Marta Sanz: "La neurosis de los escritores está relacionada con injusticias sistémicas"

La escritora Marta Sanz

¿Unas memorias? ¿Un dietario? ¿Un libro de viajes? ¿Un ensayo sobre la literatura y el mundillo literario? ¿Una crónica de la literatura española entre los siglos XX y XXI? ¿Una novela social? ¿Una carta de suicidio? Todo eso y mucho más, puede que incluso nada de lo anterior, es Los íntimos (memoria del pan y las rosas, Anagrama, 2024). "No sé si lo que se va a encontrar el lector es un exorcismo donde yo me purgo de todos mis demonios", apostilla divertida a infoLibre la autora, quien recorre ahora su trayectoria profesional después de explorar su propio biografía íntima en La lección de anatomía. Una reflexión sobre el oficio de escribir, los encuentros propiciados por la literatura. Un ejercicio literario rebosante de reflexiones sagaces y sentido del humor. "Me resulta dificilísimo decir qué es Los íntimos porque para eso he escrito 504 páginas", confiesa entre risas. Pero insistimos.

¿Qué es Los íntimos entonces?

Es un intento de abordar todo lo que es el trabajo, el oficio de escribir, de una manera que no sea estereotipada, simplificadora, que responda a las contradicciones que he experimentado a lo largo de una trayectoria literaria que tiene ya públicamente casi treinta años. Por eso me cuesta mucho resumir. Y desde el punto de vista de los géneros, no sé si lo que se va a encontrar el lector es un exorcismo donde yo me purgo de todos mis demonios, aunque eso sería lo de menos, porque lo más importante es crear un espacio de conversación, donde haya mucha gente que se sienta concernida. Tampoco sé si es un libro de viajes, porque mi vida ha sido muy itinerante. Sé que tiene algo de novela social, porque al fin y al cabo yo creo que la literatura es un oficio, un trabajo, y mi autobiografía es mi currículum.

Dices mucho que escribir es un oficio y un trabajo. ¿Eso es porque la percepción que se tiene desde fuera es que no lo es como, por otro lado, pasa con cualquier labor cultural?

Esto forma parte de las batallas culturales y forma parte de cómo la ultraderecha lleva años neutralizando cualquier tipo de repercusión de la cultura, o de posibilidad de intervención en lo ciudadano de la cultura, a partir de esa petición de pureza que lo que hace es desactivarnos políticamente. Pero eso no significa que, si a mí las cosas me van razonablemente bien, no pueda decir ni una palabra porque el hecho de tener una vida digna me incapacita para ser crítica o solidaria. En Los íntimos hay una interrogación permanente sobre el éxito, que por una parte significa que estás de salida, ya que la gente que se refocila en su éxito está directamente muerta, y por otra parte está la idea de que si tú asumes tu éxito eres una cretina y si no lo asumes eres una desagradecida. Y enlazando con lo que estabas diciendo, Remedios Zafra lo ha contado muy bien: cuando tú vives de un trabajo que tiene que ver con tu vocación se supone que ya no puedes reivindicar nada que tenga que ver con la dignidad de ese trabajo. Cuando yo hablo de esto, no estoy hablando solamente de mí, estoy también hablando de todas esas personas que veo que están a mi alrededor braceando, sobre todo en un contexto donde hay una visión de la cultura profundamente devaluada y desvinculada del conocimiento.

Al mismo tiempo, siempre se atiende con atención a las opiniones de los escritores y las escritoras sobre todo tipo de cuestiones.

A los escritores y las escritoras se nos permite hablar desde la perspectiva de una actividad divinizada. Es decir, yo puedo hablar de la escritura como si hablo del sexo de los ángeles, puedo hablar de la escritura como una mujer tocada por el dedo de dios, pero cuando yo cuento que el campo literario tiene que ver con los poderes económicos, que los salarios se nos meten en el cuerpo y que los sueldos están relacionados con el estilo y las cosas que tú quieres contar, parece que es inaceptable. En Los íntimos he cuestionado eso que se llama la autonomía del campo literario y de los campos artísticos, porque al fin y al cabo esa autonomía del campo artístico está absolutamente condicionada por la sociedad de mercado y el capitalismo. Otra cosa diferente es que tú te puedas revolver contra eso e intentes que tus libros tengan una actitud política, pero los libros tienen actitudes políticas por hacia donde enfocan y por cómo están escritos, que es lo que a mí me preocupa.

