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La máquina de querellas de González Amador, el "ciudadano anónimo" que dispara contra Gobierno y prensa

Y tú más. Y tú peor. Y tú empezaste. Son frases tan antiguas como la vida misma, las usan cada dos por tres los matrimonios, los amigos, los compañeros de trabajo y, por supuesto, son una de las muletillas oficiales de la política, donde las inexactitudes, olvidos o, directamente, mentiras empiezan en los discursos y acaban en las hemerotecas. La política del y tú más, se dice, como si con ello se nombrara un golpe bajo de la retórica, una treta vergonzosa de la oratoria. Yo rompo aquí una lanza por ello, porque, ¿qué sería de la verdad si no les recordásemos sus digo y Diegos a los cínicos? No me digan que a nuestros discursos y nuestras declaraciones ante la prensa no les sobran hipocresía y jeta, personas que dan lecciones de igualdad y justicia después de suspender todas las asignaturas de la democracia, salvadores de la patria que se la llevaron a plazos a un paraíso fiscal, vigilantes de la moral que hacen de puertas adentro lo contrario de lo que pregonan extramuros y gurús económicos que acabaron en la cárcel por sus tejemanejes, por dejar la cosa en cuatro ejemplos y no dar nombres porque ya los escribirá cada lectora o lector en la línea de puntos, que también puede ser una forma de poner los puntos sobre las íes.

A lo mejor estamos ante un y tú más al revés: acúsalos de lo mismo que hemos hecho nosotros y así pareceremos todos iguales

A mí, sin duda, me gusta el y tú más, porque le quita la careta a muchos caraduras y desmonta mucho birlibirloque. Dime de qué presumes y te diré lo que no eres, a Dios rogando y con el mazo dando, consejos vendo que para mí no tengo… El refranero, que es sabio, ya lo dice todo. La cuestión que me intriga es hasta qué punto los que señalan tanto con el dedo se dan cuenta de que a veces se están señalando a sí mismos, o a quienes fueron en el pasado. ¿Se dan cuenta en el Partido Popular cuando critican a la vicepresidenta Yolanda Díaz por ir a la playa con su biquini verde de que su jefe iba de vacaciones en un barco con un narcotraficante que él dice que entonces era “sólo contrabandista"? ¿Se da cuenta la presidenta Ayuso, mientras pide a gritos que todas y todos los españoles sean iguales ante la ley y en derechos, de que el sistema que ella defiende e implanta hasta donde puede consigue justo todo lo contrario, de manera que aquí ya no se trata de lo que separa a un catalán y un extremeño, que está muy requetebién exigir que no sea posible tal cosa, sino las diferencias que hay entre dos madrileños según tengan más o menos dinero, hereden o no, dispongan de un seguro privado o vayan a las listas de espera de la Seguridad Social? ¿Se dan cuenta las y los votantes de Juanma Moreno de que mientras les habla de austeridad o recorta bajo cuerda la inversión en Sanidad pública se ha subido ya dos veces el sueldo a sí mismo desde que manda en Andalucía?

Hemos pasado del ataque por tinta, m.a.r y ondas a Begoña Gómez, al aluvión de noticias sobre la familia de Feijóo, que son, como mínimo, inquietantes, tanto las que llegan de Galicia como las que vienen de Madrid, donde se publica que la empresa donde está su hermana multiplicó ni más ni menos que por veinte sus contrataciones desde que ella alcanzó el Gobierno de la Comunidad. Pero en un lugar y otro, las sospechas se repiten: contratos millonarios a parientes, adjudicaciones a dedo, incremento superlativo de encargos y negocios de muchos ceros a la derecha en los que aparecen a modo de coletilla sus apellidos... A lo mejor estamos ante un y tú más al revés, una versión de la idea de que no hay mejor defensa que un buen ataque que tiene más que ver con la ficción estratégica que con la realidad: acúsalos de lo mismo que hemos hecho nosotros y así pareceremos todos iguales, que es un mantra que casi siempre funciona.

Y sobre todo, no lo duden: es mejor el y tú más que el hoy por ti y mañana por mí.

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