Cine

Godard el Temible

Jean-Luc Godard, cineasta, llega triunfante a casa. Ha conseguido, junto a otros directores como François Truffaut o Carlos Saura, cancelar definitivamente el Festival de Cannes de 1968. La razón: con lo que está sucediendo en el país, sería ridículo dedicarse a ver películas. Él lo expresará de la siguiente manera: "Hablamos de solidaridad con los estudiantes y los obreros y nos habláis de trávelin y primeros planos. ¡Sois idiotas!". No desiste, pese a que el certamen acoge el debut de su amigo Michel Cournot, crítico en el Nouvel Observateur, que confía en esa plataforma para arrastrar al público a la sala. Cuando se encuentra después de varios días con su mujer, la actriz y escritora Anne Wiazemsky, que no le sigue en el boicot, tiene lugar el siguiente diálogo: 

—Estás morena. 

—Sí, me queda bien, ¿no?

—No. 

Este es Godard. O, al menos, este es Godard según Michel Hazanavicius, ganador del Oscar a mejor dirección por The artist en 2011. En Mal genio (en cines el 12 de octubre) regresa al mundo del cine, después de aquel trabajo sobre el Hollywood de los años veinte, con un biopic del genio del cine francés, cabeza de la Nouvelle Vague. Pero este no es el homenaje de un devoto. Para construir su biografía sui generis, el director se sirve no de sus ensayos o de sus artículos, sino del relato biográfico de Anne Wiazemsky, su segunda esposa, publicado en bajo el título de Un an après (Un año después) en 2015. El azar ha querido que la actriz y escritora fallezca el pasado 6 de octubre a los 70 años. El estreno del filme el pasado mayo en el mismo Cannes que aplaudió y abucheó a Godard llegó justo a tiempo.

No es una película, sin embargo, sobre Wiazemsky (interpretada aquí por Stacy Martin). El filme que retrate su entrada en el mundo del cine con solo 18 años de la mano de Bresson, su participación en la primavera parisina y su posterior desarrollo como novelista está aún por hacer. Pero el espectador realiza el mismo viaje con respecto a Godard (Louis Garrel) que la joven recién casada de la cinta: de la admiración a la decepción, de la adoración al desenamoramiento. El título original, Le Redoutable Le Redoutable (El Temible si se traduce directamente), viene por el primer submarino balístico nuclear francés, botado en 1967. La pareja utilizaría una frase escuchada en la radio, "Así transcurre la vida a bordo del Temible", como leitmotiv amoroso. Lo que es primero una broma interna acabará convirtiéndose en una profecía.

Cuando comienza el filme, Jean-Luc Godard es ya conocido como JLG, y reconocido en sus numerosas apariciones públicas. Estamos en 1967, por lo que ya figuran en su currículum sus grandes obras: Al final de la escapada, El desprecio, Banda aparte y Pierrot el loco. El cineasta no llega a los 40 años, pero ninguna de sus obras posteriores volverá a alcanzar ese grado de popularidad. Es más: ninguna le representará tanto a los ojos del público. Y eso es un drama para el creador, porque en ese momento Godard rueda La chinoise, una película protagonizada por cinco estudiantes revolucionarios que tratan de vivir según los preceptos del maoísmo, convenciéndose y convenciendo a los demás a golpe de monólogos teóricos. Era su intento de abandonar el cine que había realizado hasta la época y que consideraba banal en favor de un cine revolucionario que cortara de raíz con el entretenimiento burgués.  

Hay un problema. En la rueda de prensa del Festival de Aviñón donde se presenta, su responsable Jean Vilar confunde el título del filme, llamándolo insistentemente La tonkinoise. Los periodistas solo parecen interesados en su reciente boda con Wiazemsky, a la que le dobla la edad y que sería una completa desconocida si no fuera porque su abuelo es François Mauriac, periodista y escritor, Nobel de literatura y el más leal de los gaullistas. En el estreno, Vilar se quedaría dormido —esto es un añadido de Hazanaviciusy varios espectadores saldrían espantados. Entendida como apoyo a la Revolución Cultural, los dirigentes chinos tampoco la verían con buenos ojos —al fin y al cabo sus protagonistas son unos burgueses—, los marxistas prosoviéticos la odiarían y el público generalista saldría perplejo de la sala, soñando con un Al final de la escapada 2. Era el principio del fin. 

No solo el principio del fin del matrimonio, o de la primera etapa del realizador: el principio del fin del propio JLG. Tras las malas críticas, espeta a sus amigos: "Yo no soy Godard, ese Godard del que habláis no existe". Michel Hazanavicius muestra esa destrucción, el espíritu kamikaze —"masoquista", según el veterano militante del 68 Daniel Cohn-Bendit— de un cineasta empeñado en hacer la "revolución interior". Que consiste, sobre todo, en aniquilarse para, en teoría, construirse de nuevo. Así, el Godard de Hazanavicius es ególatra, intransigente, dogmático, cruel, machista, oscuro y autodestructivo. Pero también hilarante. 

No es un secreto que al autor de The artist le gusta el pastiche. Y en Mal genio disfruta imitando el estilo Godardestilo Godard: trávelin, colores primarios —aunque sustituye el amarillo por el blanco, formando la bandera francesa—, los desnudos de El desprecio, las escenas de playa de Pierrot el loco, los textos que complementan y contradicen la imagen... y el extraño sentido del humor del realizador. Pero JLG se convierte también en un chiste: transformado en revolucionario patoso, sus míticas gafas ahumadas acaban rotas hasta en cuatro ocasiones, más por azar que por heroísmo.

Entre la torpeza y el autosabotaje de Godard, casi puede olvidarse la toxicidad de su "revolución interior". Se empeña en matar a su burgués interno, pero se indigna cuando la huelga general del 68 no le deja llegar a París y desprecia a los admiradores que le paran por la calle. Va a las asambleas de estudiantes supuestamente para escuchar, pero acaba acaparando el debate con discursos incomprensibles sobre que "los judíos son los nuevos nazis". Pierde la amistad de Cournot y luego del director italiano Bernardo Bertolucci, cuando, después de que este le invite a un festival de cine político en Roma, le llama "reaccionario" y le espeta que su cine "está muerto". Pero la zona más oscura de Godard en Mal genio es su machismo. No solo ignora constantemente a Wiazemsky —convertida aquí en una especie de narradora silente—, sino que llega a prohibirle trabajar en tal o cual filme y a tratarla de "zorra" en plena crisis de celos. 

Tras mayo del 68, Godard se embarca, junto al crítico Jean-Pierre Gorin, en el Grupo Dziga Vertov, que pretendía llevar el sistema asambleario al cine, decidiendo cada mañana por consenso qué se filmaría ese día, sin el yugo del cineasta creador. Adiós al genio dictatorial del director. O no. Hazanavicius establece una equivalencia entre esto y su intento de suicidio después de una discusión final con Wiazemsky. Intento. Porque el viejo JLG se resiste: el Temible sigue en pie. 

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