El fin de fiesta de Cannes: de Jane Fonda a lo nuevo de Ken Loach

La premiere de 'The Old Oak' este viernes en Cannes.

Alberto Mira

Enviado a Cannes —

Llegamos al final. Ayer por la noche se dieron los premios de la sección Un certain regard, y me abstendré de comentarlos en detalle porque por azares de horarios y distribución de entradas no he visto un par de las premiadas. Y las que más me han gustado han quedado olvidadas. El premio principal ha ido a How To Have Sex, de Molly Manning Walker, una película sobre sexualidad adolescente. El premio a la “nueva voz” ha ido para la congoleña Augure, y el premio al trabajo de conjunto para la brasileña La flor de Buriti, sobre las tribus amenazadas del Cerrado, una película que merecía mención y merece ser vista. De ambas les hablé en pasadas crónicas. La madre de todas las mentiras, de Asmae El Moudir me pareció, sinceramente, un buen trabajo de master de una alumna brillante que no llega a funcionar como película. Cosas que se perdonan a una alumna (cierta falta de coherencia, excesiva elaboración conceptual) no tienen por qué funcionar en salas. Les meutes de Kamal Lazraq, ha recibido el premio del jurado y el premio a la libertad ha ido a Goodbye Julia de Mohammed Kordofani. Esto significa que no ha habido premios ni para Los colonos ni para Los delincuentes, ni para Terrestrial Verses, que fueron para mí las mejores de las que vi en la sección y aprovecho esta última crónica para recordárselo. Tomen nota porque alguna les llegará al corazón o al intelecto.

En cualquier caso, todo esto da un poco igual (ya les dije que lo de los premios es un poco accidental en estas competiciones) porque ha sido una buena edición, con mucho material que valía la pena. Y una buena edición es una buena noticia. Para el cine, para ustedes y para todos.

Como fin de fiesta nos han ofrecido también un encuentro con Jane Fonda. Jane Fonda es una de las dos grandes estrellas que empezaron su carrera en los cincuenta del siglo pasado, la otra es Shirley MacLaine. Fonda ha traído su narrativa, que ha contado en diversos libros de memorias, y menuda narrativa. Empezó como una especie de Barbie, y hoy se la calificaría de nepo baby: su padre fue el gran actor Henry Fonda. Hizo papeles de prostituta, se mudó a Francia en los sesenta, se casó con Roger Vadim, protagonizó Barbarella, adquirió conciencia política, se volvió a casar con el activista Tom Hayden ganó dos óscar, se convirtió en mujer florero de Ted Turner y se encontró a sí misma tras su divorcio en 2005.

De cada una de estas fases y de otras muchas consigue extraer significado o alguna lección. Y el público quiere que lo haga. La sala estaba llena de mujeres jóvenes para quienes es una verdadera inspiración, que le preguntaron cómo podían ser como ella. Una de las respuestas me pareció especialmente contundente y la suscribo: curiosidad. Nunca dejen ustedes, dijo Jane Fonda, de tener curiosidad por las cosas. Comer bien, dormir, hacer ejercicio, ayudan (y, algunos dirían, el dinero y la buena genética), pero es la curiosidad lo que nos mantiene vivos.

Ha recordado algunos rodajes, directores y compañeros de trabajo. Godard, contó, le parecía un gran director pero una persona horrible, un narcisista imposible. Estaba enamorada de Robert Redford, con quien hizo cuatro películas. “Pero no le gustaba besar. Gran persona, pero tiene un problema con las mujeres”. En cambio cuando pensó en Alain Delon se limitó a decir: “Por Dios, ése no tenía ningún problema”. Concluida la séptima temporada de Grace and Frankie y con dos comedias estrenadas el último año, no tiene planes para volver al cine. O no lo hará si el proyecto no le apasiona. Esperaremos lo que haga falta.

Fonda es una fijación muy personal, pero ustedes esperan que les cuente algunas cosas sobre las últimas entregas en la Sección Oficial cuyo jurado dictaminará este sábado por la noche. Perfect Days, de Wim Wenders, era una de las películas más esperadas de la sección. Wim Wenders es el prototipo del director que gusta aquí y que ha dominado el festival desde hace cincuenta años. Empieza su carrera en el “Nuevo cine alemán” de los setenta, tiene un éxito internacional incuestionable con la todavía extraordinaria Paris Texas, que rueda en Estados Unidos, a la que sigue El cielo sobre Berlín. Ésta última es la culminación de su carrera en términos de repercusión, así como de su estilo. Representa uno de los ejemplos más acabados de cine de autor de los ochenta. Las películas que ha realizado desde entonces no han sido memorables, pero su imagen no ha dejado de representar los valores de cierto cine de autor. Y sin embargo, ha sabido gestionar su nombre y su estatus como representante del cine de arte durante otras tres décadas.

