Taylor Swift soy yo

La cantante Taylor Swift durante la primera de sus dos actuaciones en el Estadio Santiago Bernabéu, a 29 de mayo de 2024, en Madrid (España).

Miguel Roig

1 (era)

Taylor Swift fue elegida por la revista 'Time' personaje del año en 2023, siendo la primera artista de la música pop que ocupaba ese lugar. Ni Madonna ni Bob Dylan, ni otro músico. En casi un siglo de elegir anualmente a la persona más destacada cada año han llegado a celebrar al ordenador en 1982 como “máquina del año” o al usuario anónimo de internet en 2006, pero jamás a un artista. A esta altura en la que la revista ha quedado reducida a una referencia de la que solo da cuenta de su existencia el ecosistema de medios podríamos decir que es Taylor Swift quien elige a 'Time' y no viceversa. Este es el tiempo de Taylor Swift. Es su era.

La última era conocida en el ámbito de la música popular fue la de Acuario, lanzada en el musical Hair y hasta Raphael hizo una versión de ella en su día. Taylor Swift convierte en 'era' a cada uno de sus álbumes porque condensan un momento de su vida, tomando 'era' como un ciclo o una fase temporal reducida a unos pocos años. Y esa etapa se corresponde con el mismo ciclo vital de una audiencia global de millones de swifties.

Taylor Swift tiene 34 años y la primera era data de 2006, es decir, contaba con solo 17 años, aunque pisaba escenarios desde niña como una revelación del country. En aquel álbum canta Our song, uno de sus clásicos, que interpreta de manera acústica en la gira The Eras Tour, quizás para ayudar a que brote melancolía de un pasado que, cronológicamente, solo está detrás de una puerta que se cerró no hace tanto pero que, en el reloj emocional, suena a eso, a otra era: "Our song is the slamming screen door / Sneakin' out late, tapping on your window / When we're on the phone and you talk real slow / 'Cause it's late and your mama don't know" ("Nuestra canción son los portazos / Las salidas a escondidas, los golpes en tu ventana / Cuando estamos en el teléfono y hablas muy bajo / Porque es tarde y tu mamá no lo sabe").

Mi comunidad de fans y yo crecemos juntos. A mí me pasa algo, hago un disco sobre ello, se publica y... a veces coincide con lo que les pasa a ellos. Es como si leyesen mi diario”, dice Taylor Swift en el documental Miss Americana.

2 (rejas)

Joe García tiene más de cincuenta años y lleva dos décadas en prisión por cometer un asesinato. Cuenta que en 2009, cuando lo condenaron a cadena perpetua, escuchó por primera vez alguna canción de Taylor Swift. “No le dije a nadie que pensaba que tenía talento”, escribe. Unos años después lo cambian de cárcel. “Tumbado en la litera de arriba, escuchaba los ronquidos de mi compañero de celda y esperaba a que volviera a sonar We Are Never Ever Getting Back Together. Cuando lo hacía, pensaba en la mujer con la que había vivido siete años antes de la prisión. Recordaba los momentos agridulces en que mi novia me había visitado en la cárcel del condado. Nos mirábamos a través del cristal de seguridad reforzado con alambre. No me parecía justo hacerla esperar, y le dije que se merecía un compañero que pudiera estar con ella”.

Joe García comenzó a escribir en la cárcel, a publicar sus artículos en Prison Journalist Proyect, y colabora ahora con 'The Washington Post' y con 'The New Yorker', revista en la que publicó Escuchar a Taylor Swift en la cárcel en septiembre del año pasado, cuando aguardaba a que la Junta de Audiencias de Libertad Condicional de California le concediera la excarcelación. En ese momento, escribe: “Taylor Swift tiene actualmente los mismos años [33] que yo cuando me detuvieron. Me pregunto si su música habría resonado en mí cuando tenía su edad. Me pregunto, también, si habría reaccionado a las palabras "I'm the problem, it's me" ("el problema soy yo"). Los suyos deben de ser problemas de champán comparados con los míos, pero sigo viéndome reflejado en ellos”.

