La calma chicha

Nos hemos estancado. Lo viejo no termina de palmarla y lo nuevo no acierta a nacer. Nuestros políticos parecen sufrir la huelga de guionistas hollywoodense y la campaña electoral va a la deriva. En el extremo ideológico oriental, los populares le hacen el boca a boca al temita bilduetarra, a ver si lo resucitan. ¡Ilegalízame esta! Ayuso, en un alarde de moderación y prudencia, ha acusado a Consuelo Ordóñez de tenerle ojeriza al PP. Estaría más tranquilo si nos gobernase el sombrerero loco. Miren: el día menos pensado, le suelta un guantazo a Ortega Lara por pasarse a Vox. «Que te vote Txapote», susurradito al oído. Anoten el augurio.

En el lado occidental, los ingeniosos zagales de Podemos (gente listísima, ¿eh?) han decidido estirar el chicle del retratito fraternal. El otro día, la candidata morada a la Comunidad se abrió la chaqueta y exhibió una blusa con el careto del hermano de doña Isabel: nuestro intermediario favorito. Los chispeantes truquitos de la izquierda: siempre estamos a una camiseta estampada de instaurar la república socialista. En fin, que Belarra repitió el chiste en el Congreso (primero como tragedia, luego como farsa) y alguna luminaria del politburó ordenó la impresión de una lona gigantesca con la cara del susodicho y las palabras condenatorias del difunto Pablo Casado. «La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros de beneficio por vender mascarillas».

No creo que a los votantes de Ayuso les preocupe lo más mínimo esa minucia del cohecho. Ni el geriatricidio. Votarían a lady Madrid aunque decapitase, con sus propias manos, cachorros de labrador; porque si no gana la ETA, el Coletas, Maduro y la momia de Mao Tse-Tung.

Los partidarios de Ayuso votarían a lady Madrid aunque decapitase, con sus propias manos, cachorros de labrador; porque si no gana la ETA, el Coletas, Maduro y la momia de Mao Tse-Tung

Naufragábamos entre polémicas estériles cuando Emiliano García Page cogió su fusil. Apoyado en el atril, armado con un botellín y un cuenco de cacahuetes, relató a la risueña concurrencia las andanzas sexuales de sus vástagos. Realpolitik. «Mi chaval es un toro», dijo, orgulloso, «y la niña se me va quedar para vestir santos como alguien no le dé un buen meneo». ¡Hurra! El Demóstenes de la Mancha concluyó su filípica subastando la virginidad de la alcaldesa de Talavera. «Seis arrobas de buena moza socialista», pregonaba a grito pelao.

Entre los rifirrafes electoralistas, ¿no escuchan como un boqueo? Son los candidatos de Ciudadanos, ese partido del que nadie se acuerda. Estoy siguiendo su campañita por puro sadismo. «No nos casamos con nadie», repiten, ufanos. El «no me vas a despedir porque dimito yo» hecho partido. Begoña Villacís lleva con resignación el rechazo de Almeida (el chiste se hace solo) pidiendo el voto con un eslogan finísimo, «Vota Villa». Porque Madrid es una villa y ella se apellida Villacís. ¿Lo pillas? ¿Eh? Ja. Jajá.

Pongamos juntos los ojos en blanco.

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