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Diseñar para resistir

Diseñar para resistir

Saila Marcos

En la década de los ochenta, el diseño gráfico quedó cautivo de la idea que define al producto de diseño como algo de lujo, único y, por lo tanto, elitista. Pero el diseño gráfico, como toda herramienta de comunicación, puede ser utilizado con diferentes fines. Unos, los más, ponen la estética al servicio del capital y, otros, se valen de ella para denunciar los abusos del poder. “Cada vez más, parece que el diseño gráfico sólo se utiliza para hacer cosas bonitas, para vender productos. Pero también es verdad que sirve para denunciar determinadas acciones, informar y motivar”, explica Ofelio Serpa, comisario de la exposición 'Agitadores de conciencia. Gráfica comprometida', que se puede ver en el Matadero de Madrid hasta el próximo 3 de septiembre.

La muestra reúne 200 carteles sobre temas que nunca dejan de estar de actualidad: los feminicidios de Ciudad Juárez, la homofobia, el calentamiento global, las violaciones de derechos humanos o el conflicto palestino-israelí, representado por Yossi Lemel con una paloma muerta dentro de un tarro de formol etiquetado con la palabra 'Peace' (paz). Pero no todas las críticas recaen sobre los abusos de los poderosos, hay también quien dispara dardos contra la pasividad ante las injusticias, como un cartel en el que están dibujadas dos botellas: la primera, de 1968, como un cóctel molotov, la segunda, en 2008, cuando empezaban a verse los primeros estragos de la crisis económica, sirviendo un vaso de vino.

El diseño social vivió su época dorada durante los años sesenta a raíz de las protestas de Mayo del 68 y de las movilizaciones contra la guerra de Vietnam. En Francia se creó el Atelier Populaire, un colectivo de diseñadores que publicó de forma anónima muchos de los carteles llamando a la movilización en la Francia sesentayochista. Uno de los afiches más reconocibles del Atelier Populaire es en el que aparece representada una chimenea de una fábrica de la que sale un puño en alto acompañado del mensaje: 'La lutte continue' (la lucha continúa). Pero el diseño gráfico con intencionalidad ideológica apareció varias décadas antes, con el constructivismo ruso y su diseño racional, austero, plagado de formas geométricas. Lo que diferencia a la producción soviética del diseño gráfico activista es que los carteles de la Revolución rusa “fueron realizados por encargo, mientras que el diseño social surge motu propio”, señala Serpa.

Más recientes son los trabajos realizados al calor del 15-M o Occupy Wall Street, cuyo lema resume la filosofía de la gráfica social: 'Building a visual lenguaje for the 99 per cent' (construyendo un lengua visual para el 99%). En 'Agitadores de conciencia' hay una parte reservada a los trabajos gráficos de autores africanos y la primavera árabe, como el cartel promocional del museo egipcio en el que se muestra con cierta sorna la cara del dictador Hosni Mubarak anunciado como la última novedad en la colección de antigüedades.

¿Pero qué pasa cuando el diseño se envuelve de un aparente compromiso social para vender merchandising? “Que al final volvemos a lo mismo, al principio, a vender productos”, responde Serpa. Hablamos de Shepard Fairey, creador de OBEY, cuyas acciones urbanas y diseños aparentemente subversivos han acabado siendo los protagonistas de una marca de ropa. Aunque, puntualizada Serpa, “bienvenido sea si a través de esta herramienta de comunicación, vendes camisetas. Aunque no sea lo normal”.

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