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Pablo González, un español sin derechos fundamentales

Ignacio García-Valdecasas Fernández

El caso de Pablo González ha merecido editoriales y artículos en la prensa española con motivo de su liberación en el intercambio de prisioneros entre EE.UU. y Rusia. 

No conozco a Pablo González. Nunca le he visto ni hablado con él. Ni siquiera sé para quien trabaja. Solo sé de él que es un periodista español, doble nacional ruso por ser descendiente de un “niño de la guerra”, que ha pasado 29 meses en una cárcel en Polonia sin haber sido condenado ni procesado y sin que ninguna instancia judicial le haya formulado acusación formal alguna. Y todo ello ante la indiferencia del gobierno español y, peor aún, el olvido de los medios españoles. Que esto haya ocurrido en un país miembro de la UE lo hace especialmente escandaloso

Algún editorial de los publicados ha sido especialmente odioso. Se ha justificado que el gobierno español no se implicara “debido a que se trata de una jurisdicción de la UE”. ¿Debemos entender que los tribunales de la UE, precisamente por ser de la UE, son libres para cometer los mayores atentados contra los derechos humanos y los gobiernos deben asistir impasibles? Se afirma que se desconocen las pruebas contra González, pero se omite que eso se debe a que las autoridades polacas no formularon formalmente ninguna acusación ni presentaron prueba alguna contra González.

Insidiosamente se deja caer que al haber sido incluido en el intercambio de prisioneros con Rusia, su credibilidad ha quedado arruinada. Puede ser, pero no recuerdo que al estudiar derecho penal la presunción se considerara como un medio de prueba. Pero vayamos más allá. Supongamos que hay indicios serios de que es un espía ruso, ¿eso le retira sus derechos fundamentales y le quita el derecho a tener un proceso justo? ¿desaparece la presunción de inocencia?

Ya se nos ha olvidado el escándalo que, con toda la razón, se produjo en “Occidente” cuando Evan Greshkovich, un periodista norteamericano fue detenido en Rusia. Fue juzgado. Al menos Greshkovich supo de qué se le acusaba. Con independencia de la validez de las pruebas presentadas en su contra y de las garantías procesales, pudo defenderse y afirmar en público su inocencia. González no tuvo esa posibilidad. Por eso, se ha publicado que no es él quien defiende su inocencia, sino su familia. Una forma sibilina de aumentar la improbabilidad de su inocencia.  

No. González apenas recibió solidaridad social ni profesional en España.

Evan Greshkovich fue incluido en el intercambio de prisioneros y el presidente Biden le recibió a pie de avión a su llegada a EE. UU. Con la misma lógica utilizada con González habrá que estimar que la credibilidad de Greshkovich ha sido arruinada. ¿No es cierto?

La insidia más sangrienta es la implícita: González debería haberse podrido durante largos años en una cárcel polaca para no arruinar su credibilidad.

La insidia más sangrienta es la implícita: González debería haberse podrido durante largos años en una cárcel polaca para no arruinar su credibilidad

Los artículos publicados han sido en algunos casos auténticos trabajos de investigación que han tratado de demostrar por todos los medios que González es un espía ruso. Sobre todo, con afirmaciones anónimas de varios servicios de inteligencia europeos. No voy a discutir esta cuestión. Las opiniones de los servicios secretos son muy relevantes, pero quiero insistir en que en el terreno penal las acusaciones deben presentarse públicamente en el foro judicial y no a través de filtraciones a la prensa que se prestan lógicamente a todo tipo de tergiversaciones y manipulaciones.

En algún artículo se ha señalado, sin la más leve crítica, que González fue sometido a un juicio secreto. Como decenas de detenidos por EE. UU. en Guantánamo, miles de palestinos en Israel y otros tantos condenados en Corea del Norte o en China. ¿De verdad queremos equipararnos a estos países? Juicios secretos inquisitoriales. ¡Qué recuerdos de nuestra historia!

Editoriales y artículos que culpabilizan a González, pero sobre todo que tratan de ocultar y hacer olvidar los esencial de este caso: que un ciudadano español ha pasado 29 meses en una cárcel de Polonia, es decir en la UE, sin haber sido condenado ni procesado ni haber sido acusado formalmente de ningún delito. Y todo ello ante la indiferencia de nuestro gobierno y el olvido de la gran mayoría de los medios españoles. Esto es lo que se llama: ¡Una vergüenza!

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Ignacio García-Valdecasas Fernández es diplomático jubilado.

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