A favor del vapeo, en contra del Gobierno

José M. Rivas

El motivo por el que escribo este texto es que se ha abierto a audiencia pública el nuevo RD 579/2017 que afecta a la fabricación, presentación y comercialización de productos del tabaco y relacionados. Donde dice “relacionados” debe entenderse “vapeo” o cigarrillos electrónicos, por más que su relación con el tabaco viene a ser como la de la aspirina con el dolor de cabeza. A nadie se le ocurriría meterlos en el mismo saco y limitar el uso de la primera para luchar contra el segundo. Y lo escribo por dos razones: porque soy vapeador y porque soy de izquierdas. Lo primero parece obvio en relación con el título, pero lo segundo quizá haya que explicarlo. 

La ministra de Sanidad y su Secretario de Estado están desarrollando una campaña muy extremista contra el uso de vapeadores personales con, entre otras cosas, una actitud muy parcial y, en ocasiones, agresiva contra las asociaciones profesionales y de usuarios del vapeo. Esto, en el clima actual de polarización política, ha llevado a un alineamiento insano de forma que la mayoría de defensores públicos del vapeo se acercan a posiciones de derechas, incluidas las extremas, mientras que entre la izquierda, o se ignora el asunto o se trata con parcialidad hacia las tesis del ministerio. Puede verse que artículos a favor han aparecido en medios como OKDiario y digitales por el estilo, mientras que lo que se ha publicado en elDiario.es o infoLibre se ha alineado principalmente con las tesis de la ministra. Igualmente, mientras que en la red “X” se está desarrollando una campaña de defensa del vapeo, en BlueSky no aparece nada. Un asunto que debería ser transversal se ha convertido, una vez más, en trinchera. Y quiero, y de ahí el título, que no se vea la campaña en favor del vapeo como una campaña contra el Gobierno sino como una defensa de la salud pública, para que no se produzca un retroceso en lo que muchos hemos experimentado como un gran paso adelante en nuestra salud individual.

Para quien no esté muy al tanto del problema, aclararé que el vapeo es principalmente un medio de lucha contra el tabaquismo. Así lo entiende la mayoría de la comunidad médica y buena parte de sistemas públicos de salud, que lo incluyen en sus terapias antitabaco y mediante él, países como Gran Bretaña, Nueva Zelanda o Suecia han reducido enormemente las tasas de tabaquismo. Si bien se consumen de forma similar, la diferencia entre vapear y fumar es abismal. Resumiendo, fumar es inhalar humo procedente de la combustión de tabaco mientras que vapear es inhalar vapor procedente del calentamiento de un líquido. Lo que provoca los graves daños del tabaco son los productos derivados de la combustión que, por definición, no están en el vapor de los cigarrillos electrónicos. Así, asumiendo que el vapeo puede no ser inocuo, es infinitamente menos dañino que el tabaco sirviendo para sustituirlo en lo que se conoce como terapias de reducción de daño. Sin embargo, en lugar de tratarlo así, el ministerio de Sanidad español prefiere asimilarlo al tabaco, en parte por tratarlo, sin ninguna base estadística, como una puerta de entrada a éste. O por equiparar sus perjuicios a los del tabaco, algo que está más que probado como falso.

Aclararé que el vapeo es principalmente un medio de lucha contra el tabaquismo. Mediante él, países como Gran Bretaña, Nueva Zelanda o Suecia han reducido enormemente las tasas de tabaquismo

La primera medida que ha adoptado el Gobierno, a instancias del ministerio de Sanidad, ha sido un aumento brutal de los impuestos a los productos del vapeo, tengan o no nicotina. Resumiendo, un envase de líquido que actualmente costaría entre diez y quince euros pasaría a costar unos treinta y cuatro.

La medida estrella que incluye el Decreto que se abre ahora a información pública es la prohibición de aromas o sabores en los líquidos de vapeo. Textualmente dice, refiriéndose a los líquidos con o sin nicotina: “Que solo contengan ingredientes aromatizantes o saborizantes que confieran al producto final aromas y/o sabores a tabaco.” El absurdo final. Un producto que se usa para dejar el tabaco no puede saber a otra cosa que a tabaco. Supongo que para hacer lógico el absurdo anterior de incluir al vapeo en un decreto relativo al tabaco, aunque el producto no tenga nada que ver con el tabaco. La mayoría de vapeadores no queremos recordar el sabor del tabaco. 

Dinamarca prohibió los sabores del vapeo y creció el porcentaje de fumadores. Holanda tomó la misma medida y ve cómo personas que habían dejado de fumar gracias al vapeo, han vuelto a fumar. Y no será la única consecuencia. Hay otras dos muy importantes. La primera, económica. El 80% de los ingresos del sector procede de la venta de líquidos. El aumento brutal del impuesto y la prohibición de aromas distintos del tabaco supondrá el cierre de negocios, que se cifra en torno a 500 y la pérdida de más de 15.000 puestos de trabajo. Con el agravante de que afectará exclusivamente a nuestro país, mientras que en la mayoría del resto de países de la UE, donde seguirá vigente la directiva europea que hasta ahora regía aquí, se podrán adquirir los productos que aquí se prohíben. 

La segunda consecuencia, muy grave y ya presente en países latinoamericanos que han prohibido el vapeo, será la aparición de un mercado negro incontrolado y el desarrollo de mafias ligadas a él. Hay que recordar que el único caso de muertes relacionadas con el vapeo se debió precisamente al consumo de un líquido ilegal vendido en el mercado negro.

Y después de hablar de las dos principales medidas que amenazan al vapeo, hay que hablar de una tercera, la más importante y que… no está. Pese a haber anunciado en su momento que estaría en el decreto, la medida más importante para alejar a los menores del vapeo, es decir, la prohibición de venta de dispositivos desechables, que algún país europeo ya ha decretado, no está. La medida que las asociaciones de vapeadores coincidían en defender, por ser la venta incontrolada de estos dispositivos la principal forma de acceso de los menores, en canales no regulados, que vienen de terceros países, con formas y sabores atractivos para ellos; esta medida no aparece en el decreto.

¿Por qué si éste es el nefasto panorama que se avecina el ministerio sigue adelante con la reforma del decreto? Es difícil de entender. Quizá la clave está en la negativa del ministerio de establecer una interlocución sin prejuicios con los representantes de las asociaciones del sector y los usuarios del vapeo, siguiendo exclusivamente las pautas marcadas por determinadas asociaciones médico sanitarias demasiado cercanas a la industria farmaceútica. Una industria que no ve con buenos ojos una alternativa a la lucha contra el tabaquismo que compite con sus chicles, parches y pastillas. Tal vez la historia del Champix, la pastilla antitabaco que fue retirada del mercado por sus efectos secundarios y posteriormente vuelta a financiar por la Seguridad Social española podría ilustrar esa relación.

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José M. Rivas es socio de infoLibre.

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