Plaza Pública
Análisis contra el odio
Vivimos en un momento histórico complicado para la diversidad. La austeridad está alimentando por toda Europa el crecimiento de los partidos extremistas, xenófobos, racistas, los partidos nacionalistas de la homogeneidad, del miedo, que odian la diversidad étnica, cultural, racial, religiosa y sexual. Su avance es preocupante. En Austria, por primera vez desde la segunda Guerra Mundial, el vencedor en la primera vuelta es miembro del ultraderechista, nacionalista y anti inmigración FPÖ. En Francia, Marine Le Pen, del ultraderechista, contrario al matrimonio igualitario y antimusulman, Frente Nacional, se acerca a las elecciones de 2017 siendo la candidata más valorada en las encuestas. En Alemania, el AfD (Alternative für Deutchland), un partido nacionalista de ultraderecha, contrario al matrimonio igualitario, la inmigración y la diversidad cultural está ya en tercera posición en las encuestas. En Reino Unido el UKIP (United Kingdom Independence Party) un partido homófobo y racista está situado en tercer lugar con un 12% del voto, tras vencer en las últimas elecciones europeas. La lista, sigue y sigue.
Como ya sucedió en el pasado, la austeridad económica está alimentando el resentimiento y el odio de la población, que en momentos de frustración económica busca culpables. Y como ya sucedió en el pasado, aparecen partidos que aprovechan esa frustración para alimentar el odio, para señalar a las minorías, a los débiles, a los pocos. Dicen que todo se solucionará discriminándolos, si impedimos que vengan los refugiados a chantajearnos tirándonos a sus hijos a las vías de tren, si evitamos que los musulmanes puedan robarnos nuestros países, si logramos que los judíos paguen sus crímenes, si conseguimos preservar la unidad del país, la santidad del matrimonio y la familia como siempre debió ser. Dice mucho de España el escaso éxito que este mensaje ha tenido entre nuestra población, incluso en los peores momentos de la crisis. Pero esos mensajes y esos discursos corren por toda Europa como un fantasma de otro tiempo, de un tiempo de entreguerras, de un siglo ya pasado que parece volver.
¿Están aumentando las agresiones a minorías? Sí. No hay duda sobre ello. Es una tendencia presente por toda Europa. En Francia, las agresiones contra musulmanes y judíos se han triplicado desde el atentado de Charlie Hebdo. En Reino Unido los crímenes de odio han aumentado en un 18% en 2015, especialmente los crímenes de odio racial y por orientación y/o identidad sexual. La Agencia Europea para los derechos fundamentales (FRA) afirma que “el clima social y político está apoyando cada vez más las agendas extremistas, racistas, xenófobas que explotan los miedos acerca del desempleo de los jovenes y el terrorismo y otros retos geopolíticos”. Y en España los informes sobre incidentes relacionados con delitos de odio que publica el Ministerio del Interior, apuntan desde 2013 a un crecimiento sostenido de este tipo de delitos contra las minorías. Vivimos un momento de retroceso del respeto a la diversidad y es necesario que se alcen voces responsables que denuncien las agresiones y los ataques, pero es también necesario que las organizaciones sociales tengan un análisis preciso de la situación y un planteamiento estratégico claro al respecto, que permita actuar y denunciar de manera responsable y efectiva.
Porque un mal diagnóstico es una catástrofe estratégica. Europa lleva arrastrándose ya casi una década de crisis por haber diagnosticado mal el problema poniendo el foco de las medidas y de los medios en donde no estaba el problema y por tanto, proponiendo soluciones que no eran tales. Así pues, detectar dónde está el problema del odio a la diversidad sexual es la clave para intervenir, para implicar e, incluso, para proponer soluciones.
Por tanto, la pregunta es ¿son las grandes ciudades, como apuntaba recientemente Rubén López, responsable del Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia, el centro del problema de las agresiones en España? La respuesta es que, aparentemente sí, pero en realidad, no. Veamos unos mapas, con datos del Ministerio del Interior, que ilustran esta aparente contradicción. Primero, analicemos los datos absolutos:
Delitos de odio contra la diversidad sexual. (2014) en cifras absolutas.
Delitos de odio contra la diversidad sexual. (2015) en cifras absolutas.
En efecto, en cifras absolutas, Madrid es una de las provincias con mayor número de delitos de odio, aunque no es la primera. Tanto el 2015 como en 2014 hay otras provincias, con menor población, que tienen un numero absoluto de agresiones mayor. Esto ya debería hacernos reflexionar. Pero veamos cómo quedan los mapas si los calculamos en forma de tasa, en forma de numero de agresiones a la diversidad sexual por cada 1000 habitantes.
Tasa Delitos de odio contra la diversidad sexual. (2014) Hechos por cada 1000 hab.
Tasa Delitos de odio contra la diversidad sexual. (2015) Hechos por cada 1000 hab.
Como vemos, aunque en los mapas en números absolutos parece que el odio a la diversidad se concentra en las grandes ciudades como Madrid, Valencia, Sevilla, o Barcelona, cuando describimos los delitos diversexfóbicos en forma de tasa (agresiones / 1000 hab.) para eliminar el factor de concentración de la población y obtener así la posibilidad de ser agredido por tu orientación y/o identidad sexual, Madrid desaparece, literalmente, del mapa. Y eso sin tener en cuenta que muy posiblemente se están denunciando muchos menos casos en las provincias de los existentes. En 2014, 17 provincias no recibieron ninguna denuncia y en 2015 fueron nada menos que 22 provincias donde no hubo denuncia alguna. A pesar de ello, que rebaja la tasa de agresiones estatal, la tasa de agresiones por cada 1000 habitantes de Madrid está algo por debajo de la media estatal en 2015 y bastante por debajo de la media en 2014. De hecho, para que Madrid tuviese la tasa más alta de delitos de odio del estado, debería haber tenido en 2014 alrededor de 590 agresiones y tuvo 26.
