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Juego de máscaras en Podemos y PSOE

En artículos anteriores he defendido la conveniencia de un pacto de gobierno entre los partidos de izquierdas (con el apoyo de los partidos nacionalistas o de Ciudadanos). Los principales argumentos eran los siguientes. En primer lugar, es la opción favorita en la opinión pública. En segundo lugar, posibilitaría la constitución de una alianza progresista de los países del Sur de Europa que permitiría establecer un contrapeso en la Unión Europea. En tercer lugar, hay fuertes complementariedades entre PSOE y Podemos (los puntos fuertes de cada uno son los puntos débiles del otro). En cuarto lugar, tras los ajustes brutales de la anterior legislatura, creo que el péndulo político debe girar hacia la izquierda.

Hoy me gustaría examinar la cuestión no desde el ángulo de lo deseable, sino del interés partidista. No intentaré añadir nuevos argumentos a lo que me gustaría que sucediese; más bien, trataré de entender qué es lo que mejor encaja con el interés político y electoral de los dos partidos.

Pues bien, el análisis nos lleva de inmediato a una paradoja. Desde las elecciones hasta aquí, hemos visto que Podemos ha declarado su intención de participar en un gobierno de coalición con el PSOE, mientras que el PSOE se aleja de tal posibilidad pactando con Ciudadanos. Pero me parece que en realidad debería ser al revés, pues lo que mejor le vendría a Podemos es estar en la oposición y al PSOE gobernar con Podemos. Veamos por qué.

Si el PSOE gobernara con Ciudadanos, ya fuese gracias a la abstención de Podemos o gracias a la del PP, y especialmente en este último caso, Podemos se transformaría en el gran partido de oposición en España. El PP ha quedado tan quemado por sus tramas de corrupción y sus políticas insolidarias que no podrá ejercer una oposición creíble durante un buen tiempo, más aún si Rajoy se mantiene como presidente del partido. Podemos podría dedicar todo su tiempo a defender que el PSOE es lo mismo que el PP o que el PSOE afirma una cosa en la oposición y luego hace otra cuando llega al gobierno. Teniendo que gobernar con Ciudadanos, el PSOE se vería forzado a renunciar a algunas de sus promesas electorales, diluyendo su perfil socialdemócrata. Además, todo parece indicar que la Comisión va a exigir, en el momento en que se forme el ejecutivo, un nuevo ajuste de unos 10.000 millones de euros, lo que dificultará aún más las políticas sociales que quiere poner en práctica el PSOE. En esas circunstancias, Podemos tendrá el campo libre para pretender ser la voz de los excluidos, los insatisfechos, los desengañados y, con un poco de esfuerzo adicional, la gente toda, presentando el gobierno liberal de PSOE-Ciudadanos como un intento desesperado de salvar un régimen agonizante que se resiste a desaparecer, incapaz de articular un cambio auténtico. Los momentos de lucimiento de Iglesias frente a un Sánchez presidente de un gobierno débil serían numerosos. Siendo previsible una legislatura breve, en las siguientes elecciones Podemos podría rebasar al PSOE y llegar, entonces sí, a ser el segundo partido del país, por delante de los socialistas.

Por el contrario, si Podemos entrara en un gobierno con el PSOE, los socialistas se encargarían de bajarle los humos a los podemitas. Gobernar es muy duro, sobre todo sin una mayoría parlamentaria sólida y bajo la atenta mirada de la Comisión y el Banco Central Europeo. Podemos tendría que abandonar no sólo su discurso maximalista (superación del “régimen del 78”, apertura de una fase constituyente, etc.), sino también su sobrecarga retórica. Resulta difícil imaginarse a los líderes de Podemos apelando al amor, a la belleza y al orgullo de ser diferente del resto de partidos cuando tengan que hacer recortes impuestos por Europa para cuadrar las cuentas. Y, quizá más importante, Podemos ya no podría seguir afirmando que el “régimen” les excluye porque sus políticas quieren acabar con los privilegios y la influencia desmedida de los grandes intereses económicos en la toma de decisiones.

El PSOE, a su vez, sólo tendría oposición por su flanco derecho, lo que le permitiría reconciliarse con aquellos antiguos electores que a partir de cierto momento concluyeron que las políticas del PSOE no eran suficientemente progresistas, marchándose en masa a Podemos, a la abstención o a partidos menores. De esta manera, al apostar por una coalición de izquierdas, el PSOE recuperaría parte de la credibilidad perdida y podría presumir de ser un partido integrador, dispuesto a incorporar a la izquierda más radical en la responsabilidad de gobierno.

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Estoy seguro de que sería un gobierno muy conflictivo, lleno de peleas y deslealtades internas, sometido a una oposición durísima del establishment económico y mediáticoestablishment . Los socialistas no tendrían un día de tranquilidad con Podemos en el ejecutivo. Seguramente, sería también un gobierno breve (como el que pudiera formar el PSOE con Ciudadanos), pero creo que los socialistas se cargarían de razones para culpar a Podemos por los errores cometidos, saliendo victoriosos en unos futuros comicios a los que los podemitas llegarían habiendo perdido la virginidad política.

Esta forma de analizar los intereses de los dos partidos choca claramente con las estrategias y discursos que han venido defendiendo desde el 20-D. Podemos, como antes indicaba, ha insistido en su deseo de gobernar con el PSOE, mientras que el PSOE ha hecho cuanto ha podido para evitar lo que entienden como el “abrazo del oso”, prefiriendo irse con Ciudadanos.

Como no faltan personas inteligentes en ambos partidos, no cabe pensar que los partidos no son capaces de entender lo que más les conviene. En realidad, si andan defendiendo justo lo contrario de lo que en principio les interesa es porque tras la celebración de las elecciones todo ha sido tacticismo, estrategia y añagazas. Podemos insiste en que quiere gobernar con el PSOE, cuando le vendría mejor dejar que el PSOE gobernase con Ciudadanos. Y el PSOE se empeña en alejar la posibilidad de gobernar con Podemos con la excusa de que no se puede llegar al gobierno con la abstención de los partidos nacionalistas. Una mezcla de cálculos electorales y juegos internos de poder impide a los dos partidos actuar según lo que más les conviene. Podemos debería abstenerse para que gobierne PSOE con Ciudadanos, ejerciendo una oposición que le granjeará nuevos apoyos, y el PSOE debería lanzar una oferta seria de gobierno de coalición a Podemos para tratar de recuperar a sus votantes perdidos y rebajar el maximalismo retórico de Iglesias. Entonces empezaría la política de verdad.

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