La igualdad en el 41 Congreso del PSOE

Tras el 41 Congreso del PSOE celebrado el pasado fin de semana en Sevilla, estamos escuchando muchas opiniones sobre algunos de los acuerdos adoptados en el mismo, y muchas de ellas no se ajustan a la realidad de lo allí ocurrido.

Por ello, estará bien aclarar qué se ha acordado y por qué, sobre todo en la cuestión más debatida en los medios, que ha sido la relativa a la composición del acrónimo LGTBI.

El congreso es el máximo órgano de un partido político; en él se acuerdan las políticas que regirán la actuación de todos los órganos del mismo hasta el próximo congreso y por eso, en su seno –al menos en el PSOE– se producen debates, a veces encendidos, hasta alcanzar el consenso o la aprobación por la mayoría, que eso es la democracia.

Los debates se llevan a cabo alrededor del contenido de una ponencia, la ponencia marco, que define la política del Partido hasta el próximo congreso, a la que cualquier militante puede hacer enmiendas que, si se aprueban en la agrupación en la que milita, se llevan al congreso para su discusión en la comisión que corresponda.

En este caso, en la ponencia marco, sin mayor argumentación que lo justificara, se incorporaba al acrónimo LGTBI (que fue el aprobado en el 40 Congreso), los signos Q+, a lo que muchas feministas socialistas nos opusimos formulando las correspondientes enmiendas, que se llevaron al Congreso, fueron votadas y ganadas frente a quienes sí proponían incorporar esos signos, venciendo en todas las votaciones, tanto en la Comisión de Igualdad como en el Plenario del Congreso, por una importante diferencia de votos (218 a favor de mantener LGTBI y 171 a favor de ampliar con el Q+). Esto es lo aprobado y todo y toda militante tiene la obligación de respetarlo. Esto ocurre, por ejemplo, en algunos congresos socialistas con el posicionamiento sobre la monarquía y la república; quienes se sienten más republicanos siempre plantean este cambio, pero por ahora no han ganado el debate. Deben respetarlo. Esta es la democracia.

¿Por qué el feminismo se opone a que se incluya la Q+ en el acrónimo LGTBI?

El feminismo es un movimiento social y político que tiene como objetivo la transformación social para conseguir la igualdad real de mujeres y varones; alcanzar la plena igualdad en el acceso a los bienes y los derechos. Las mujeres, que somos el 51% de la población, hemos sido sometidas a todo tipo de privaciones y discriminaciones por una sociedad patriarcal que genera desigualdad donde solo hay diferencia biológica y esa desigualdad la mantiene y perpetúa mediante el ejercicio de la violencia sobre las mujeres. El feminismo tiene su agenda política y su objetivo central es poner fin a la desigualdad y la discriminación de las mujeres, para también poner fin a la violencia machista.

Detrás del signo + se ocultan todo tipo de diversidades sexuales, desde el sado hasta la defensa de sexo con menores. En definitiva, ni la Q ni el +, el generismo queer, caben ni en el feminismo ni en el socialismo, porque el socialismo o es feminista, o no es

Estarán de acuerdo en que nos encontramos lejos de conseguir este objetivo, a pesar de los tres siglos de lucha feminista. Son demasiadas las brechas de desigualdad y las discriminaciones por razón de sexo que continúan existiendo y es inadmisible el número de mujeres que son asesinadas cada año por sus parejas, por no mencionar el incremento del número de mujeres explotadas en la prostitución y otras muchas situaciones de sufrimiento injusto de las mujeres. En consecuencia, este sigue siendo el objetivo de la agenda feminista.

El feminismo y el socialismo han ido de la mano durante muchos años. El socialismo ha acogido muchas reivindicaciones de la agenda feminista: las cuotas, la Ley Orgánica 1/2004, de medidas de protección integral contra la violencia de género; la ley Orgánica 13/2005, que modificó el Código Civil para, entre otros, introducir el matrimonio entre personas del mismo sexo; la Ley Orgánica 3/2007, de Igualdad efectiva  de mujeres y hombres; la Ley Orgánica 2/2020, de salud sexual y reproductiva y otras muchas más que han supuesto un avance importante en la reducción del déficit de derechos que teníamos las mujeres y son pasos indiscutibles hacia la igualdad real. Al socialismo le ha ido muy bien cuando ha asumido la bandera de la defensa de los derechos de la mayoría de la población, las mujeres.