Tu carne no es ajena a las condiciones de vida, y eso se refleja en el temblor de la escritura

Dices en un momento dado "escribía viviendo, vivía escribiendo". ¿Esta identificación entre vida y obra va junta todo el rato?

Todo el rato. Mientras vives escribes porque estás pasándolo todo por un ojo y por una clave relacionada con el lenguaje, con la música del lenguaje, con la oportunidad de las situaciones, con ese tipo de código. Tú estás viviendo y estás escribiendo, pero es que también cuando estás escribiendo vives. Y no solo eso, sino que tu cuerpo, tu carne y tu temperatura se proyectan en tu caligrafía y en tu estilo. Ocurre que tu carne no es ajena a las condiciones de vida, y eso se refleja en el temblor de la escritura. Por eso yo escribo desde ese lugar donde lo poético es político. Y atiendo a mis búsquedas lingüísticas, mis indagaciones, que están estrechamente relacionadas con mis condiciones de vida y con lo que las personas somos, con nuestra extracción social, nuestra condición en mi caso de mujer, con nuestra cultura general básica, nuestra familia o nuestra genealogía... porque todo eso se hace estilo literario.

Empiezas recordando precisamente la importancia de tu familia en tu vocación lectora y escritora. A partir de ahí, aparece muchísima gente en este libro.

La intimidad aquí se relaciona un poco con las fuentes culturales que te están nutriendo. En tu intimidad puede haber fuentes culturales a las que no sabes si estarle muy agradecida o resentida por siempre jamás, porque claro, los seres humanos no somos unívocos y unidireccionales. Por otra parte también está en Los íntimos la alegría de sentirse acompañada y cuidada. Porque frente a esa idea de que la mezquindad inunda todo lo que tiene que ver con el mundo literario, ojo, somos una comunidad de personas que conocemos muy bien cuales son nuestras vulnerabilidades, nuestra fragilidad, y sabemos que nuestra neurosis está muchas veces relacionada con injusticias sistémicas, y estamos aquí para apoyarnos y ayudarnos. Por eso por este libro desfilan personas tan importantísimas para mí como Isaac Rosa, Sara Mesa, Luisgé Martín, Fernando Royuela, Juan Vilá, Pilar Adón, José Ovejero, Edurne Portela... son personas que forman parte de una comunidad que a mí me arropa y me sostiene si me caigo cuando a veces el mercado te expulsa. O estas cosas tan crueles de no aparecer en una lista, sentirse resentida y al mismo tiempo aliviada, porque eso igual significa que lo estás haciendo bien.

La literatura es clasista de muchas formas diferentes. Dentro de esto que se llama literatura hay muchas clases sociales

Has dicho que el mundo literario es mezquino. ¿Y clasista?

La literatura es clasista de muchas formas diferentes. Lo primero que hay que entender es que dentro de esto que se llama literatura hay muchas clases sociales. Hay una clase social que está más allá del bien y del mal. Hay una clase media tambaleante que puede estar muy bien y a las 24 horas se puede hundir, como en la vida misma, y que tiene una mentalidad de ahorro en la que hay que compensar o sacar mucho rendimiento del capital simbólico, porque a veces el real no es el más deseable. Y luego hay otras personas que no llegan a ninguna parte de ninguna manera. En la literatura funciona, como en todas partes, la desigualdad de oportunidades. No todo el mundo parte del mismo sitio, y en la medida en que no todo el mundo parte del mismo sitio, de los mismos lugares privilegiados, hay gente que se tiene que dejar la piel más que otra. En el trabajo literario está clarísimo que el punto de partida es fundamental, como está igualmente clarísimo que si no te esfuerzas va a ser muy difícil que llegues a ninguna parte, a pesar de lo cual el esfuerzo no garantiza nada. Y que hay además esfuerzos que provocan muchas más escoceduras, porque no es lo mismo escribir siendo una mujer, saliendo de clase obrera... 

