… Que miente por amor Raquel Martos
Dinero en el bolsillo
La derecha suele utilizar la expresión “el dinero donde mejor está es en el bolsillo de los contribuyentes” para defender su posición fiscal y criticar la política de inversión pública. Si el ciudadano paga pocos impuestos, tendrá más dinero en el bolsillo y podrá decidir libremente qué hacer con ese dinero, en lugar de que sean otros, los “políticos”, quienes decidan por él. El problema, sin embargo, es que esto es falso. En ocasiones, la izquierda ha adoptado una postura funcional a los intereses de la derecha, al corresponder su posición con la caricatura que hace de ella la derecha, rechazando de plano el dinero en el bolsillo como algo positivo y oponiéndolo a la provisión de servicios, como si una cosa y la otra fueran incompatibles. Así pues, lo primero es abandonar cualquier idea paternalista que entiende lo público como una tutela que debe guiar a la ciudadanía porque no va a saber qué hacer con ese dinero, y adoptar una postura opuesta: a saber, una que entiende lo público como aquello que asegura, posibilita y facilita la autonomía individual y colectiva de toda la ciudadanía.
La desigualdad y la segregación son un proyecto político que no parte en dos a la sociedad, sino que generan un hojaldre de realidades donde cada uno intenta fugarse como puede de su situación para no caer más abajo. Paradójicamente, ampliar la desigualdad le ha servido al PP para ampliar su base electoral: cuanta más desigualdad, suelen recibir más apoyo los que desigualan. Esto dificulta imaginar la igualdad en una sociedad desigual y, por eso, es tan necesario dar la batalla ideológica donde más fuerte se siente el adversario. Se trata de conseguir ir más allá de lo que nos puede parecer escandaloso, es decir: ir más allá de denunciar la desigualdad, la segregación, el deterioro de los servicios públicos, etc. Necesitamos abordar esas cuestiones partiendo del análisis concreto de la situación en la que vive el pueblo de Madrid y, desde ahí, pensar cómo hacernos cargo de una parte del sentido común asumido para poder articularlo a nuestro favor.
El objetivo es reconducir cualquier cosa, cualquier tema, para enmarcar la cuestión en dos ideas: 1) El modelo desigual del PP nos sale muy caro; 2) Invertir en vivir mejor sale más barato. Mejorar la vida es más justo y eficaz. Hay que evitar hablar de las rebajas fiscales en abstracto y de explicar que, con sus políticas, unos se lo llevan crudo y otros se ahorran muy poco, porque el que se ahorra poco puede seguir pensando “eso que gano”, cuando no es cierto. Más que hacer pedagogía, la izquierda debe intentar encuadrar la cuestión de tal forma que podamos sentenciar y señalar lo perjudicial: su política fiscal es un hachazo en diferido a la renta disponible. Centrarse únicamente en destacar que su política fiscal, educativa, de vivienda, de sanidad, de políticas sociales, etc., aumenta el gasto ciudadano individual porque ese es el objetivo de su gobierno para generar un mercado privado.
Para que una minoría se ahorre mucho dinero, una mayoría tiene que costearlo. Hay que inaugurar una secuencia lógica según la cual una buena contribución fiscal para financiar unos buenos servicios de calidad se traduce en un mayor ahorro en el bolsillo de la ciudadanía
Pongamos algunos ejemplos concretos. Cuando la Comunidad de Madrid deja abandonados sin plaza de FP a más de 50.000 alumnos, lo hace por motivos ideológicos: así genera un mercado para la FP privada que la gente paga de su bolsillo, luego puede premiar a algunos agraciados con becas para que estudien en la privada (subvenciones encubiertas a la privada), genera desafección con lo público porque no le hace la vida más fácil a la gente y, con ese desencanto, busca obtener rédito electoral futuro porque te ofrecen bajar impuestos para que tengas más dinero en el bolsillo. Dinero que acaba pagando servicios privados que deberían estar cubiertos con los impuestos. Algo parecido ocurre con las escuelas infantiles: no hay plazas públicas, así que las familias tienen que acudir a las escuelas privadas para luego obtener un cheque, que recibe la escuela privada, y obtener una rebaja en el coste. Así, en lugar de obtener una plaza por la que no se paga del bolsillo, se acaba pagando más por una privada y, encima, pretenden generar la sensación de alivio porque la cuota mensual se reduce en 100 euros, como si te estuvieran haciendo un favor.
Lo mismo ocurre con la sanidad. Denigran el servicio público para que alguien, por ejemplo, si necesita ver a un especialista, tenga que decidir si esperar con su tiempo y salud o “elegir” gastarse el dinero en contratar un seguro privado, para que luego, los mismos que empujan a la gente a sacarse ese seguro, obtengan un rédito electoral ofreciendo bajadas de impuestos. Podríamos poner muchos más ejemplos en materia de vivienda, cambio climático, alimentación, etc., pero estos sirven para ilustrar cómo opera la racionalidad. De esta forma, se entiende que, en Madrid, la gente sea la que más gasta de su dinero en costear la educación, la sanidad y el conjunto de servicios que saldrían más baratos si estuvieran bien financiados y gestionados.
En los últimos 19 años, el 4,5% de los contribuyentes madrileños se ha ahorrado 54.664 millones de euros. ¿Cuánto se han gastado los madrileños en FP privada, en escuela infantil privada, en sanidad privada, en escuela concertada, en falta de vivienda pública, etc., a lo largo de todos esos años? ¿Cuánto les quieren hacer gastar para mantener los negocios de sus amigos? A ese gasto económico se le puede sumar el gasto en tiempo, en estrés, en salud, en mala alimentación derivado de sus políticas o de su ausencia etc., que también tiene un coste económico para las arcas públicas. Para que una minoría se ahorre mucho dinero, una mayoría tiene que costearlo. La pregunta es la siguiente: ¿dónde está mejor el dinero, en tu bolsillo o en el suyo? Si esa minoría pagase lo que debe, los madrileños se ahorrarían dinero. Hay que inaugurar una secuencia lógica según la cual una buena contribución fiscal para financiar unos buenos servicios de calidad se traduce en un mayor ahorro en el bolsillo de la ciudadanía.
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Jorge Moruno es sociólogo por la UCM, diputado de Más Madrid y portavoz de Vivienda.
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