Los objetivos queer son contrarios a la agenda feminista.

En este largo recorrido hacia la igualdad, el feminismo y el socialismo han asumido, también, la defensa de colectivos discriminados injustamente, y por eso fue el feminismo el primer movimiento que apoyó a gais y lesbianas en su lucha por liberarse de las discriminaciones específicas que sufren y por eso se está de acuerdo con las siglas LGTBI para expresarlo.

Pero esto no significa en modo alguno que el feminismo tenga que defender una agenda que no es la propia; que es además opuesta a la agenda feminista, como es la agenda queer, a la que se refieren los signos Q+ y que, incorporarlos al ideario socialista, significaría asumir su plena defensa.

Los objetivos del generismo queer no tienen nada que ver con los de la agenda feminista. Son, más bien, contrarios, porque en aquellos están  incluidos, además de la libre autodeterminación del sexo (que denominan género) –que han conseguido incorporar a la Ley Trans–, la defensa de la legalización del alquiler de vientres, de la regulación de la prostitución, de la no persecución del proxenetismo, de la libre distribución de la pornografía, en definitiva, de la mercantilización y de la apropiación por terceros del cuerpo de las mujeres y de niñas y niños en el caso de los vientres de alquiler. Ni el socialismo ni el feminismo podemos apoyar esta agenda que, en lugar de reducir la desigualdad y la discriminación de las mujeres, profundiza en ella. 

El feminismo socialista, así está acordado en congresos anteriores del PSOE, viene posicionándose contra todas estas formas de explotación del cuerpo de las mujeres, que se califica como un atentado a sus derechos humanos. De manera que no, el PSOE y nosotras, las feministas socialistas como parte de él, no podemos defender la agenda queer, que no solo no es nuestra, sino que es contraria al derecho que tenemos todas las mujeres a alcanzar la igualdad real y efectiva en esta sociedad.

El signo + unido a la Q se ha rechazado igualmente por la indeterminación y por consiguiente el riesgo que supone asumir la defensa de los derechos de no se sabe qué; esta ambigüedad es contraria a la seguridad jurídica que forma parte de los principios de un Estado de Derecho y democrático, pero, además, detrás del signo + se ocultan todo tipo de diversidades sexuales, desde el sado hasta la defensa de sexo con menores. En definitiva, ni la Q ni el +, el generismo queer, caben ni en el feminismo ni en el sociliasmo, porque el socialismo o es feminista, o no es. Y así se ha votado en este Congreso, como se ha hecho en los anteriores.

¿Por qué ha ocurrido este intento? El socialismo ha sufrido un entrismo importante del movimiento queer para imponer su agenda de la sustitución del sexo por el género, contra el que las mujeres venimos luchando; para imponer el género fluido y poder cambiarlo a voluntad; para legalizar la explotación y la apropiación del cuerpo de las mujeres, mediante la regulación –más facilitación aún que la actual– de la prostitución; la legalización del alquiler de vientres; la hipersexualización y la pornificación de la sociedad. 

Y esta es la lucha por las ideas que subyace en este debate. Por un lado, el neoliberalismo individualista, que persigue el negocio a costa del cuerpo de las mujeres, que está tras el movimiento queer y, por otro, el feminismo que promueve todos los derechos y libertades políticas para las mujeres, y es profundamente democrático, porque trata de eliminar las desigualdades y las discriminaciones por razón de sexo y, especialmente, acabar con toda la violencia que se ejerce contra las mujeres y con todas las técnicas antiguas y nuevas que se emplean para explotarlas en la prostitución y en el alquiler de vientres.

En este 41 Congreso se han producido, también, otros avances feministas, como es la expulsión del PSOE de los compradores de sexo, de los puteros, porque se considera que la prostitución es explotación sexual de las mujeres; o el acuerdo que consiste en que, en el deporte de élite, de competición, no entren las mujeres trans en las categorías de mujeres, o la sustitución de la palabra género por sexo y algunas otras más. 

Lo importante de verdad es que el feminismo socialista ha comenzado a enderezar los efectos que el entrismo queer había ocasionado en el PSOE y éste recupera ir de la mano del feminismo, como ha hecho en sus momentos de mayor éxito político y social. El PSOE avanza, no ha retrocedido.

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Altamira Gonzalo Valgañón es jurista.

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