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Andrés Neuman: primeras palabras del hijo

Pequeño hablante

Andrés Neumán

Alfaguara (Madrid, 2024)

 

Podría decirse que este libro completa el anterior del autor, Umbilical (2022), del que ya nos ocupamos aquí, con el que forma pareja, pues ambos se basan en una experiencia real, la de la paternidad, sobre lo que tan poco se ha escrito. Hay, sin embargo, una cierta tradición en la lírica (Lorca con Padre a hijo; Vicente Huidobro, Poema para mi hija; Pablo Neruda, A mi hijo; Miguel Hernández, Nanas de la cebolla; Borges, Al hijo; o el mexicano Jaime Sabines, Bajo mis manos crece; y podríamos añadir también poemas de Leopoldo Panero, Hijo mío; de Luis Rosales, etc.), pero resulta más modesta –que yo sepa— en la prosa narrativa.

El caso es que las nuevas realidades sociales, el papel algo más activo del hombre en el cuidado de los hijos, eso que viene llamándose nuevas paternidades, propicia que dichas experiencias puedan plasmarse en textos que, sin ser de ficción, tengan entidad literaria, puesto que el tratamiento que se le da a la estructura (la brevedad de los capítulos reproduce la conciencia fragmentaria), al punto de vista (se vale de las tres personas del singular para contar), y al lenguaje, hace que la narración forme parte de ese territorio más exigente, por así decirlo, sin que tengamos que recurrir al ya manido y oportunista concepto de autoficción, tan añejo como la cacareada hibridez.   

Pequeño hablante se compone de 95 breves capítulos, entre los que se intercalan otros que llevan por título las letras del alfabeto, aunque Neuman se salta la ll. Así, en el libro se entrelazan las dos series, la numérica y la alfabética. De lo que se trata, en realidad, es de acompañar el crecimiento de Telmo, el hijo del autor, de mostrarnos, mediante diversas situaciones de la vida cotidiana, cómo va descubriendo el lenguaje y pasa de articular sonidos a hablar, a convertirse en hablante.

El autor se refiere también, siempre con brevedad, a la madre, la profesora y escritora Erika Martínez, y a los abuelos paternos, aunque Delia, la abuela, falleció hace unos años; se muestra consciente de los cambios que supone en la pareja la llagada del hijo ("Fuimos una pareja tan independiente que ahora no sabemos gestionar dependencias", página 65); de los efectos que ha tenido sobre su escritura ("Ya no puedo escribir lo mismo de antes", pero, por primera vez, ha compuesto un poema para niños); el complicado rito del comer; el protagonismo de lo escatológico, en algunas de sus variantes infantiles; la aparición de las sonrisas, "tu sonrisa sincera", y de la protoironía; o algo tan significativo como las primeras relaciones con otros niños, con su compinche Óliver o con Emma, con quien Telmo ya ha bailado en la escuela, los primeros juegos en el parque, sin que falte la pelota, e incluso los diversos entretenimientos con el padre. Y, por último, el descubrimiento de la ficción y los dos primeros cuentos inventados por el pequeño, que nos relata el padre sin poder disimular su orgullo.

Pero, en esencia, lo importante es cómo van surgiendo las palabras, el lenguaje y el uso que se hace de él, el jugar con las letras, como una obsesión: la primera palabra que ha fascinado al niño, ventilador, el descubrimiento de las preposiciones; cómo concluye el balbuceo y aparece la sintaxis; la identidad del hijo: "vos que sos español sin saber que lo sos", dicho —con suma elegancia— por el padre que "nació en tierras lejanas, y que aprendió una música verbal distinta de la suya", lo que no tiene por qué impedir que el niño aprenda duplicidades léxicas como columpios/hamacas, fresas/frutilla o grifo/canilla.

Lo que dijo Italo Calvino

Para atreverse a escribir un libro como este, y como el anterior, insólitos hasta donde yo sé, hay que haber perdido el pudor, tener sentido del humor y del asombro, y –sobre todo- ser consciente del nuevo papel que deben desempeñar los hombres en la pareja, en la relación con los hijos. Haberse percatado de que "los bebés tiene una comprensión del mundo muy sofisticada", como nos recuerda Paul Bloom (profesor en Yale, autor de Psico, en la entrevista que le hace Lluís Amiguet, La Vanguardia, 23/II/2024). Pero no cometan el error de creer que este es uno de esos libros que ahora se califican como de autoayuda. Se trata, por contra, del relato de una experiencia primordial, de un rito de paso, contada con el pulso y la sensibilidad del buen escritor que es Andrés Neuman, consciente de que ser padre hoy consiste también en aprender a desempeñar un papel diferente al establecido hasta anteayer.

Telmo es un niño afortunado, pues su padre le ha legado con estos libros una memoria de la que casi nadie ha dispuesto, ni tampoco podrán disponer de algo semejante casi ninguno de sus coetáneos.

* Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

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