Perfect Days se nos ofrece como un regreso a Ozu, el director japonés que Wenders siempre menciona con reverencia, con un estilo sereno, contemplativo, y caracterizado por tiempos lentos y encuadres perfectos. Como homenaje a Ozu, la película encaja muy bien con la mística de Wenders: tiene todos los rasgos del cine de autor, aunque su insistencia en ellos evidencia cierta fatiga del modelo. Ozu hablaba, después de todo, para su tiempo. Uno tiene la impresión de que Wenders sigue hablando al público (o a los comités de selección) de 1987. Como otras películas de los hombres mayores de esta edición, prefiere la contemplación a la tensión narrativa, la serenidad al drama. La película apenas tiene anécdota. Su impacto se debe a la acumulación de detalles y la inmersión en la vida de un hombre que limpia retretes públicos en Tokyo. Los “días perfectos” del título sugieren que uno ha de encontrar placer en las pequeñas cosas de la vida. No es todo lo que hay, pero mi sospecha es que no hay suficiente, que en su homenaje a Ozu, Wenders se ha olvidado de lo que quería contar. O quizá no tenía gran cosa que contar.

L’été dernier/ El verano pasado, de Catherine Breillat revisita una película danesa de hace unos años, La reina de corazones, sobre la relación de una mujer madura y el hijo adolescente de su marido. El adolescente en cuestión es de un querúbico que duele, todo rizos y labios reventones (la sombra de Timothée Chalamet es alargada) que convierte a la protagonista en una especie de Von Aschenbach, el esteta de Muerte en Venecia. Vivimos en tiempos en que lo erótico está a la baja, y uno esperaba que Breillat explotase la mirada erótica femenina como había hecho en obras anteriores. Al final, la película promete más de lo que da. El potencial está sin duda ahí, y probablemente se lleva hasta el punto máximo tolerable para el espectador medio. Pero es una pena que no vaya más allá. En la actualidad, hay debates crecientes, amargos y tensos sobre lo que significa el sexo y el deseo. Estos debates pueden constituir la base de conflictos dramáticos, ambigüedades, cosas que realmente ofendan a quienes tienen las ideas demasiado claras. Breillat amaga pero no lleva esto a ningún punto. El sexo se muestra lo justo, las motivaciones se exploran lo mínimo.

Quizá porque, como su protagonista, y como los hombres que han firmado otros títulos de la sección oficial, piensa como una mujer de su generación y no acaba de situarse en las nuevas miradas eróticas. En la película la protagonista habla de la generación de su madre, que se caracterizó por la liberación, frente a la suya, que vivió la era del Sida. Esto se utiliza para justificar al personaje, pero es una justificación algo personal.

No les contaré gran cosa sobre Cobweb, ya en las postrimerías de la oferta de la sección oficial. Es una comedia alocada, quizá demasiado, sobre el rodaje de una película giallo durante el periodo de represión política en Corea a principios de los setenta. Está llena de clichés, gestualidad y chistes sobre el proceso de hacer películas. Pero nada cuadra. Lo único que está claro es que Corea sabe muy bien cómo vender su cine y quizá deberíamos aprender un poco de ellos.

Y sin embargo, la última entrega en la sección a concurso a la que he podido asistir me ha emocionado como ninguna otra en esta edición. The Old Oak, de Ken Loach tiene la puesta en escena realista, algo tosca, inmediata, propia del director. Pero de alguna manera es la película más urgente de toda la sección, la cuenta una historia relevante y establece una relación entre formas del pasado y del presente que debería hacernos reflexionar.

