Ateneo: luces en bien de la humanidad
Como historiador y documentalista tuve la inmensa fortuna, hace algo más de una década, de consagrar tres años de mi vida profesional al archivo del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, en sendos periodos presididos por dos ilustres filósofos, José Luis Abellán y Carlos Paris. Con la sabia dirección de la jefa de ese archivo, Clara Herrera, y junto a otras profesionales, me sentí un privilegiado al aportar mi modesto trabajo en el lugar de custodia del acerbo documental de la docta casa. Nuestro equipo consiguió revitalizar la sección archivística de esta institución, verdadera referencia de la cultura española de los dos últimos siglos. En la investigación que desarrollamos entonces pudimos desvelar los entresijos de la época oscura en la que el Ateneo fue ocupado por los falangistas al comienzo de la dictadura franquista.
Con la coordinación del secretario de la entidad, Isabelo Herreros, divulgamos en una exposición, un ciclo de conferencias y la edición de un libro catálogo las circunstancias en las que el Ateneo intervenido perdió temporalmente su esencia de espacio de debate intelectual libre y tolerante, donde tradicionalmente habían confrontado sus ideas las más destacadas figuras de la ciencia, la historia, las artes, la política, la literatura y las humanidades en general. Durante la dictadura, se impuso en la casa la censura y el control ideológico. De ambas lacras dimos asimismo cuenta en otro libro colectivo, Las estrellas del Ateneo, donde dejamos constancia de cómo las autoridades franquistas, con el apoyo de los sectores ideológicos que se sirvieron en esos años de la institución para imponer sus doctrinas conservadoras, pretendieron hacer frente a las supuestas amenazas que se ceñían sobre el régimen desde el edificio del número 21 de la Calle del Prado desmantelando su decoración simbólica.
No puedo menos que lamentar que la viabilidad de una institución de tan elevada consideración cultural dependa del capricho de una gobernante ignorante
La decisión vengativa e injustificada de la presidenta de la Comunidad de Madrid de ahogar económicamente al Ateneo, cuya creación en 1835 había respondido al “anhelo de propagar las luces en bien de la humanidad”, como proclamó en esta tribuna el Duque de Rivas, parece un intento de ligar su propia pobreza intelectual a aquel periodo en el que el régimen franquista intentó desvirtuar el sentido y los objetivos originarios de esta institución.
Quien disfrutó en la pecera de la biblioteca de la lectura de libros únicos y de valor incalculable, de un fondo bibliográfico incomparable, cuya integridad logró salvar durante la guerra el socio bibliotecario Bernardo González de Candamo, no puede menos que lamentar que la viabilidad de una institución de tan elevada consideración cultural dependa del capricho de una gobernante ignorante.
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Fernando Sígler Silvera es socio de infoLibre.