No hay otra artista que haya llevado tan lejos la autoficción en el espacio de la música popular y, aunque suene superficial, toca nudos emocionales que alcanzan a todos. Corín Tellado creaba ficción sorteando la censura a través de la elusión; Taylor Swift cuenta su vida a tumba abierta en un ejercicio de inclusión

No hay otra artista que haya llevado tan lejos la autoficción en el espacio de la música popular y, aunque suene superficial, toca nudos emocionales que alcanzan a todos. Corín Tellado creaba ficción sorteando la censura a través de la elusión; Taylor Swift cuenta su vida a tumba abierta en un ejercicio de inclusión. Ningún otro artista ha conseguido compartir una narrativa con una audiencia global. Se diría que es el relato de una generación que se mira en el espejo de Taylor y se encuentra a sí misma. Un público que se escapa por los bordes de ese nicho etario y que alcanza a personas como Joe García, quien la escucha desde la cárcel: “'I’ll stare directly at the sun, but never in the mirror' ('miraré fijamente al sol, pero nunca al espejo'), canta Swift, y pienso en los espejos de plástico de siete por cinco centímetros que hay dentro [en la cárcel]. Durante años, ahí fuera, me vi como el antihéroe de mi propia y deformada autonarrativa. ¿Quiero verme con claridad?”

3 (culo)

Taylor es la primera cantante elegida por 'Time' como persona del año en calidad de artista global, pero Swift escapa incluso a sus propias metas inalcanzables. Seis años antes estuvo en ese mismo podio, pero esa vez fue por atreverse a hacer pública otra página de su diario.

En 2017 la misma revista 'Time' reconoció al colectivo Me too y, bajo el título The silence breakers (Las que han roto el silencio), dio voz a un grupo de mujeres de diferentes etnias, clases sociales y ocupaciones que denunciaron el acoso sexual y pusieron en marcha el movimiento, razón por la cual fueron elegidas personajes del año. Taylor estaba allí.

Dos años antes, mientras posaba en un photocall, flanqueada por el locutor y DJ de radio David Mueller y la novia de este, Mueller cogió el culo por debajo de la falda a Taylor mientras los fotógrafos tomaban imágenes. Tardó casi dos años en denunciarlo y cuando lo hizo, Mueller la demandó por una cifra millonaria. Ella interpuso otra por un dólar, cifra que aún el locutor no ha abonado a pesar de perder las dos demandas. “Creo que el acto de desobediencia es simbólico en sí mismo”, dijo la cantante en la entrevista de 'Time'. En Miss Americana se pregunta qué es lo que ocurre en aquellos casos en los que solo existe el testimonio de la persona que ha sufrido una violación y no, como en el suyo, en el que además de la fotografía está el testimonio de siete testigos.

Taylor Swift no ha hecho ninguna canción sobre este trauma salvo una mención en un concierto, un año después del juicio y un guiño, así lo leen sus fans, en el videoclip de You need to calm down, una canción contra la homofobia, en el que se ve un billete de un dólar en una bañera de diamantes en la que aparece el rostro de la cantante. De todos modos, la declaración de Swift en el tribunal dibujó un perfil claro de su personalidad.

Como la heroína de una película clásica de drama judicial, en el estrado enfrentó al abogado de Muller para increparlo: "No voy a permitir de ninguna manera que usted o su cliente me hagan sentir que esto es culpa mía. Me están culpando de los desafortunados acontecimientos de su vida que son producto de sus decisiones. No de las mías". Entre la audiencia femenina global y ella, hay otra consigna que fluye más allá de la autoficción de su obra, compartida por las partes, y que no está escrita en ninguna canción, pero habita el imaginario colectivo: “Yo sí te creo, hermana”.

4 (cash)

Hay dos relatos de Taylor Swift que funcionan como satélites del axial que es el emocional y que habita el planeta swiftie. Uno es económico con alguna derivada moral y el otro político significado por cierto activismo. Vamos a dejar aparte algunas secuencias del reality show como el enfrentamiento con el rapero Kanye West y su exmujer Kim Kardashian (socialité: hibrido social que solo el declive del capitalismo puede producir), aunque Swift no solo metabolizó aquel despropósito, sino que lo convirtió en material creativo alimentando la autoficción. Nada se pierde.

El pliegue moral sobre las reglas del mercado aparece cuando su antigua compañía, Big Machine Records, le arrebata los derechos de parte de su discografía al venderlos al productor Scooter Braun. Taylor Swift aceptó las leyes del sistema, pero optó por una vía inédita en la industria musical. Volvió a reversionar uno a uno cada álbum, literalmente los clonó y los puso en circulación bajo el rótulo Taylor’s Version ,superando con creces las ventas de sus ediciones originales. Cuando John Lennon dijo que el cristianismo estaba en decadencia y los Beatles eran más famosos que Cristo, en varias ciudades de Estados Unidos se quemaron miles de sus discos. Ringo Starr lo valoró positivamente: “En unos años los exaltados volverán a comprar cada uno de los álbumes sacrificados”. Llevaba razón, pero ellos solo tuvieron que editar copias nuevas de los mismos discos.

