Contra la política de usar y tirar

Estaba escribiendo otro artículo cuando Yolanda (Vicepresidenta Díaz, que para mí fue mucho tiempo solo Yolanda) daba una rueda de prensa para contar que deja sus cargos en Sumar y se queda solo con su cargo en el Gobierno. Supongo que es una decisión que se comprende mejor dentro del tacticismo que lo recubre todo. Te vas pero no del todo. Haces un gesto que dé a entender que captas el mensaje, que el resultado es terrible y sigues con lo tuyo, y que ahora sí (hasta ahora parece que era otra cosa, suponemos que negociar alguna que otra lista electoral con espectaculares resultados como el veto a Montero o Pineda fuera), estarás a lo que verdaderamente importa, por ejemplo, convencer al PSOE para que los precios de los alquileres bajen en España.

La verdad que ojalá fuera así. En mi entorno hay muchas personas con verdaderos problemas para pagar su alquiler y nada me gustaría más que, a pesar de esa bofetada europea de fascismo, la excepción patria fuera algo más que un espejismo que se repite semana tras semana, como estar viendo segundas y terceras partes en bucle de Regreso al Futuro. Como en las aventuras de Marty McFly y Doc, si consiguiéramos retroceder en el tiempo y hablásemos con los camaradas que vieron cómo fascistas y nazis se hicieron con el poder hace un siglo, supongo que nada les sorprendería saber de nuestras rencillas, éxitos y fracasos. Siempre se dice eso de que es un mal endémico de la izquierda, siempre se dice eso del mantra de la unidad. Y me pregunto si puede haber otra forma de decir lo mismo que no haga que nadie se quiera sentar a la mesa para discutirlo. Porque no vamos a negarlo. Las gentes de izquierdas en Europa tenemos mucho que discutir los próximos años.

¿Es útil la política de usar y tirar? Creo que ésta es una reflexión que merece la pena hacer un día como hoy. En primer lugar en lo referente a los espacios. Se ha instalado en las izquierdas españolas la idea de que las marcas electorales necesitan ser renovadas cada cierto tiempo ya que las anteriores penalizan en futuros contextos electorales. Yo misma me presenté con la misma gente a las elecciones con En Marea, En Marea-Anova-IU-PODEMOS y Galicia en Común siendo de Podemos. Ninguna de esas marcas existe ya. Y aunque sin todos aquellos procesos hoy no existiría este gobierno de coalición, es triste pensar que los proyectos políticos que fueron primera y segunda fuerza en todos los rincones del país hoy reparten migajas. Por ello, merece ser analizada esa imperiosa necesidad de desechar marcas, cuando la institucionalización de otras funciona terriblemente bien en lo electoral. No hay más que pensar en el PSOE. A veces deseo profundamente despertarme abrazando ideológicamente al PSOE, tiene que ser maravilloso pertenecer a semejante estructura. (Léase esto con la ironía y los daddy issues propios de mi generación.) Tienen que vivir con mucha paz, lo de las izquierdas a su izquierda es harina de otro costal. Y no solo por las marcas, detrás de ese debate sobre lo electoral se esconden otros que son más peligrosos los lunes postelectorales.

Demonizar el debate o el conflicto, o la construcción de espacios políticos es hacerle un flaco favor a quien necesita de la democratización de los espacios para poder ostentar posiciones de poder, como por ejemplo sucede con las mujeres

Los proyectos electorales que no tienen organización detrás son difíciles de sostener después de las elecciones. El sistema de partidos tiene enormes defectos en España, desde luego, pero también tiene algunas virtudes. Es complejo hacer política institucional al margen del mismo y aspirar a que esta sirva para transformar la realidad. Más bien, pensar que los partidos no sirven para nada es una idea que forma parte del pensamiento Disney que parece habitar cómodamente en las cabezas de las izquierdas españolas en los últimos tiempos y que, desgraciadamente, alimenta la ola antipolítica y reaccionaria que está siendo caldo de cultivo del fascismo que ya es la primera opción de tantos europeos.

