Sobre ser ‘queer’, las siglas y los derechos de todas Marta Jaenes
En defensa de la política
¿Por qué está mal visto mezclar la política con un desastre como la DANA, si es cuando más se necesita la política? Está mal visto porque politizar es percibido como una forma de instrumentalizar el dolor en favor de unos intereses concretos. Ante una catástrofe, algunos se dedican a lanzarse la culpa unos a otros, cuando deberíamos estar todos unidos. Introducir la política en una de estas situaciones se siente como una manera de introducir la discordia y la división por razones partidistas, que poco o nada tienen que ver con el tema en cuestión. Es esta lectura del papel que tiene la política lo que seguramente explica por qué se paraliza la actividad parlamentaria del Congreso, cuando lo que debería haberse parado es la actividad laboral de todo servicio no esencial en Valencia. Pero, sobre todo, es lo que explica que haya formaciones políticas que suspendan sus declaraciones durante tres días por respeto a las víctimas y el dolor de sus familiares.
¿Es esta la lectura que debemos tener de la política? En mi opinión, esta es una lectura errónea, tanto en el fundamento mismo de la política como en la propia manera de pensar la intervención política. Este es el momento de hacer una declaración política. Es ahora, precisamente por respeto a la gente afectada, cuando hay que señalar a los responsables por las decisiones tomadas y debatir las soluciones. No hacerlo es caer en el juego cínico de "no es el momento", mientras ellos sí salen a mentir con descaro. Con una mano te dicen que no hay que politizar, es decir, que no hay que indagar en quiénes y qué decisiones se han tomado; pero con la otra, salen cínicamente a propagar el bulo de las presas.
Hay política, o más bien ausencia de la misma, cuando los principales damnificados son la clase trabajadora y los barrios populares
Pero, ¿por qué es buena y necesaria la política? Porque donde hay política, hay igualdad y libertad. La política es el espacio que surge de la relación mantenida entre una pluralidad de personas que son igualmente libres. Ese espacio que surge es la polis, es decir, el mundo compartido donde sus miembros se preocupan y organizan la convivencia. Lo contrario de la política es la tiranía, donde se suspende ese mundo creado por la libertad de muchos y se sustituye por otra forma donde solo unos pocos se encargan de las cuestiones públicas. La política necesita de un espacio y una esfera pública general para poder existir. Cuando los asuntos públicos se conciben como algo extraño, también se está rechazando lo que todo el mundo admira, pero que suele desligarse de la política.
Preocuparse por los asuntos públicos es hacer posible que exista un cuerpo de bomberos que rescata a la gente que se encuentra a la deriva. Detrás de un rescate espectacular de un niño por parte de un bombero hay mucha política sedimentada. Detrás de permitir que las empresas obliguen a los trabajadores a trabajar, hay una decisión política. Lo que explica por qué se construye en determinados terrenos también es fruto de una lectura política. En definitiva, hay política, o más bien ausencia de la misma, cuando los principales damnificados son la clase trabajadora y los barrios populares. ¿Qué resulta más repugnante? ¿Callar ante una negligencia o señalarla? ¿Callar ante la inacción de quien debería haber actuado porque así se lo había encomendado la comunidad, o denunciarlo? Callar no es ser más solidario; al contrario, callar es asumir como natural la antipolítica, es decir, significa apoyar una política donde desaparece la ciudadanía y aparecen los súbditos. Y todo eso, disfrazado con la retórica de la unidad, solo busca mantener el silencio obediente.
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Jorge Moruno es sociólogo por la UCM, diputado de Más Madrid y portavoz de Vivienda.
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