Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
El idilio de la sociedad vasca con sus políticos
Ya con la Copa del Rey en brazos del Athletic, mientras se acaba de preparar la Gabarra que surcará el jueves la Ría de Bilbao, la campaña electoral vasca ha echado a andar para despejar la gran incógnita: ¿Sigue siendo el PNV el partido mayoritario en Euskadi, o se ha producido un movimiento tectónico de fondo que ha reestructurado todo el mapa político?
Muchas encuestas dan a EH Bildu como partido más votado, y el análisis de los datos muestra que podría ser el preferido en todas las franjas de edad, salvo para aquellos que tienen más de 65 años (ver aquí). Ya se vio en las últimas elecciones municipales, en las que los abertzales se convirtieron en el partido con más concejales en Euskadi. Si esta victoria, en efecto, se produjera el próximo 21-A, habría que atender, al menos, a tres factores: En primer lugar, la apuesta de Bildu por priorizar cuestiones sociales y de política cotidiana frente a elementos nacionalistas o identitarios, como ya hiciera en su día el Sinn Fein irlandés, con notable éxito. Por otro lado, la incorporación de nuevos votantes cuya trayectoria vital, o parte de ella, ha transcurrido ya sin asesinatos. Y finalmente, la recomposición de un espacio de la izquierda, el que en su día aglutinó Podemos, que hoy vería en los abertzales una alternativa.
No obstante, tanto lo ajustado de las encuestas como una mirada más en profundidad llaman a ser prudentes con este posible escenario. De todos los elementos a estudiar, el más relevante a mi juicio lo desvelaba hace unos meses el Sociómetro que elabora el Gabinete de Prospección Sociológica del gobierno vasco (ver aquí). Y es que los vascos y vascas, en contra de lo que ocurre en el resto de España, confían en sus instituciones y sus políticos de forma muy notable.
Digan las urnas lo que deban decir, vascos y vascas confían de forma muy mayoritaria en sus instituciones, y eso es síntoma de calidad democrática
Para empezar, el 52% de los vascos piensan que la democracia funciona mejor en Euskadi que en el resto de España. Le sigue, con datos del CIS, Navarra con un 35% y cierra la tabla Extremadura con un 8%. En la misma dirección, el 73% de vascos y vascas dicen confiar en su Gobierno, el 68% en su Parlamento y un 20% en los partidos políticos. Si comparamos estos resultados con el resto de España, veremos una diferencia abismal. Según el Eurobarómetro de invierno de 2023, en España solo un 24% confía en el Gobierno, un 16% en el Parlamento y un 7% en los partidos políticos (ver aquí). Esta confianza que despliega la sociedad vasca por encima de los niveles del resto de España se extiende a todos los ámbitos –Ayuntamientos, Universidad, empresas, ONGs…– a excepción de los medios de comunicación, que reciben un nivel similar al del resto de España, apenas un 30%.
Cuestión distinta es la valoración que tienen de las instituciones del Estado español, algo que no es nuevo, pero cuya brecha parece ensancharse. Si atendemos a la evolución desde 2010, la politóloga Eva Silván lo refleja de esta manera:
El sentimiento nacionalista está en la base, sin duda, de esta identificación y adhesión a las instituciones propias, pero hay algo más. Vascos y vascas expresan una general satisfacción con el funcionamiento de las instituciones, con la situación económica –siempre ligada a la satisfacción con la democracia– y con la administración pública desde hace al menos una década.
No obstante, los últimos datos aparecidos reflejan que esta satisfacción podría estar tendiendo a la baja por cierto desgaste del PNV atribuido a problemas de gestión, en especial los referidos al sistema de salud.
¿Será mayor esta erosión, o perdurará la adhesión y confianza institucional a quien ha tenido la hegemonía en Euskadi durante los últimos 40 años, con tan sólo una pequeña excepción entre 2009 y 2012? Digan las urnas lo que deban decir, vascos y vascas confían de forma muy mayoritaria en sus instituciones, y eso es síntoma de calidad democrática. Un buen marco que permitirá asumir y desarrollar con normalidad cualquier resultado que legítima y democráticamente arrojen las urnas. En los tiempos que corren, ésta es una situación tan positiva como excepcional.
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