El Gobierno de los platos chinos Cristina Monge
Llenar Ferraz y perder España
Las manifestaciones de estos últimos días han devuelto a la sociedad española un reflejo estrafalario y terrorífico de la derecha más exaltada. Hemos visto cómo comenzaron gritando “puto rojo el que no bote”, siguieron con el “Marlaska maricón” y se coronaron con “la Constitución destruye la nación” aderezado con la espeluznante sintonía fascista del Cara al sol. Pero a pesar de todos los gritos, estridencias y aspavientos lo que realmente estaban clamando con todas sus fuerzas es un “somos incapaces de aceptar un resultado electoral que no nos gusta”.
Es evidente que la amnistía ya les da absolutamente lo mismo, lo único que les mueve a salir a la calle y gritar todas esas ridículas consignas hiperventiladas es el profundo odio que tienen por la izquierda. Por los “putos rojos”. No soportan quedarse cuatro años más en la oposición. No soportan que gobiernen de nuevo aquellos a los que tanto odian. Y por eso se inventan cuentos sobre el fin de España, la destrucción de la nación y las fantasías de siempre.
Estas manifestaciones, lejos de ayudarles a construir una imagen de alternativa fiable a un gobierno de izquierdas, han dejado completamente tocada a la derecha
Llevan desde el 2018 pronosticando todos los males sin demasiado acierto. Y en ese caldo de odio y resentimiento en el que llevan cociéndose desde que perdieron el gobierno, fueron sembrando sus manifestaciones de Colón, sus “que te vote Txapote” y sus constantes menciones a ETA durante la campaña. Cabe destacar que nada de esto les funcionó electoralmente, igual que tampoco les van a funcionar ahora estas disparatadas concentraciones amparadas por el dejar hacer del PP y el llamamiento explícito de Vox. La estrategia de gritar más fuerte que nadie, de poner carteles ridículos como el de Desokupa y de repetir muchas veces que somos unos “putos rojos” igual les sirve como desahogo para sus instintos más primarios, pero desde luego no les va a servir para ganar España.
Estas manifestaciones, lejos de ayudarles a construir una imagen de alternativa fiable a un gobierno de izquierdas, han dejado completamente tocada a la derecha. Mientras de fondo sonaban cientos de voces coreando “Pedro Sánchez hijo de puta”, “Sánchez y Borbón la misma mierda son” y “España cristiana y no musulmana”, la derecha española se iba hundiendo cada vez más en un pozo de decadencia, irrelevancia y sobre todo de absurdidad. Aquellos que tanto se amparaban en la defensa a ultranza de la Constitución Española, la monarquía y la legalidad vigente ahora se ponían del lado de aquellos que reniegan de la legalidad, arremeten contra la Constitución e insultan hasta el propio rey de España.
Aquí el gran perdedor es un Partido Popular que se ha metido de lleno en la boca del lobo amparando unas movilizaciones en la calle que sabían cómo empezaban, pero no cómo iban a terminar. Y como en el insultar y en el gritar la ultraderecha siempre va a llevar la delantera, el PP ha sido arrastrado a unas coordenadas que no esperaban y de las que ahora tienen muy difícil escapar. Desde que decidieron emplear la estrategia de la calle dos días antes de la investidura fallida del propio Feijóo hasta las manifestaciones descontroladas de estos últimos días, el PP ha sido rehén de una mala decisión propia y de una estrategia que está revitalizando a un Vox moribundo tras las últimas elecciones. Pero, sobre todo, está arrinconando en la marginalidad a un líder que soñó con ser capaz de convencer a votantes socialistas moderados de que él era una buena alternativa a Sánchez y que, hoy por hoy, se ha alejado a años luz de esa posibilidad aconsejado por las siempre poco prudentes voces de Aznar y Ayuso.
Las manifestaciones de la derecha han sido, básicamente, el mejor regalo posible para un gobierno progresista que todavía no acaba de lograr la investidura pero que tiene un gran aliciente para convencer a sus recelosos socios. Tan solo tienen que mirar lo que tienen enfrente. La derecha ha llenado Ferraz, pero ha perdido España.
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