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‘Una barba para dos’, de Lawrence Schimel

Portada de 'Una barba para dos', de Lawrence Schimel.

Enrique Anarte

Una barba para dosLawrence SchimelDos bigotesMadrid2016

La aplicación geosocial Grindr, destinada a hombres gais y bisexuales, nació en 2009. El objetivo de esta dating app, o aplicación de citas para móviles, era aprovechar la tecnología GPS para facilitar el encuentro entre dos personas que pudieran sentir atracción mutua. El resultado del encuentro quedaba a elección del usuario: unos minutos en unos servicios públicos, una noche en una habitación ajena, una amistad inquebrantable o un amor para toda la vida... o para unos años, al menos. En 2012, esta aplicación de citas tenía ya cuatro millones de usuarios en 192 países. En enero de 2016, la compañía anunció que vendía el 60% de sus acciones a una empresa china por 93 millones de dólares. En uno de los capítulos de la popular serie estadounidense Broad City, el compañero de piso gay de una de las protagonistas, la más desinhibida, le aconseja dejar de utilizar Grindr para ver genitales masculinos. Grindr no solo se había convertido en un negocio multimillonario, sino que además había dejado de ser terreno ignoto para la cultura contemporánea.

Por eso extraña, sin embargo, que estas realidades (o cómo el desarrollo tecnológico ha cambiado nuestra manera de interactuar sexual o emocionalmente) no se hayan trasladado a la literatura. Algo así era lo que pretendía Lawrence Schimel cuando se puso a escribir Una barba para dos (Dos Bigotes, 2016), una colección de cien microrrelatos eróticos catalogada como caleidoscopio de la cotidianeidad gay en tiempos de Grindr.

Schimel, escritor de narrativa, poesía y ensayo, así como infatigable traductor, nació en Nueva York en 1971, llegó a España antes del cambio de milenio y lo hizo para quedarse. No es un autor desconocido (de hecho, ya publicó hace dos años un relato en una antología de esta misma editorial, Lo que no se dice), pero sí lo es en nuestro país gran parte de su obra, especialmente su prolífica faceta dedicada a la literatura infantil. En Estados Unidos fue galardonado dos veces con el Lambda Literary Award y la editorial independiente A Midsummer Night's Press le ha encargado la dirección del sello Periscope, cuyo fin es introducir en el mercado editorial angloparlante a autoras mujeres reconocidas en sus países o contextos lingüísticos pero desconocidas para los lectores en inglés, rompiendo las barreras lingüísticas y de género que perviven en el mundo de la edición.

No es el primer libro que publica en español (Egales editó su poemario Desayuno en la cama en 2008), pero sí el primero que escribe directamente en la lengua de Cervantes. Y lo hace, además de con la devoción que cualquier escritor tiene a su única herramienta de trabajo, con el cuidado y la capacidad reflexiva de alguien que ha sufrido el aprendizaje de una lengua plagada de irregularidades y excepciones a la regla. Así, la reflexión sobre las personas del verbo, el yo, el tú, el nosotros, está latente en todas y cada una de las efímeras historias de este relato plural.

Una barba para dos, que en un principio iba a llamarse No apto para heterosexuales, es literatura erótica, pero es a la vez profundamente costumbrista. Nos habla de quiénes somos y cómo nos comportamos en nuestro día a día, desde que suena el despertador por la mañana hasta que ponemos punto y final a nuestras más íntimas odiseas noctámbulas. Madrid es el escenario de muchos de estos relatos, aunque no de todos, pero bien podría serlo cualquier otra urbe donde las aplicaciones de geolocalización definen las fronteras del deseo; donde la soledad busca refugio en el sexo ocasional, abriendo a veces no solo las piernas, sino también el corazón; donde parejas monógamas y abiertas tratan de equilibrar la balanza entre el morbo, sus contratos sexuales y la felicidad.

La vuelta del estadounidense a la literatura erótica es un regreso a uno de sus campos de batalla. "Muchas veces, la diferencia entre la pornografía y la erótica esconde una cuestión de clase", defendió Schimel recientemente en una entrevista en El Asombrario. Las clases privilegiadas no leen pornografía, sino literatura erótica. Lo pornográfico, denostado y desprestigiado, se ubica en otras latitudes de la estratificación social, pero también sexual.

Así, el erotismo de las sexualidades marginales, de aquello que escapa la norma o la convención, se convierte a lo largo del libro en un desafío a las mordazas heterosexistas que perviven en una sociedad en la que desde hace más de una década es legal la unión en matrimonio de dos personas del mismo sexo.

El autor, además, acierta hilando los relatos en torno a un elemento común: la preeminencia del morbo. Lo que ocurre no es lo más importante, sino que es la fantasía aquello que excita la imaginación hasta límites insospechados, regalándonos una concatenación de éxtasis literarios capaces de atrapar al lector menos convencido por el género, la temática o sus propios prejuicios. Si algo es universal, si algo compartimos independientemente de nuestra orientación sexual, estrato socioeconómico o formación literaria, eso es el morbo.

Una barba para dos puede convertirse en una de las obras que pongan en cuestión la concepción predominante sobre la literatura erótica y, con fortuna, sobre nuestras propias mordazas literarias (y en algún que otro sentido). En el fondo, un libro como este, un compendio de historias perfectamente reales sobre relaciones gais en tiempos de Grindr, nos habla de la parte más íntima de cada uno de nosotros, que no es el sexo, sino la capacidad de comprender a esa extraña persona desnuda que nos observa al otro lado del espejo.

*Enrique Anarte es periodista. Enrique Anarte

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