Pero ahora la literatura está más democratizada que antaño.

Ha habido un concepto de la literatura profundamente clasista que tenía que ver con ese sacerdocio de la persona elegida. Por eso, para mí la democratización de la literatura pasa por desacralizarla y sacarla de ese lugar. Y la democratización de la literatura pasa por compartir con los demás no tus excelentes aptitudes ni tu dotación genética, sino lo que se puede aprender de la literatura. Luego hay otra acepción del clasismo dentro de la literatura, que es esa visión completamente abaratada y demagógica, que te dice 'es que tú escribes libros muy clasistas porque utilizas palabras muy complicadas' que no va a entender una señora que viva no sé donde. Los clasistas son quienes tienen esos prejuicios respecto a esas señoras, y los clasistas son los que colocan la literatura en un lugar que únicamente tienen que ver con que subraye lo que ya sabes. Un lugar en el que no intervienes para nada, donde no puedes ampliar las visiones del mundo de las personas, no puedes trabajar con esa idea maravillosa de la transformación a partir de la educación. Estamos en un momento un poco crítico, en el que estas cosas que supuestamente tendrían que ver con mi ombligo, creo que tienen que ver con una transformación social y cultural que nos coloca en la pista de por qué las democracias están en crisis, a qué le llamamos populismo o cómo hemos devaluado el concepto de la educación.

Los íntimos coincide en las librerías con otra novedad de Manuel Vilas, El mejor libro del mundo, en el que también reflexiona sobre los escritores y la escritura, aunque él se centra más quizás en sus propias vulnerabilidades. ¿Uno no es un verdadero escritor si no ha fantaseado nunca con dejarlo?

Está la duda, los nervios, las inseguridades... hay una asimetría profundamente violenta entre cómo los demás te perciben y cómo tú te ves. Cómo tú tiemblas. Pero todo eso está también relacionado con el sueldo, y todo eso también está relacionado con el valor que se da a la cultura dentro de una sociedad. No creo que sea algo solamente relacionado con la especial estructura cerebral de los escritores. A mí me interesa mucho esa continua fricción entre el dentro y el fuera, entre el cuerpo como texto y el contexto de la sociedad. El libro de Manuel Vilas es estupendo y pone más el foco en esa vulnerabilidad y fragilidad que algunas veces va más allá de las coordenadas económicas, cuando para mí es muy importante lo económico, y por eso creo que Los íntimos puede ser leída en clave de novela social.

¿Qué aprendiste de ser una escritora fantasma a la que encima no pagaron?

Lo primero que aprendí es que los escritores y las escritoras, más allá de responder a nuestros impulsos, a nuestras necesidades y a nuestra honestidad brutal, a veces también trabajamos de nuestras habilidades y de cómo éstas se ponen al servicio de alguien que te paga. Yo tenía 21 o 22 años, llega un señor que me dice que me va a pagar 300.000 pesetas por que le escriba una novela de nazis que roban obras de arte en la Segunda Guerra Mundial, y le digo que sí corriendo porque para mí es un reto, un aprendizaje y un reconocimiento. Lo gracioso de esa situación, aparte de que este señor jamás me pagó, es que yo intenté dar lo mejor de mí, de lo que había aprendido en mi paso por la Escuela de Letras, de mis lecturas... intenté aplicar todo lo que era una visión de la literatura que precisamente ahora también está puesta en tela de juicio. Todo lo que aprendimos que era lo literario, ahora se pone en tela de juicio porque hay un criterio que es única y exclusivamente comercial, complaciente, y que desvincula la literatura de los aprendizajes y el conocimiento. Al final lo que aprendí de esa experiencia es que este tipo era un visionario, porque estaba ya pensando en las claves de la literatura de éxito en un momento en el que esas claves no estaban tan puestas de manifiesto en los expositores y en los escaparates de las librerías.