En un pueblo del noreste de Inglaterra que fue vencido y humillado por el cierre de las minas en los ochenta y en la que vive en condiciones míseras, alojan a un grupo de refugiados sirios. Esto hace que exploten tensiones. El título hace referencia al último pub de la zona, un lugar de encuentro para gente que lo ha perdido todo y que recuerdan el fracaso de las huelgas de los ochenta. El dueño del pub es el primero en abrirse a los refugiados, mientras que el resto de los parroquianos recurren al “no soy racista pero…” para expresar su incomodidad. Como dice el protagonista, los problemas se deben a los de arriba y han estado con ellos durante mucho tiempo, pero la gente siempre se empeña en mirar hacia abajo y culpar a quien está peor que ellos. ¿Les suena? El recuerdo de la solidaridad de los ochenta hace que se intente habilitar una sala del pub como club social, lo cual crea la posibilidad de mezclar comunidades y encontrar soluciones juntos.

En su charla, Jane Fonda hablaba también de la necesidad de empatizar con el otro en cualquier conflicto. Esta campaña electoral, la nuestra, tan bronca, que ya finaliza es un momento tan bueno como cualquier otro para recordar esta idea. La gente que habla con mala educación, que grita, descalifica o insulta suele ser gente que sufrió trauma. Hay algo de miedo, de inseguridad, y hay factores objetivos: a veces están al límite de sus posibilidades. Y aunque rechacemos las ideas que expresan, no debemos rechazar a las personas. A las personas hay que escucharlas, informarles, jamás despreciarlas. The Old Oak claramente muestra su simpatía por los refugiados sirios, pero hace un esfuerzo por entender a los racistas como gente muy herida, una sociedad que fue humillada y olvidada. Y quizá, como sugiere el final, gente recuperable.

En la articulación de una noción de comunidad y la propuesta de caminos a seguir, The Old Oak es una película que dialoga con nuestro presente. Que pueda llegar a quienes pueden beneficiarse de su discurso es, por supuesto, el problema. Estamos en una situación en que muchos prefieren seguir en las deformaciones y ciertos programas de televisión que las justifican son más cómodas que una película que habla sin gritos.

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A modo de resumen, algunas tendencias que pueden percibirse en esta edición. Este año Cannes continúa planteando historias de mujeres, especialmente en contextos hostiles. En la selección ha habido un esfuerzo por cierta paridad y la presencia femenina ha sido mayor que en otras ediciones. Mujeres que cuentan sus historias, y lo hacen con tanta fluidez y naturalidad que, esperamos, pronto dejará de ser noticia el sexo de los directores. También ha habido una incidencia en el revisionismo histórico en general y en los genocidios sobre los que se construyen naciones en particular. Es el tema que subyace Killers of the Flower Moon, de Scorsese y otras películas que les he ido contando por aquí. Y finalmente un elemento meta, de reflexión sobre el cine, también presente en Cerrar los ojos, Extraña forma de vida Cobweb o La madre de todas las mentiras.

Se ha destacado, por otra parte, que ha sido un festival de hombres mayores, en el crepúsculo de carrera. Cannes ha elegido mirar hacia atrás y el modo en el que ha defendido el cine ha sido a través de una reivindicación de su pasado. La presencia de nombres reconocibles como BellocchioErice, Loach, Wenders, Almodóvar, Tran, hace la oferta reconocible en términos artísticos que refuerza la marca Cannes. Otra cosa es que estos creadores sean muy conscientes de lo que pasa en el mundo, de las tradiciones emergentes, de las cosas que se nos vienen encima. Sus películas en general han afirmado una visión serena, extrañamente ajena a los tiempos revueltos que vivimos o, si se me permite, consciente de una sensación del fin de las cosas.

Gran parte de las películas de las que les he hablado estarán a su disposición en salas o en plataformas. He intentado seleccionar, dentro de mis posibilidades, lo mejor de esta edición del festival. Y dada la imposibilidad de cubrirlo todo, he preferido compartir mis entusiasmos y hacerles recomendaciones a juzgar las películas. Al final el cine tiene que ver con el choque de dos pasiones: la del equipo de creadores y la de cada uno de ustedes. Olvídense de los intermediarios. Así, pase lo que pase esta noche, el mejor premio sería que ustedes fueran a ver Anatomía de una caída, Cerrar los ojos, Extraña forma de vida, Zone of Interest, The Old Oak, Robot Dreams, Asteroid City, May December o La passion de Dodin Bouffant. O cualquiera que gane. O que no gane. Vayan al cine, vean cosas, tengan curiosidad por lo que el cine tiene que ofrecer. Vivirán más y serán más felices. Palabra de Jane Fonda

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