En resumen, los datos nos muestran que Madrid tiene un número elevado de agresiones a la diversidad sexual, incluso es casi seguro que estén aumentando dichas agresiones, en la línea de lo que sucede en toda España y en Europa. Los esfuerzos por visibilizar y denunciar los casos son positivos y pueden llevar a que muchos casos que no eran denunciados, se denuncien y hagan públicos. Pero no se puede afirmar, por lo menos en base a los datos del Ministerio, que las agresiones se den proporcionalmente más en las grandes ciudades ni tampoco que el nivel de odio a la diversidad sexual en Madrid esté entre los primeros del estado. En realidad, es más bien al contrario. La Comunidad de Madrid concentra 6.436.996 habitantes, un 13% de la población de todo el estado y una gran concentración de población LGTB+, como muestra la existencia de Chueca y estudios como Nupcialidad de parejas del mismo sexo: Igualdad legal sin igualdad social.
Esta intensa concentración de población y especialmente de población LGTB+ debería hacer que el número de agresiones a la diversidad sexual fuese extremadamente elevadas tan solo con que Madrid tuviese una tasa media de delitos de odio diversexfóbicos. Pero sus cifras son muy contenidas. Si se asume una tasa homogénea de agresiones a la diversidad sexual en cada provincia del estado, lo que indicaría que el odio a la diversidad, la probabilidad de ser agredido es similar en todas las provincias, Madrid, con el 13% de la población del estado, debería acumular como mínimo un 13% de los delitos de odio a la diversidad sexual. Pero según los datos del Ministerio del Interior, este no es el caso. En realidad, Madrid concentra tan solo un 11,24% (2015) y un 5,06% (2014) de los delitos de odio y eso sin tener en cuenta la mayor concentración de poblacion LGTB+ de Madrid y el escaso nivel de denuncia en el resto del estado. Los datos apuntan, por tanto, a algo que no es una sorpresa: Madrid es un lugar especialmente protegido frente al odio a la diversidad. No es casualidad la existencia de Chueca o de múltiples negocios y servicios para la población LGTB+, por mucho que la situación esté empeorando en todo el estado. En realidad, esos espacios atienden precisamente a la aceptación y valoración de la diversidad existente en Madrid, que atrae la diversidad, con una fuerte migración LGTB+ desde las provincias a la capital, algo difícilmente compatible con indicar implícitamente, como se ha planteado en los medios, que el lugar con mayor intensidad de agresiones y odio a la diversidad sexual (diversexfobia) en los últimos tiempos son las grandes ciudades y Madrid.
Madrid es, según los datos de Ministerio y a la luz de la alta concentración de población LGTB+, uno de los lugares más seguros existentes en España para el colectivo LGTB+ y es por ello, posiblemente, por lo que las agresiones se detectan, se denuncian y activan todas las alarmas del colectivo LGTB+, de asociaciones que, posiblemente con buena intención, lanzan la alarma desde el punto de vista mediático y personal, sin previamente analizar las cifras agregadas, lo que permitiría contextualizar, matizar y centrar esfuerzos en los lugares más difíciles, en las comunidades autónomas más duras, con mayores tasas de agresiones o, incluso, sin ninguna agresión denunciada, en comunidades más homogéneas y menos abiertas a la diversidad sexual como Galicia, Extremadura, Castilla la Mancha o Castilla y León. El centro del rechazo a la diversidad sexual, ya apuntado en el estudio sobre Nupcialidad de parejas del mismo sexo, está en las comunidades autónomas más rurales, envejecidas, homogéneas, despobladas, comunidades olvidadas estratégicamente por un activismo centrado en Madrid que, en multitud de ocasiones, al ser más reactivo que proactivo, se ve arrastrado a la inmediatez mediática más que al análisis pausado, estratégico, que permitiría priorizar las intervenciones allí dónde es más necesario y no donde, precisamente, hay más población LGTB+, asociaciones más fuertes y mayor aceptación de la diversidad sexual.
En resumen, se hace duro para la población LGTB+ que no vive en Chueca o Madrid, que vivimos en entornos sin recursos de ocio, asociativos, sin apoyo efectivo de las organizaciones LGTB+ estatales, o incluso sin redes de apoyo social o personal, ver como el debate que acapara titulares y centra la estrategia de los colectivos LGTB+ es Madrid y Chueca, con declaraciones afirmando, sin apoyo en los datos, que allí y en las grandes ciudades es donde está concentrado el problema de las agresiones, cuando la posibilidad de ser agredido en esos lugares es en realidad menor. Sin dejar de denunciar y organizarse contra las agresiones, en Madrid o donde sea, creo que sería muy positivo sacar el foco mediático de Madrid, pues por pura cantidad de población siempre tenderá a tener un número absoluto de agresiones elevadas. Se hace necesario poner el foco en los lugares donde la diversexfobia ni siquiera es evidente, está naturalizada, tapada por un manto de silencio, de miedo, autocensura y armarios.
Homofobia al cruzar la 'frontera imaginaria' de Chueca
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Si, vivimos en tiempos complicados, de aumento del odio a las minorías, de aumento de las agresiones, en Madrid, en España y en toda Europa. Y por ello debemos analizar con precisión lo que está pasando y actuar contra el odio no donde es más fácil tener impacto mediático, sino donde es más necesario.
Se requiere análisis contra el odio. Nos jugamos mucho en ello. _________________________________
Ignacio Paredero es sociólogo y politólogo por la Universidad de Salamanca y presidente de FECyLGTB+ (Federación Castellana y Leonesa de Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales y más)