siendo mujer, musulmana y sin dominar el idioma, los problemas no tardaron en aparecer: “Mi casa era como una cárcel. Me sentía mal, aburrida, no conocía a nadie… Fue muy difícil, pero quería salir adelante”.

En sus planes no entraba quedarse recluida en su piso ni ser solo ama de casa, así que empezó a aprender español en un colegio, pero cuando se quedó embarazada de su hija, tuvo que dejarlo. Las circunstancias le pusieron piedras en su camino una vez más. Estuvo buscando trabajo siete años. Sin apenas dinero para sacar adelante a su familia y en riesgo de exclusión, un día se acercó a la parroquia del barrio en busca de ayuda. Allí le contaron que acababan de poner en marcha un taller ocupacional de corte y confección, dirigido por Zapatelas. Cosiendo el paro, el proyecto social impulsado por Manuela Carmena y dirigido por María Noguerol. Por fin, Asmaa pudo empezar a tejer su vida, poco a poco y puntada a puntada. “Me encantó la idea, aunque al principio ni siquiera sabía sentarme frente a la máquina”, recuerda con una media sonrisa. En tres años, aprendió a coser todo tipo de ropa: jerseys, vestidos, chaquetas, patucos…, que hoy llenan las estanterías de la tienda.

Su historia es un rara avis en nuestro país ya que, al contrario que en otros como Reino Unido o Francia, en España no es nada habitual ver a mujeres árabes trabajando de cara al público. Con coraje y determinación, y sin perder nunca el brillo de sus grandes ojos negros, Asmaa ha constatado que a través de la inclusión laboral se puede lograr la integración plena. Su marido está en paro y no habla español, por lo que ella es la única fuente ingresos en su casa. Se ha convertido, sin duda, en el mejor ejemplo de superación e independencia para las próximas generaciones de mujeres musulmanas: “Mi hija siempre me dice: ‘Mamá, yo quiero trabajar como trabajas tú’”.

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