La herencia de Lasquetty ensombrece Cruz Roja
La Cruz Roja pasa por ser una de las instituciones humanitarias privadas, “sin ánimo de lucro” más acreditada internacionalmente. Desde su origen remoto, en la batalla de Solferino, el verano del año de 1859, ha pasado mucha agua bajo los puentes de la historia y llega a nuestros días con un enorme bagaje de realizaciones y crédito. Viene realizando una labor ejemplar por todos conocida, a través de los voluntarios.
Los voluntarios son esos chicos y chicas, esos hombres y mujeres, que dedican altruistamente una parte de su tiempo libre a servir por tierra, mar y aire a sus semejantes cuando están en dificultades. Asisten en las emergencias, con todas sus capacidades, en el puesto que haga falta, bien sea en un punto estratégico de una carretera helada, una noche de fin de semana cualquiera, o en un mediodía tórrido en una bifurcación de un páramo anónimo; guardando turno en la cola de un autobús para donar sangre o arriesgando el físico para recuperar cadáveres en aguas cenagosas, como cuando se rompió la presa de Tous porque el Júcar y sus afluentes, desbordados de agua de lluvia, se salieron de madre llevándose por delante cuanto a su paso encontraron. Es gente templada, generosa, decidida…, como todos quisiéramos ser… y tener cerca cuando vienen mal dadas.
Eran los años en que la Consejería de Sanidad, regida por el defenestrado Lasquetty, ensayaba la política del Pepé, desautorizada posteriormente en los tribunales de justicia, para privatizar seis de los hospitales públicos de la Comunidad de Madrid. En la actualidad esos voluntarios de Cruz Roja, hombres y mujeres, sufren el escarnio, el escándalo que ha producido la inexplicable decisión tomada entonces en comandita por aquella Consejería de Sanidad y la Cruz Roja de Madrid de iniciar el camino para poner en manos privadas la extracción de sangre en esta comunidad amparándose en el buen nombre de Cruz Roja.
Lo escuché, estupefacto, en un pueblo pequeño de la sierra madrileña. Un joven sanitario conversaba con una mujer de cabello moreno y plata de mediana edad, mientras ella se recuperaba, después de regalar 400 cc de su sangre, en un autocar del centro de transfusiones.
Era mi primera vez en estos pasos y aguardaba nervioso el resultado del análisis que diría cuál era mi grupo sanguíneo y si era apta para la donación. Recuerdo que el chico se refería a que la sangre no tiene precio. No se puede vender porque ello propiciaría un mercado, una suerte de ganadería humana entre los más desfavorecidos que serían “ordeñados” periódicamente, para abastecer las necesidades de quienes pudieran pagarse una transfusión y que los pobres que no tuviesen suficiente dinero verían, como ocurre en el tercer mundo, morir a padres o hijos por falta del fluido sanguíneo, es decir, por pobres.
La señora, incrédula e inquieta ante tal posibilidad, argumentaba que aquí la sangre se regalaba y que nadie podría poner precio a la que donaban los madrileños.
El joven se iba calentando. A mis oídos llegaban retazos de la conversación. El 1 de enero del año que está a punto de entrar todo habrá cambiado. Este autobús y todos los demás que como éste, llegan a los barrios de las ciudades y a pueblos como Matorrales de Sierra, serán graciosamente ofrecidos como presente navideño por la Consejería de Sanidad a la Cruz Roja de Madrid, que es una entidad privada. Con ellos Cruz Roja de Madrid recogerá la sangre regalada por los madrileños, en los autobuses que pagaron los mismos madrileños con sus impuestos y recibirá a cambio 67 euros por cada bolsa de sangre donada por estos. Naturalmente cada euro de los 67 que la Consejería de Sanidad paga por bolsa sale del dinero público aportado por el bolsillo de los madrileños.
En un futuro, Cruz Roja de Madrid podrá legalmente transferir o firmar acuerdos con otras empresas privadas para gestionar el servicio, entero o por partes. Como ha ocurrido con la realización de mamografías, servicio cedido por la Consejería de Sanidad primero a la Asociación Española contra el Cáncer y actualmente en manos de IDC Salud-Capio, empresa privada con ánimo de lucro. Estas empresas privadas no tienen necesariamente que ser altruistas o de carácter humanitario. A mí me parece que esto acerca mucho la posibilidad de poner precio a la sangre. Con el agravante de que “la mercancía” ha sido donada gratuitamente por aquél que nos la va a pagar, bueno, se la va a pagar a Cruz Roja de Madrid o a quien acabe quedándose con el servicio o la explotación del servicio, que hasta aquí llega la mala sombra privatizadora del infame Lasquetty.
Nos pagarán por cada bolsa. Más bolsas, más dinero. Poco tardará el avispado de turno, que sinvergüenzas desaprensivos no faltan, en ver el negocio de la sangre a granel y entonces cuánto tiempo tardarán en explotar la gallina de los huevos de oro, relajando los controles sanitarios en aras de la “producción” y dar como válida sangre con niveles de medicamentos y otros “aditivos”.
¿Cuánto se tardará en empezar a hacer la vista gorda respecto a la calidad del “material” y comenzarán a menudear contagios de enfermedades que son “caras” de detectar en los análisis a que se somete la sangre donada para transfusión…?
Será el Centro de Transfusiones público quien deberá verificar la aptitud de la sangre aportada por Cruz Roja de Madrid o por quien acabe quedándose con el servicio de recogida de sangre para ser transfundida a los pacientes debilitados por la enfermedad o la cirugía. Estos receptores de las donaciones verían su salud muy comprometida de recibir sangre contaminada con tóxicos, alcohol, tabaco, medicamentos… El Centro de Transfusiones desechará las bolsas de sangre que no ofrezcan garantía, después de haberlas pagado a Cruz Roja de Madrid o a quien en un futuro corresponda en su lugar.
La señora que escuchaba estas reflexiones se iba irritando por momentos, al punto en que seriamente angustiada, protestó: ¡qué desgracia la de este pueblo! Algo se podrá hacer para evitar esta catástrofe…
Sí, contestó el sanitario: A partir del uno de enero de 2015, vaya usted a donar a su hospital público más próximo. Nunca a los traficantes de la conexión Consejería de Sanidad – Cruz Roja de Madrid. Evitará la proliferación del negocio de los vampiros que se están adueñando de todo lo público, como hormiguitas, al amparo del hasta hoy bien ganado prestigio de la institución privada Cruz Roja. Vaya a donar a su hospital público.
Después de consultar la pantalla de su ordenador, se volvió hacia mí y poniendo cara de lástima me dijo: lo siento amigo, usted no nos vale. Su sangre tiene anticuerpos de malaria.
Cuando bajaba del autobús pensaba: En el mes de enero de 2015, ¿rechazarían los 67 euros de la bolsa que contuviese mi sangre o esperarían a que la desechase el Centro de Transfusiones después de pagársela a Cruz Roja de Madrid?
¿Cómo hemos llegado a la situación actual, en que un acto desinteresado y humanitario se pueda convertir en turbio y criminal negocio, poniendo en riesgo la salud y la vida de personas inocentes, por la mezquina y maldita ambición desaprensiva de los peores de nosotros. Que esto ocurra a espaldas de la opinión pública ¡en la sociedad de la información!
Todos estamos obligados, como ciudadanos y como presuntas víctimas potenciales a hacer una campaña de divulgación de lo que puede pasar o de lo que está a punto de pasar, para evitarlo.
De momento y ante la duda: dona sangre en los hospitales públicos, no a empresas privadas.
Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre