Nacido en los 50

El ‘pequeño Nicolás’: la niña de Rajoy

El Gran Wyoming

Aunque muchos afirman que Rajoy adolece de dotes de líder y que es un perfecto inútil, su obra empieza a dar frutos.

De todos es sabido su empeño en que las cosas se hagan “como dios manda” y afirma insistentemente que tiene una virtud que destaca por encima de las demás: el sentido común.

El pequeño Nicolás se define como una persona “con sentido común, a diferencia de mucha gente en este país”. Estilo Rajoy 100%. Aparecen brotes verdes, indicios de una regeneración, de una nueva era de jóvenes emprendedores que traen un soplo de aire fresco a este país. Finalmente, la niña de Rajoy resultó ser niño.

Ahora, temiendo por su seguridad y declarando que posee material sensible que puede comprometer a altos cargos de la Administración, material que si viera la luz provocaría una cadena de dimisiones, concede entrevistas para cubrirse las espaldas. Entiende que contar lo que sabe delante de las cámaras le convierte en el hombre más seguro del mundo. Afirma que todo lo que ha hecho ha sido por salvar a España, de casta le viene al galgo. Dice que jamás ha tenido intereses económicos, le pasa lo mismo que a sus referentes políticos que hoy nos gobiernan; se hacen ricos sin querer, como una consecuencia colateral de su amor a la patria.

El pequeño Nicolás amenaza con convertirse en el nuevo Bárcenas. Parece que va a tomar el relevo de aquella pesadilla que obligó a los principales portavoces del Gobierno y del partido a salir en estricto turno rotatorio a dar la cara para justificar lo injustificable, siguiendo la clásica táctica de usar una retórica barroca, un discurso pseudotécnico vacío de contenido, en el que enumeraban nuevos recursos empresariales con los que liquidar la cuenta de presuntos delincuentes o salir al paso de cómo esos presuntos continuaban teniendo despacho, chófer y sueldo a pesar de no formar parte de la empresa.

Eran muchos los españoles que entendieron el mensaje que el presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy, envió al encarcelado tesorero pidiéndole paciencia y aguante como un servicio más a la causa que sería remunerado con ayuda desde arriba, tal y como ocurrió con la fidelidad de Matas al “comerse él solito el marrón”.

A éste le concedieron el tercer grado, es decir, la suelta del preso, de forma irregular, en contra del informe de los técnicos de la prisión. El secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Yuste, explicó que esta discrepancia entre lo que aconsejaba el informe de la prisión y la decisión de su secretaría era frecuente: mintió. Mercedes Gallizo, que también ocupó ese cargo durante muchos años, dijo que tal contradicción era “absolutamente excepcional”. El “Luis sé fuerte” se convertiría en una suerte de compra de silencio.

Finalmente la concesión del tercer grado fue anulada por el juzgado de Vigilancia Penitenciaria.

Ahora aparece el pequeño Nicolás diciendo que tiene datos comprometedores que pueden perjudicar a la cúpula del partido.

Entre sus acciones solo relata su empeño en hacer una España mejor y obvia los contactos que ha mantenido con alcaldes y otros cargos del partido para ofrecer presentaciones, relaciones y gestiones con las que acelerar o tramitar asuntos de forma alternativa.

La cuestión no es dilucidar si el muchacho tiene un trastorno de la personalidad o está hablando por derecho. Lo grave de este caso, que parece que todo el mundo pasa por alto, no reside en que fuera o dejara de ser un impostor, sino en el mal concepto que parecen tener los cargos del PP de sus propios compañeros. Los contactados por el pequeño Nicolás alegan que les engañó al contarles que hablaba en nombre de la dirección del partido, pero olvidan que les estaba ofreciendo un catálogo de fechorías y, al parecer, ninguno de ellos pensaba que los que habitan en las alturas de Génova pudieran ser personas honradas, lo único que les indigna es que el chaval resultara un farsante. Pasó demasiado tiempo sin que nadie descolgara el teléfono para llamar a la sede del partido y decir: “Aquí hay un mequetrefe que dice que la vicepresidenta es una delincuente y pretende corrompernos proponiéndonos negocios turbios”. No, tal cosa no se produjo, todo les parecía de lo más normal. ¡Cómo debe ser el panorama moral en el que habitan!

Se suele decir que los políticos no están en sintonía con la calle, que viven en realidades diferentes, pero al parecer la opinión que tienen los ciudadanos de la gente que nos gobierna, finalmente, coincide con la de los propios cargos del PP. Todos parecen creer que sus compañeros son unos delincuentes. Ante la propuesta de delinquir no saltan las alarmas.

En efecto, el pequeño Nicolás parece ser un impostor, mejor dicho, un presunto impostor, pues a él también hay que aplicarle la presunción de inocencia, pero esa presunción ya no cabe para los cargos a los que contactó, que ya han demostrado que no tenían el menor inconveniente en la cohabitación con el delito.

Lo grave es que, a partir de ahora, aunque no lo sepa, ya no necesita mentir. Por más que se echen las manos a la cabeza los que le incubaron y ahora nieguen el pedigrí del muchacho, bastaría con que relatara su experiencia para dejar un retrato terrible de nuestra realidad administrativa. Estos apóstoles de la aniquilación de lo público saben de qué hablan. Con estos mimbres es imposible hacer un cesto.

No les gusta que se generalice cuando se habla de delincuencia, pero que ellos creyeran en la honestidad de sus compañeros ayudaría bastante a propagar la fe, al menos, en la cúpula dirigente que constituye su luz y su guía.

Aznar debería tener en cuenta lo que subyace en todo este caso para los próximos cursos de FAES. El pequeño Nicolás ya no ocupará un sitio en su mesa, pero su ausencia les debe mover, no a la autocrítica, que significaría la autoinmolación a nada que se pusieran mínimamente exigentes, sino a la reflexión sobre hasta dónde han llegado si los suyos, que creen conocerles bien, tienen tan baja opinión de ellos.

Se impone un lavado de imagen, lo del propósito de la enmienda no está en su naturaleza. Cada vez está más claro que vinieron a por las joyas de la corona y, en esa jauría privatizadora, algunos se han saltado la legalidad. No son los que más daño han hecho.

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Un caso legal que salta a los medios mientras escribo estas líneas es el de Carmen Cafranga, colega altruista de Aznar, Botella, Aguirre, Blesa…, mujer de gran poder dentro del partido que presidía una ONG: Asociación Patronato del Niño Jesús del Remedio, con la que consiguió un crédito opaco de 4,5 millones de euros de Caja Madrid siendo consejera de la entidad y que ella misma se encargó de ocultar en la documentación oficial. Pues bien, gracias al crédito se hizo una promoción inmobiliaria VPP (Vivienda con Protección Pública) en unas condiciones muy ventajosas que han producido un pelotazo de 13 millones de euros. Todo es legal, dicen, a la vez que asistimos al desalojo de la anciana de Vallecas.

El Niño Jesús del Remedio, otro que da problemas.

Estas nuevas generaciones vienen apuntando maneras.

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