Egipto se abona a la tibieza frente a la masacre en Gaza

Palestinos desplazados en la Franja de Gaza.

Gwenaelle Lenoir (Mediapart)

¿Se puede hacer política repitiendo el mismo mantra una y otra vez? Eso es lo que el presidente egipcio Abdel Fattah Al-Sissi parece creer, o quiere hacernos creer. El jueves 30 de mayo, en el foro China-Países Árabes celebrado en Pekín, volvió a insistir en su oposición a cualquier desplazamiento masivo de gazatíes al Sinaí. También sermoneó a la comunidad internacional para que “ponga fin al asedio israelí y cese todo intento de obligar a los palestinos a abandonar su tierra por la fuerza”. Y se mostró a favor de la solución de los dos Estados. 

Las esperadas y poco sorprendentes declaraciones de principios del presidente egipcio no enmascaran la cautelosa reacción de El Cairo ante los acontecimientos de las últimas semanas e incluso últimas horas. Sin embargo, ponen en tela de juicio un statu quo que dura varias décadas y los diversos acuerdos firmados entre Israel y Egipto, incluido el tratado de paz de Camp David de 1979, el primero de este tipo entre el Estado hebreo y un país árabe. 

Las “líneas rojas” proclamadas por los dirigentes egipcios palidecen ante el avance de los israelíes. Tel Aviv anunció el miércoles 29 de mayo que había tomado el control total del corredor Filadelfia. Esta zona tapón, situada en territorio palestino, tiene 14 kilómetros de largo y unos cien metros de ancho, y marca la frontera entre Egipto y la Franja de Gaza. El Cairo apenas ha protestado. 

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lo había convertido a finales de diciembre de 2023 en objetivo militar: “El corredor Filadelfia debe estar en nuestras manos y bajo nuestro control”, declaró en rueda de prensa. 

En aquel momento, El Cairo respondió severamente a través del director de la Agencia General de Información egipcia, Diaa Rashwan: “Cualquier movimiento israelí para ocupar el eje Filadelfia en la Franja de Gaza supondrá una seria y grave amenaza para las relaciones egipcio-israelíes”, replicó, añadiendo que las fronteras de Egipto no podían ser “rehenes de un grupo de dirigentes extremistas israelíes”. 

El estatuto del corredor Filadelfia se negoció al mismo tiempo que el tratado de paz de 1979 entre Israel y Egipto, tras el cual las fuerzas israelíes se retiraron del Sinaí, ocupado desde la guerra de 1967. El llamado acuerdo de Filadelfia, firmado en 2005 después de que Israel retirara unilateralmente sus asentamientos de la Franja de Gaza, aunque preveía que las fuerzas israelíes patrullaran la zona, la convirtió en una zona con una presencia militar limitada. 

Las reacciones de Egipto son cada vez más débiles

El ejército israelí, por su parte, justificó su operación militar por la existencia de túneles de contrabando en la zona, utilizados por Hamás para introducir armas en el enclave palestino. Afirmó haber descubierto 20 de estos túneles desde que tomó el control. 

Egipto ha negado la existencia de esos túneles. Sin embargo, no ha mencionado haber realizado gran parte del trabajo, pues Sissi comenzó a destruir los túneles, que desde 2014 desembocaban por centenares en Rafah, pocos meses después del derrocamiento del presidente electo Mohamed Morsi, miembro de los Hermanos Musulmanes de los que surgió el Hamás palestino. 

Los túneles servían para introducir de todo en el territorio palestino, sometido a un severo bloqueo desde que Hamás tomó el poder en 2007: materiales de construcción, herramientas y repuestos de maquinaria, golosinas, pañales para bebés, rebaños de ovejas, cargamentos de Tramadol... y armas. 

“Controlar el paso de Rafah y el corredor de Filadelfia es una cuestión de seguridad nacional y soberanía para Egipto", afirma Agnès Levallois, especialista en Oriente Próximo y Oriente Medio y vicepresidenta del Instituto de investigación y estudios del Mediterráneo y Oriente Próximo (Iremmo). “Porque la región del Sinaí es muy sensible en términos de seguridad y El Cairo quiere controlar los movimientos desde la Franja de Gaza”, añade. 

«El riesgo para Sissi es una afluencia masiva de refugiados de Gaza. Sería una segunda Nakba [éxodo forzoso de palestinos en 1948 - ndr]", prosigue. “Todo el mundo sabe que si esto ocurre, Israel nunca aceptará que los gazatíes regresen a Gaza. Sería un enorme riesgo político para el presidente egipcio, porque la población egipcia lleva muy mal lo que está ocurriendo en Gaza.”

 

La situación económica y social de Egipto es extremadamente preocupante. Por eso no puede permitirse perder la ayuda americana.

Agnès Levallois, especialista en Oriente Próximo y Oriente Medio

 

¿Podría Sissi, a pesar de todo, aceptar abrir el paso de Rafah por “razones humanitarias” a cientos de miles de gazatíes exhaustos y aterrorizados por meses de guerra? A pesar de los desmentidos del presidente egipcio, sigue planteándose la cuestión. 

Ya en noviembre, las capitales árabes eran un hervidero de rumores: En los salones de Ammán (Jordania), por ejemplo, se decía que Sissi iba a dar marcha atrás en su negativa a abrir la frontera a los desplazados a cambio de la anulación de su colosal deuda de más de 150.000 millones de euros, invitando a los acreedores a que hicieran un “gesto” a través de Estados Unidos.  