El mundo literario que yo conozco se está acabando y esa es la razón por la que tantos escritores y escritoras de nuestra edad estamos escribiendo libros que se parecen mucho a las memorias

¿Por qué tienes conciencia de que el mundo literario que tú conoces se acaba?

El mundo literario que yo conozco se está acabando y creo que esa es un poco la razón por la que tantos escritores y escritoras de nuestra edad estamos escribiendo libros que se parecen mucho a las memorias. Hay una conciencia elegiaca, en muchísimos casos cómica, porque por una parte ves que todo lo que tú pensabas de la literatura ahora parece que está cambiando... yo he tenido una trayectoria editorial mucho más complicada de lo que la gente puede pensar porque a mí se me ha considerado siempre una escritora demasiado literaria. Eso está cambiando y además nos estamos haciendo mayores, con lo que ya no tenemos, yo por lo menos, esa capacidad para construirme en el campo literario con un machetito mellado entre los dientes. Llega un momento en que dices 'yo ya no puedo luchar mucho más contra los elementos'. Y lo digo desde una posición en este momento de privilegio, pero que mañana puede cambiar completa y absolutamente. 

El éxito de un escritor es poder estar treinta años en la carretera, como diría Miguel Ríos, pero la cosa es saber cómo se te despelleja el culo en ese tiempo

¿Has aprendido algo escribiendo este libro y echando la vista atrás de alguna manera? ¿Qué es para ti escribir en 2024?

Después de haber escrito Los íntimos, he aprendido que para mí la escritura es una especie de ejercicio simultáneo de placer y dolor. Aprendo también desde mi experiencia personal que la escritura es un trabajo de fondo. Yo nunca he explotado, he eclosionado. Como se dice en el comienzo del libro tomando las palabras de la sapientísima Lola Herrera, 'yo no he llegado, yo estoy'. Y valoro que eso es posible gracias a las personas que al otro lado te leen y te dan el reconocimiento de que eres una escritura.

¿El éxito literario se mide en kilómetros y en viajes? Porque hacéis más kilómetros que las estrellas del rock.

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El éxito de un escritor es poder estar treinta años en la carretera, como diría Miguel Ríos, pero la cosa es saber cómo se te despelleja el culo en ese tiempo, estando esos treinta años en la carretera (risas). Porque claro, tú tienes la dinámica y los ritmos de las estrellas del rock y te tienes que preparar los bolos como las estrellas del rock. Tienes que estar lúcida, inteligente, simpática, tener buen aspecto, ser sociable, decir todo el caso cosas ingeniosas... incluso tienes que tener buena voz, pero todo ese carácter espectacular no se traduce en los ingresos que tienen las estrellas del rock, que hacen tantos bolos como nosotros. Entre otras cosas, porque nuestros bolos suelen ser gratis para promocionar nuestros libros... aunque hay otros que sí están pagado o institucionalmente pagados, porque afortunadamente desde las instituciones aún se tiene un poco la idea de que hay intentar iluminar los proyectos culturales que van más allá de la inercia del mercado.

Has dicho que son los lectores los que te dan la consideración de escritora. ¿Qué te aportan ellos?

Me ayudan a construir el discurso para hablar de mis libros. Por ejemplo, me escribió el otro día Manuel, de Palencia, que sale en Los íntimos porque para mí es un lector que forma parte ya de mi intimidad, diciéndome que he escrito un libro que le recuerda al vídeo de Rock DJ de Robbie Williams, ese en el que va quitándose la piel y los músculos hasta dejar el esqueleto y las vísceras al aire. Pues tiene más razón que un santo, porque eso es Los íntimos. Porque además en ese vídeo hay alegría: fíjate en lo que te estoy enseñando y cómo mi obscenidad es expresiva de las cosas que pasan.

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