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El PP europeo se descuelga de la maniobra de Feijóo contra Ribera y ultima la aprobación de la Comisión

La vicepresidenta Teresa Ribera, este martes en el Parlamento Europeo.

Teresa Ribera será vicepresidenta de la Comisión Europea, la número dos de facto tras la alemana Úrsula von der Leyen. Según contaba el diario online Politico en septiembre, la española tendrá el mayor poder que tuvo nunca un comisario europeo, de cualquier país. Nunca hubo español o española con tanto poder real, ejecutivo, en una organización internacional. Los cargos de Javier Solana en la OTAN o de Rodrigo Rato en el FMI dependían de la voluntad de los gobiernos. Ribera tendrá competencias exclusivas, que dependerán de su voluntad y de los consejos que reciba.

10 días de ruido acabaron ayer cuando, temeroso de una revuelta interna (82 eurodiputados del Partido Popular Europeo esperan desde la semana pasada, con 13 comisarios de sus partidos ya aprobados, a que se desbloquee el paquete), el alemán Manfred Weber se sentó a negociar con la líder socialista, la española Iratxe García, y la liberal, la francesa Valerie Hayer. Los 26 comisarios saldrán adelante y los tres grupos, con apoyos ecologistas y de ECR (el grupo de los melonistas, que ya casi nadie trata de extrema derecha) apoyarán masivamente al equipo de Von der Leyen. La mayoría de los populares europeos votarán a Ribera, como la mayoría de los socialistas lo harán con el italiano Fitto.

Ese pacto replica exactamente lo previsto hace 10 días, la víspera de que el Partido Popular convenciera a un grupo de eurodiputados populares europeos, y a su patrón Weber, para cargar con ataques personales contra Ribera, en una audiencia que llegó a un nivel de navajeo nunca visto en las instituciones europeas y en la que se rompieron las más elementas normas de cortesía parlamentaria mientras los populares copiaban los argumentos y bulos de VOX. 10 días de furia y ruido, alimentados desde buena parte de la prensa madrileña.

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Con el paquete de comisarios dispuesto para ser aprobado este miércoles por la tarde por los coordinadores de los comités parlamentarios tras una reunión matinal de los presidentes de los grupos políticos, la reunión seguía anoche porque García y Hayer trataban de arrancar a Weber algo más, no menos importante. Socialistas y liberales exigen a los populares un pacto de legislatura, al que se unirían los ecologistas y los melonistas de ECR, para dar a Von der Leyen una mayoría europeísta que no dependiera de los otros dos grupos de ultraderecha y que anclara a los populares al centro europeísta. Esa segunda parte del acuerdo es clave porque los grupos progresistas necesitan algo más para unir a los suyos a cambio de votar a los dos comisarios de los partidos de extrema derecha, el italiano y el húngaro. Si esa segunda parte del pacto no saliera, el colegio de comisarios sí podría estar en riesgo, sobre todo porque más de la mitad de los socialistas europeos lo exigen.

Weber ha jugado durante los últimos meses a forjar dos mayorías suficientes. La tradicional, europeísta, hacia el centro, con liberales y socialistas. Y una alternativa porque matemáticamente hay mayoría si a los populares se unen todos los grupos a su derecha. Pero es una mayoría inestable porque la mayor parte de los partidos de ultraderecha se niegan a votar buena parte de las prioridades comunitarias.

Weber, “que va de valiente cuando cree que enfrente tiene cobardes pero que recula cuando se le planta cara”, en palabras de un diplomático escandinavo cuyo gobierno es también popular, se vio estos días con la voluntad férrea de socialistas, liberales y ecologistas de bloquear esa mayoría ultraderechista alternativa. Es un movimiento que interesa incluso a los eurodiputados de Giorgia Meloni, que se pegarían a la mayoría europeísta, lo que busca su jefa desde que llegó al poder para diferenciarse de los ultras de Le Pen o Abascal.

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