Son rumores, cierto, pero basados en la realidad: “La situación económica y social de Egipto es extremadamente preocupante. Por eso no puede permitirse perder la ayuda americana", añade Agnès Levallois. “El régimen necesita dinero; está atrapado entre Occidente, que lo financia, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial”, afirma Mohannad Sabry, periodista e investigador egipcio que vive exiliado en Londres. 

Todos los indicadores están en rojo: una política ruinosa de grandes obras, caída de los ingresos del turismo y del Canal de Suez, devaluación de la libra egipcia y cuestionamiento de las subvenciones al precio del pan. La ayuda de los americanos y sus aliados es más necesaria que nunca para la supervivencia del régimen. 

“Sissi no quiere una afluencia desorganizada y masiva de cientos de miles de refugiados palestinos que crucen la frontera en tropel. Eso plantearía demasiados problemas de seguridad", añade Mohannad Sabry. “Pero si es gradual, en las condiciones establecidas por El Cairo... Obviamente, todo esto se discute a puerta cerrada, y no en público”. 

En febrero, imágenes por satélite mostraban nivelaciones de tierra excavaciones cerca de la frontera con Gaza, en el lado egipcio. La ONG Fundación Sinaí para los Derechos Humanos afirmó que esta zona, un futuro campo cerrado, estaba destinada a albergar a decenas de miles de personas. También en este caso, el régimen represivo de Sissi camina por la cuerda floja. 

Represión de la solidaridad con Gaza

“Al pueblo egipcio le costaría aceptar la complicidad de su país en una nueva Nakba", señala un investigador de El Cairo que prefiere el anonimato por miedo a la represión. “Estamos muy disgustados por lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza. Se puede ver en el transporte público, por ejemplo, todo el mundo tiene la vista puesta en los vídeos que vienen de Gaza. Corre el rumor de que la abuela de Sissi era judía y eso explicaría su mansedumbre con Israel. Son señales claras, mientras el régimen prohíbe cualquier manifestación de solidaridad con los palestinos”. 

La más mínima iniciativa en apoyo de los gazatíes es brutalmente reprimida. La web egipcia independiente Mada Masr informa de ello con valentía. En otoño, a un convoy de solidaridad que se dirigía a Rafah se le impidió tomar la carretera del Sinaí porque carecía de autorización para cruzar los numerosos puestos de control militares desplegados en la provincia. Fueron detenidos los activistas que protestaban ante el ministerio de Asuntos Exteriores egipcio y cuatro extranjeros expulsados.

 

La alianza entre egipcios e israelíes nunca ha sido tan profunda [...]. El propio Sissi goza de gran prestigio en los círculos militares y de seguridad israelíes.

Mohannad Sabry, periodista egipcio en el exilio

 

Recientemente, unas cuantas activistas se atrevieron a expresar su solidaridad con las mujeres palestinas y sudanesas frente a la oficina de la ONU para los derechos de la mujer en El Cairo: fueron detenidas, retenidas durante 24 horas en comisaría y puestas en libertad bajo fianza. Su fama las protegió del mismo destino de dos estudiantes detenidos por una página de Facebook en solidaridad con los gazatíes. Tras desaparecer sin más en las cárceles del régimen, reaparecieron para ser acusados por el fiscal de la Seguridad del Estado de pertenecer a una organización terrorista. 

Según los opositores egipcios, esto es una prueba de la connivencia entre el régimen de Sissi y los dirigentes israelíes, lo que explica las tibias condenas de El Cairo. “La alianza entre egipcios e israelíes nunca ha sido tan profunda", afirma Mohannad Sabry. “Y no es sólo por la guerra, ha sido así desde que Sissi llegó al poder. Hubo una estrecha cooperación durante la guerra contra el terrorismo y contra el Estado Islámico en el Sinaí [entre 2014 y 2018 - ndr]. El propio Sissi es muy apreciado en los círculos militares y de seguridad israelíes. Así que cuesta imaginar que las reacciones egipcias irán más allá de frases vacías.” 

El Cairo ha permitido a los israelíes gestionar la entrada de ayuda humanitaria y personal internacional a través del paso de Rafah desde el inicio de la guerra sin protestar, participando así, acusan los opositores al régimen de Sissi, en el asedio al enclave palestino. Aunque Egipto se unió a Sudáfrica en la presentación de una denuncia ante la Corte Internacional de Justicia, lo hizo tarde, en mayo, en protesta por la toma del paso fronterizo de Rafah por el ejército israelí. 

A los dos soldados muertos en la frontera durante un intercambio de disparos con el ejército israelí el 27 de mayo no se les hizo un homenaje nacional. Incluso se pidió a los medios de comunicación egipcios que mantuvieran un perfil bajo y no asistió a sus funerales ningún representante del Estado, ni siquiera del ejército. 

Tmbién se vio empañada la reputación de los negociadores egipcios, al afirmar la CNN el 22 de mayo que la inteligencia egipcia había cambiado los términos del último acuerdo propuesto sobre alto el fuego e intercambio de prisioneros, aceptado por Hamás y rechazado por Israel. “Es una manipulación israelí para justificar el rechazo", afirma Mohannad Sabry. “No tengo ninguna simpatía por el régimen egipcio, pero los negociadores egipcios tienen muchísima experiencia y son los mejores de la región.” 

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Una vez más, la respuesta de El Cairo fue tibia. Bailar en la cuerda floja es un delicado arte.

 

Traducción de Miguel López

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