Aser y Aisel nacieron en agosto y vivieron apenas cuatro días. Su casa, en el campo de Deir Al-Balah, quedó reducida a escombros tras el impacto de las bombas israelíes. El corazón de su madre se detuvo también en ese mismo instante. "Mis hijos recién nacidos fueron atacados justo cuando me dirigía a obtener sus certificados de nacimiento. A los pocos minutos, recibí una llamada informándome de que nuestra casa había sido bombardeada y que mi esposa y mis hijos habían sido trasladados al hospital. Vivíamos en las torres al este de Deir Al-Balah, que estaban designadas como zonas humanitarias seguras", narraba un padre desolado a los medios. Su historia llegó a todos los rincones del globo, pero es sólo una de las muchas que a lo largo de este año ha dejado una guerra que se ceba especialmente con mujeres y niños.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 540.000 mujeres en edad reproductiva residen en la Franja de Gaza. Naciones Unidas añade que existen en torno a 155.000 mujeres embarazadas y madres primerizas. Alrededor del 68% de las embarazadas han sufrido complicaciones como infecciones urinarias (92%), anemia (76%), partos prematuros (28%), trastornos hipertensivos (44%) o hemorragias (20%), reseña ONU Mujeres en su informe Gaza: una guerra contra la salud de las mujeres. Cada hora, dos madres son asesinadas en el territorio. Y al menos tres mil mujeres han tenido que asumir la crianza en soledad después de que la guerra exterminara a sus compañeros. Es difícil concretar los datos, matizan las expertas, en un contexto de genocidio, pero el retrato que a nivel cuantitativo llevan a cabo las organizacion permite trazar una visión aproximada de la realidad.

Un informe sobre la situación de las mujeres palestinas, publicado esta semana por la organización Alianza por la Solidaridad, calcula que 183 mujeres dan a luz cada día en Gaza. Cada diez minutos nace un bebé en medio de una guerra sin tregua. Lo hacen en condiciones de absoluta miseria: sólo dos de los doce hospitales que funcionan parcialmente, podrían prestar servicios de maternidad. Antes de octubre del año pasado, esa cifra ascendía a treinta y seis. "Las mujeres palestinas se ven obligadas a dar a luz sin la atención adecuada, incluso a someterse a cesáreas y operaciones de urgencia sin esterilización, anestesia, ni analgésicos", señala el estudio. Unicef ha descrito cómo los bebés "nacen en el infierno". 

Según datos de Save the Children, de los más de catorce mil niños y niñas que han muerto por culpa de la guerra, más de tres mil no llegaban a los cinco años. La organización calcula que más de veinte mil pequeños están desaparecidos, atrapados bajo los escombros, enterrados en tumbas sin nombre, detenidos o separados de sus familias. El Ministerio de Salud de Gaza estima que 115 bebés han nacido y luego han muerto durante la guerra.

"Mueren en sus brazos"

La primera decisión que debe tomar una mujer embarazada, llegado el momento del parto, es si acercarse a un hospital. "Ellas mismas saben que pueden morir en el camino y que puede que no las atiendan, porque no son prioritarias". Habla Raquel Martí, directora de Unrwa en España. La mayoría, se ven abocadas a parir en tiendas de campaña, en medio de la calle o entre los escombros.

Sólo hay lugar para ellas en los hospitales –casi todos hechos trizas o colapsados por la urgencia que impone la guerra– en caso de experimentar alguna complicación. "Si consiguen llegar a un hospital, porque el niño viene con problemas, entonces las atienden. Pero nada más parir les dan de alta porque necesitan las camas", continúa la directora ejecutiva de la organización. "Llegan, dan a luz sin anestesia, las cosen y se van". En ese proceso, continúa, "se ha multiplicado por tres el número de mujeres que están muriendo en los partos en Gaza".

Cristina Muñoz, directora de Alianza por la Solidaridad, denuncia el ataque calculado contra las instituciones sanitarias y la devastación total de la atención a las gestantes. "Los hospitales con servicios ginecológicos prácticamente no están funcionando, han sido atacados deliberadamente, se ha obstaculizado el acceso a los servicios médicos y a la hospitalización, por lo que ha aumentado la insalubridad y el riesgo de partos prematuros", censura al otro lado del teléfono. Muñoz recuerda que el derecho de las mujeres a un parto seguro está blindado a nivel internacional, pero no constituye una prioridad para quienes deben velar por él. "Faltan calificativos para definir la situación. Las mujeres están completamente desprotegidas".

