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Miguel Ríos: "Cada concierto es como un lifting emocional que te estira las arrugas del alma"

Miguel Ríos en el WiZink Center en marzo de 2022

Marzo de 2022. Cuarenta años después. Del ya desaparecido Pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid al WiZink Center. Abarrotados ambos, cuatro décadas mediante. Tal es el legado de Rock&Ríos, el doble disco en directo que se convirtió en lo más vendido de 1982 en España con casi un millón de copias y que convirtió a Miguel Ríos (Granada, 1944), si acaso no lo era ya, en el rockero bandera de la recién estrenada democracia. Y tanto le gustó al granadino la celebración del pasado año en la capital que este 2023 vuelve a la carretera para prolongar el festejo en una quincena de ciudades desde ya mismo (ayer, de hecho) hasta noviembre.

Un regreso a la carretera porque la carretera nunca se deja y, como suele decirse, los rockeros tienen necesariamente que morir con las botas puestas. No tienen escapatoria, es su destino, es su sino. "Hubo muchos veranos que hacía más de cien conciertos de bolo en bolo, de feria en feria. Pero como era más joven el físico estaba tan fuerte que me recuperaba casi al instante", rememora el músico, quien admite a infoLibre que "con los años, se gana técnica vocal, pero hay que currarse mucho la voz y el físico para estar a la altura del repertorio que lleves en el concierto". "Yo, ahora, en la gira del 40 aniversario del Rock&Ríos, que empieza en unos días, espacio los conciertos convenientemente para facilitar la recuperación", apostilla.

Con tantos conciertos en su garganta, no es de extrañar que Miguel Ríos haya hecho todos los formatos habidos y por haber, si bien en esta ocasión vuelve con Rock&Ríos a las plazas de toros y, ya en otoño, a los grandes locales cubiertos. Eso sí, independientemente del lugar donde haya que tocar, él siempre se plantea un día de concierto como una "ceremonia". "Desayuno, un poco de gimnasio, algo de cardio suave y comida temprana. Siesta en cama, ducha y salida para la prueba de sonido", enumera, efectivamente, sabedor de la importancia de una buena y medida rutina para rendir al máximo llegado el momento de salir a escena. 

Antaño era todo mucho más "caótico", tal y como recuerda el rockero, cuando no había teléfonos móviles ni grupos de whatsapp. "Aquellos tiempos del 'si pudiéramos para un minuto más, necesito telefonear', eran giras mucho más complicadas de organizar que ahora", remarcando la relevancia de la figura del road manager que se encarga de que todo funcione con precisión: "Él marca la hoja de ruta y arregla los marrones en tiempo real, y todo el mundo se conecta con él a la mínima".

Y continúa explicando: "Todo está reglado. El road manager te avisa y te llevan al local del concierto. Se prueban los niveles y la mezcla de la banda en los in ears (auriculares a través de los que los músicos se escuchan a sí mismos durante la actuación). Después de chequear todo, me quedo en el camerino y repaso la rutina de lo que voy a decir, hago el calentamiento vocal con mi foniatra vía internet, saludo a algún invitado y al sitio de mi recreo, parafraseando a Antonio Vega. Ah, y siempre, antes de salir al escenario, hacer piña con la banda. Sentir que tenemos que agradecerle a nuestros mecenas que nos hayan elegido entre tanta oferta y subir al escenario a dejarlos pasmados".

En un país tan diverso como el nuestro, los cantantes tienen que tener especial cuidado con los aires acondicionados y con los bruscos cambios de temperatura que implica actuar en el sur o en el norte. "Hay que aprender a protegerse", admite Miguel Ríos, quien relata divertido que él lo hace con el "método de la cebolla", esto es, "vestir por capas". "Lo que más afecta es el sobresfuerzo vocal y el polvo de las plazas de toros, pero yo ahora actúo para públicos sentados, así que, adiós a cenar arena", añade entre risas, apostillando además que, para tener una recuperación óptima y hacer frente a posibles imprevistos, este año dan un concierto por semana, salvo en el caso de Canarias, donde por logística harán Las Palmas y Tenerife en la misma semana. 

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A las islas la gira llegará, claro, en avión, pero el resto del kilometraje será principalmente por carretera. "Cuando llevas sesenta tacos en esto, se ha viajado todo tipo de transporte. Ahora me muevo por carretera, porque me da más libertad y te puedes llevar hasta las almohadas de casa", relata jocoso, explicando la organización de la tournée: "En la gira acústica del año pasado por teatros y auditorios, yo viajaba en una furgo, los músicos en otra y los técnicos en otra. Esto obedece a los diferentes tiempos en los que tenemos que aparecer por el montaje del bolo. Yo duermo siempre la noche anterior en la ciudad donde canto. El viaje ahora es muy cómodo, una buena furgona, buenas carreteras, un buen libro y una tablet, hacen que llegar al sitio donde tocas no sea tan duro".

Con toda una vida sobre las tablas, ha vivido el músico miles de aventuras y anécdotas, pero comparte con gracia una en particular: "Un bolo del Rock&Ríos original, en un pueblo del sur de cuyo nombre no me quiero acordar. El suelo del escenario era tan delgado e inconsistente que, al dar uno de mis 'míticos' saltos, el conglomerado se rompió y quedé encajado en él hasta los codos. Una situación muy desairada y algo ridícula". Este incidente seguramente hizo que aquella noche no se celebrara como las demás... o quizás sí, pues la fiesta postconcierto parece también una gozosa obligación ineludible cuando se está en ruta, si bien reconoce el granadino que las cosas han cambiado con los años: "Uno desparrama cuando puede. Creo que después de cantarme el repertorio del Rock&Ríos, a mis 79 tacos, a lo más que llegaré será a desparramarme (después de un buen masaje) en la cama del hotel dulce hotel, que cantara Sabina. Ahora se celebran los éxitos en las comidas del día después".

Eso sí, por más que pasen y pesen los años, al término de cada recital siempre aparece esa euforia cuando el "público te devuelve tu canción amplificada por miles de gargantas", algo que Miguel califica de "lifting emocional que te estira las arrugas del alma". Es por esto que confiesa que más que adaptarse a salir de gira, cuando él cambia el chip es cuando no hay conciertos. "Mi estado natural ha sido salir al escenario a disfrutar con la gente, en verano o en invierno. Es lo que le da sentido al esfuerzo que haces para estar en forma: sentir pasar el aire por la garganta y notar la vibración en la gente es lo te valida para cantar rock and roll siendo un viejo rockero", afirma, compartiendo para terminar qué siente al volver al hogar tras tanta carretera: "Cuando era más joven decía 'joder, tanto tiempo corriendo para regresar al mismo lugar'. Ahora, sobre todo cuando vuelves de un viaje del otro lado del planeta imitas al alienígena de ET y dices 'mi caaasa'".

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