La 'empatría' y lo que decimos

Decir empatría es un modo de empezar el año.

La prisa nos ha acostumbrado a decir lo que pensamos sin pensar antes lo que decimos. Se trata de un sentimiento de libertad propio de la servidumbre, porque hablamos al dictado y asumimos lo que otros han pensado para nosotros. Somos loros de repetición incluso cuando contestamos al que nos ofende siguiendo las reglas de juego establecidas por él. Una espontaneidad sometida.

Y la verdadera libertad se juega al pensar lo que decimos antes de decir lo que pensamos. Es lo que nos permite vacilar, escaparnos del ruido y los dogmas, hacernos dueños de nuestra propia opinión al dudar de nosotros mismos. Es también lo que nos permite mantener la esperanza y defender la dignidad de las causas que justifican nuestro sentido democrático de pertenencia. Al pensar lo que decimos aprendemos a pensar lo que escuchamos. La servidumbre empieza por nuestra relación con las palabras, por nuestra capacidad por elegir el tono y los motivos de las conversaciones. Los manipuladores, que no pueden imponernos un modo de pensar, pueden llegar a dominarnos cuando consiguen imponernos los asuntos de la discusión, ocultando aquello que nos afecta, los retos que dan sentido a nuestras preocupaciones.

La relación de los patriotas con su patria y de los nacionalistas con sus naciones suele dar buenos ejemplos de todo lo que afecta al sentido de pertenencia, al disfraz de las conversaciones provocadas y a los estados de crispación que invitan a decir lo que pensamos antes de pensar lo que decimos. Mi viejo miedo a los patriotismos que acaban convirtiendo a sus patrias en campos de odio hizo que me gustase mucho la palabra empatría, una idea que me propuso el rapero y cantante Rayden en una conversación pública organizada por Twitter.

La patria, según el diccionario, es una tierra natural o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. Un antipatriota puede situarse en contra de los vínculos, pero un patriota no, necesita formar comunidad. De ahí que su sentido de pertenencia no deba alejarse de la empatía, es decir, de su capacidad de identificarse y compartir sentimientos. En España, desde el siglo XIX, tiempo en el que los historiadores rigurosos fijan el nacimiento de la nación española, no suceden así las cosas. Los autoproclamados patriotas se definen como gente dedicada a odiar a parte de sus compatriotas y a mentir sobre ellos.

Me resulta muy extraño que se declaren nacionalistas y patriotas los que se dedican a evadir riquezas a paraísos fiscales, bajar impuestos equilibradores y degradar los servicios públicos y la igualdad de la ciudadanía

La idea de empatría me invita a definir el amor a España por un sentido de pertenencia basado en el interés por la calidad de vida de los españoles, su igualdad, la calidad de su educación y su sanidad públicas, el respeto a los cuidados de vivir en comunidad, la solidez de sus derechos cívicos y laborales. Y me resulta muy extraño que se declaren nacionalistas y patriotas los que se dedican a evadir riquezas a paraísos fiscales, bajar impuestos equilibradores y degradar los servicios públicos y la igualdad de la ciudadanía.

Decir empatría es un modo de pensar lo que decimos para hablar de lo que queremos y no dejarnos llevar por debates que nos desvían de la realidad para encubrir las verdaderas heridas de la patria, por ejemplo, las brechas de desigualdad y la poca inversión pública en los posibles remedios. Decir empatría es sentirse orgulloso de la hospitalidad de una tierra natal o adoptiva, incluso sentirse agradecido a los trabajadores que llegan de fuera y permiten mantener la economía y las pensiones en un país con índices de natalidad muy bajos.

Decir empatría es no seguirle la corriente a los que quieren que pensemos que la desigualdad y los peligros vienen de fuera y no de los falsos patriotas que pretenden manipular nuestra patria como si fuese un cortijo particular a su servicio. Decir empatría es negarme a que Fernando VII vuelva a vender España a los franceses… y Franco a Hitler y Mussolini. Decir empatría es pensar dos veces lo que digo antes de decir lo que pienso, porque quiero ser dueño de mi propia conciencia española, orgullosamente democrática y española, y no una marioneta del trumpismo internacional, sus redes y sus medios de comunicación, que manipulan las informaciones en nombre de la posverdad, es decir, de la superstición y las mentiras de siempre.

Sí, decir empatría, en España, es un modo de empezar el año.

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