Aunque vengamos de espacios y lugares diversos, es necesaria la organización. Precisamente porque somos diferentes es necesaria la organización. Demonizar el debate o el conflicto, o la construcción de espacios políticos es hacerle un flaco favor a quien necesita de la democratización de los espacios para poder ostentar posiciones de poder, como, por ejemplo, sucede con las mujeres. Sin estructuras de organización, las minorías, los débiles, los que no tienen voz o los que no tienen poder, nunca podrían tomar las decisiones, nunca podríamos tener hoy el Estado de bienestar que tenemos. La organización política sirve para esto. La izquierda debe preservar esta máxima, cuidarla con paciencia. Y no deshacerse de ella cada vez que le genera problemas. Y no solo por lo que tiene que ver con las posibilidades de afianzar en el medio plazo una marca electoral o por construir sistemas de organización política que permitan democratizar las decisiones, sino por reconectar con otros valores y objetivos éticos y políticos que quizás estemos sencillamente dejando pasar, y puede que éste sea un momento de intentar cosas nuevas. Puede que en las izquierdas necesitemos preguntarnos cosas más allá de lo electoral, lo organizativo o lo programático.

En un mundo que vive en absoluta crisis civilizatoria, quizás debamos preguntarnos también por el cómo o el porqué. Puede que nuestra credibilidad se nos haya ido ahí. ¿Por qué cada vez vota menos gente joven? ¿Por qué cada vez hay más desafección? ¿Por qué cada vez más gente vota a la extrema derecha?

Ojalá fuera tan sencillo como culpar a otros, o un buen programa, un buen lema, un buen discurso, un buen diseño gráfico o incluso un buen candidato. El mundo está cambiando. Nosotros tenemos que cambiar también. Esto no implica que un señor de 40 años use Tiktok, sino quizás aprender formas de acompañarnos en un tiempo que invita a la soledad. Si la extrema derecha busca excitación para olvidar que tu día ha sido una mierda, las izquierdas podamos ser acompañamiento a toda esa soledad y tristeza no deseadas de nuestro tiempo. Frente a lo individual, lo colectivo. Pero claro, esto no cabe en un reels. Aunque seguro tenga más de un uso.

La política de usar y tirar ha sido la de nuestro tiempo. Hasta ahora hemos vivido en la era del tuit rápido, de la carta, de la consulta, del marco, de la utilidad e impacto de los mensajes, de la obsolescencia programada de todo lo anterior. Hemos acelerado el tiempo de lo político, tanto que es normal que en un par de años puedas ser lo mejor y lo peor de la política de tu país. En un lustro se nace y se muere en política, como el iphone 12, como los pantalones pitillo, como las adidas samba. En 15 minutos nace y muere un tema, como quien se pide un Uber o un Glovo, como ver porno o usar Tinder. Nosotros, que hemos criticado el neoliberalismo en todas sus formas, nos hemos convertido, me atrevería a decir que en más ocasiones de las que queremos reconocer, en su más fina y enrevesada expresión política. Una izquierda que es útil al sistema, pero no por amable o por gritona, no por funcional a la agenda neoliberal, sino porque forma parte de los mecanismos que el sistema tiene para que vivamos haciendo scroll delante de una pantalla. Una izquierda cínica, para la que ni una persona, ni un tema nunca son tan importantes como para no ser cainitas también esa vez. Uberización de la izquierda. Es con tu sonrisa ( aunque te infles a antidepresivos para ello), Es ahora (aunque no te dé la vida), Es contigo ( aunque no te impliques nunca), Es por ti (y solo por ti, no por los demás). Una izquierda que necesita pensar en todas las batallas que la derecha le ha ganado. Pero no solo las culturales y electorales, sino muy especialmente las ideológicas y emocionales. Una izquierda que, frente al miedo, pretendía seguir levantando la esperanza y la ilusión. Y creo que esto es en lo que más ingenuas hemos sido. Quizás sea tiempo de comunidad, pertenencia, acompañamiento, seguridad. Nada está perdido.

Y es que necesitamos más izquierda, necesitamos otra cosa, todo. Pensamiento lento, mirada larga, en esta casa no se tira nada. Reparar lo roto hoy es revolucionario. 

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Ángela Rodríguez es secretaria de feminismos de Podemos y exsecretaria de Estado de Igualdad.

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