Si la vulnerabilidad se acentúa durante el embarazo, el dolor se multiplica cuando nace el niño. "Tienes un bebé, pero no tienes ropa, no tienes leche porque sufres tanto estrés y estás tan desnutrida que no la produces", describe Martí. La última evaluación de ONU Mujeres revela que el 75% de las mujeres se sienten deprimidas y el 62% padece problemas de insomnio.

Nicole Ochando, responsable de emergencias en Oxfam Intermón, se detiene también en los evidentes lastres a la lactancia materna. "Las mujeres están emocionalmente atormentadas por la guerra y por haber dado a luz bajo las bombas. Sufren deshidratación y hambruna, con lo cual no están siendo capaces de tener una lactancia adecuada. Sin acceso a agua limpia y salubre, sin leche de fórmula, la situación es insostenible".

¿Y cuáles son los cuidados cuando un bebé nace de forma prematura? "No se está haciendo nada, porque no hay incubadoras", prosigue la directora de Unrwa. En caso de constatar problemas graves tras el nacimiento, "lo único que pueden darles es agua con azúcar a los que vienen deshidratados, porque tampoco hay suero". El resultado es que muchos de los bebés que nacen en la franja llegan al mundo con problemas severos no diagnosticados.

En medio del desastre, las mujeres están obligadas a "presenciar cómo sus hijos lloran toda la noche porque se mueren de hambre y no tienen nada para darles de comer. Están viendo cómo mueren en sus brazos".

Disimular el estruendo de las explosiones

Pero no se trata sólo de las madres, sino de la losa que pesa sobre los cuerpos de todas las mujeres palestinas. Oxfan Intermón concluye que Israel ha asesinado en el último año a más mujeres, niñas y niños palestinos que durante el mismo período en cualquier otro conflicto de las últimas dos décadas. Mujeres y niños son las principales víctimas: constituyen cerca del 70% de los muertos, según las estimaciones internacionales.

"Hay una capa adicional de violencia contra las mujeres, por la discriminación que tradicionalmente sufren", expone Cristina Muñoz. Habla también de matrimonios forzados como única opción de sobrevivir para las niñas que han perdido a sus familias, y de otras formas de "violencias invisibles" que atraviesan a las mujeres, como la total ausencia de cuidado menstrual y los problemas que de ello derivan. 

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"Imagina lo que es ser una niña o una mujer en una tienda donde no hay privacidad. Sin letrinas, sin duchas, teniendo que buscar un sitio alejado para hacer sus necesidades", completa Raquel Martí. Una situación que se replica incluso en los ya desbordados colegios de la Unrwa. "Tenemos cinco retretes para cuatro mil personas, una situación higiénico sanitaria complicadísima". Según la propia organización, en Gaza hay alrededor de 690.000 mujeres y niñas que menstrúan.

Y en ese contexto, las mujeres llevan doce meses "sin compresas y sin poder ducharse, durante todos sus ciclos menstruales". Así que son ellas quienes también sufren en sus carnes las consecuencias de las enfermedades infecciosas: por la falta de instrumentos médicos durante los partos, por la completa ausencia de productos de cuidado menstrual y porque son las principales cuidadoras de los enfermos, así que también son ellas las primeras en contagiarse.

A los daños físicos, se añaden las responsabilidades intrínsecas a su rol de cuidadoras. Las mujeres son las encargadas de disimular el sonido de las bombas antes de que llegue a los oídos de los más pequeños. "Ellas se encargan de prácticamente todas las tareas domésticas y de entretener a los menores, darle a la inventiva y mantenerles sanos", apunta Nicole Ochando. Algunas, han renunciado incluso a alimentarse para que sus hijos puedan al menos tener un plato de comida. "Hay una escasez tan brutal que casi tienen que inventarse lo que pueden darle de comer a sus familias".

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