Si bien la resiliencia forma parte del capital simbólico de Taylor Swift ante circunstancias muy adversas, no quita que la cuantía de beneficios que genera lleve a que se publiquen noticias suyas en las páginas salmón como una multinacional más. Se calcula que la actual gira The Eras Tour acabará inyectando unos 5.000 millones de dólares a la economía de Estados Unidos y, de momento, 'Forbes' la considera la quinta mujer más poderosa del mundo.

Detrás de la arquitectura financiera de la gran empresa musical que es Taylor Swift, aún hoy, está su padre, Scott, exvicepresidente de la banca de inversión Merril Lynch. La madre, Andrea Swift, fue directora de marketing de una agencia de publicidad y responsable de la imagen de Taylor en los primeros años de carrera. Si bien su talento es inabarcable y la entrega de Taylor total, ya que la comparación económica con los Beatles y sus logros es permanente, tampoco hay que olvidar que pasaron bastantes años hasta que los Fab four se cruzaran con Brian Epstein y George Martin, después de abandonar los márgenes de Liverpool, rodar por Hamburgo y finalmente, encausar su capital creativo. Otra era.

Los asesores republicanos del candidato van con sumo cuidado y miden cada paso ante un movimiento de Taylor Swift en favor de los demócratas en las elecciones de noviembre

5 (pancarta)

La mancha mediática de Taylor Swift es totalizadora ya que, dejadas atrás las páginas de cultura y economía, también la encontramos en la sección política. Una de las secuencias de mayor tensión en Miss Americana es la discusión que mantiene con su equipo de trabajo –the organization, le llama ella– para hacer público su apoyo al candidato demócrata de Tennessee para el Senado en las elecciones de medio término de 2018. De más está decir que la prensa conservadora la atacó sin miramientos, pero Donald Trump fue cauto: “Ahora me gusta un 25% menos”.

Los asesores republicanos del candidato van con sumo cuidado y miden cada paso ante un movimiento de Taylor Swift en favor de los demócratas en las elecciones de noviembre. Tal y como están las cosas y con la eventual candidatura de Kamala Harris, prácticamente es un hecho la involucración de Swift. Después del episodio de acoso del que fue víctima su visión cambió radicalmente: “No puedo apoyar a una candidatura [republicana] que vota contra la violencia de género, el acoso sexual, la homosexualidad; piensan hoy igual que en los años cincuenta”.

El single Only the youg lo escribió durante aquellas elecciones, pero lo publicó en 2020, año en el que ganó Joe Biden. Lo cuenta en Miss Americana, donde reflexiona sobre los resultados negativos de la elección, pero dice convencida que "en dos años se incorporarán tres o cuatro millones de personas ahora menores de 18 años en condición de votar". Ahí está la canción: "They aren't gonna help us / Too busy helping themselves / They aren't gonna change this / We gotta do it ourselves ("Ellos no nos van a ayudar / Están demasiado ocupados salvándose a sí mismos / Ellos no van cambiar esto / Tenemos que hacerlo nosotros"). A las barricadas.

El lingüista y analista político George Lakoff concibe dos marcos para separar las narrativas conservadoras de las progresistas. El espacio de la derecha es un campo en el que prima la propiedad, la disciplina y la jerarquía como consecuencia del mérito. La familia es una entidad vertical en la que el principio de autoridad ordena la convivencia. Cuando Lakoff esboza el marco progresista señala el principio del bien común, la diversidad, la dignidad humana y la libertad, desarrollado todo a partir de una estructura base que es la familia descrita como un núcleo horizontal en el que se experimentan inicialmente todos estos principios.

Marine Le Pen: yo no soy esa

Marine Le Pen: yo no soy esa

¿Cómo ubicar a Taylor Swift en este cuadro? La cantante se inicia en el country, una expresión musical que expresa un mundo tradicional y conservador pertenece a una familia de clase media alta con actividades vinculadas al mercado financiero y la publicidad, y su formación estuvo focalizada en un instituto privado de orientación cristiana. Poco encaja su perfil con el marco de la izquierda donde aparecen, empezando por la diversidad, todos los principios que se expresan en sus canciones y en sus posiciones públicas.

 ¿No estamos ante una figura que expresa el patchwork en el que se han convertido los bloques políticos en los que conviven liberales, ecologistas y progresistas entre otras fuerzas? La presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen ha sido reelegida con votos provenientes de algunas de esas corrientes. Taylor Swift es producto de su tiempo y, la obra que crea, también.

6 (coda)

Flaubert narraba el penar de Madame Bovary, una lectora impenitente de folletines. En una carta a su amante Louise Colet, le dice: “Estoy seguro de que en este momento hay miles de Madame Bovary llorando en los patios de Francia”. El planeta swiftie escucha con fervor cada una de las entregas de una cantautora que narra su vida, que no es otra que la de cada uno de sus habitantes.  

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