Tongolele y otros nombres
Tongolele no sabía bailar
Sergio Ramírez
Alfaguara (2021)
Cuando era muy joven, un profesor explicó en clase el significado de "intrahistoria" en Miguel de Unamuno. Lo sentí como una revelación, y pasado tanto tiempo todavía me acuerdo de ese momento. Los estudiantes teníamos que memorizar los nombres de los reyes, reinas, generales, validos, presidentes de gobiernos nacionales y extranjeros, dictadores, revolucionarios del gordísimo libro de Historia. Nombres y fechas repetidos hasta la saciedad para poder aprobar una asignatura que comprendí en ese instante que era como la cúpula de un gran edificio. Se estudiaba la bóveda o el arco o el cimborrio pero se obviaba lo importante: la vida callada de las personas que con su trabajo levantan el país donde viven cada día. El suelo, la superficie, la patria como pueblo. Más o menos, estas fueron las palabras de mi profesor. Y me puse a observar más a las personas. Quizás por eso entiendo más los libros de literatura, porque hablan de cómo las personas viven en la Historia.
Nicaragua no es un país que salga mucho en nuestros libros de Historia. A veces me pregunto qué sé de Nicaragua o de El Salvador o de Uruguay o de Paraguay o de Haití o de Honduras. Sólo por poner algún ejemplo. Y la respuesta es que no sé nada. Así que tengo que empezar por los nombres como hace Sergio Ramírez en la impecable novela Tongolele no sabía bailar.
Anastasio Somoza (el viejo), dictador. Anastasio Somoza Debayle, depuesto por el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) en julio de 1979. Inspector Dolores Morales, personaje literario. Violeta Chamorro, presidenta electa en elecciones generales (1990—1997). Arnoldo Alemán (1997—2002) del partido de Somoza. Comandante Daniel Ortega, había presidido el gobierno durante la época revolucionaria de los 80 y regresa al poder en 2006 gracias a un pacto con su antiguo adversario, Somoza. Rosario Murillo, esposa de Daniel Ortega.
¿De qué trata la novela? Leemos a Gioconda Belli, El País, jueves 30 de diciembre de 2021: "En mi propio país, Nicaragua, ha sido una mujer, Rosario Murillo, consagrada vicepresidenta por su marido, Daniel Ortega, la que regentó los actos de violencia contra pacíficos manifestantes que derivaron en el levantamiento popular de abril de 2018. La maquinaria de guerra para sofocarlo dejó más de 300 cadáveres sobre las barricadas".
En este levantamiento popular y en su brutal represión, más nombres. Anastasio Prado, alias Tongolele, jefe de los servicios secretos. Tongolele, también "la diosa pantera, la bailarina de mechón cano, como el suyo, él no sabía bailar". Bailarina: Yolanda Montes.
El inspector Dolores Morales, antiguo guerrillero de la lucha contra el dictador Anastasio Somoza Debayle, miembro de la Policía Sandinista desde su fundación, cayó en desgracia y tuvo que dedicarse a la investigación privada. Junto con su compañero de fatigas, Serafín Manzanares, alias Rambo, nos los encontramos en el exilio por injerencia de Tongolole, en el desierto de Honduras. Desde el puesto fronterizo de Las Manos, allá en Honduras, el inspector Morales decide regresar a Nicaragua junto con Rambo: su amor, Fanny, está enferma. Como toda novela perfecta esta es también una novela de amor.
Y una novela de terror. Del terror y del horror que acompañan a todas las dictaduras que todavía hay en el mundo. Delaciones, violaciones, impunidad para el poder, asesinatos, fuerza bruta, mentiras, arengas, silencio y miedo. Intrigas. Y torturas. "Recemos juntos, padre Pancho". De personas valientes que por dignidad o movidas por la justicia o simplemente porque ya no pueden más, porque no tienen nada que perder, se atreven, osan y se enfrentan con escasos medios al temido poder: con una manifestación pacífica, con una negativa o con la palabra como hace Sergio Ramírez, a quien esta novela le ha salido muy cara. Denunciar los abusos en su país en pleno siglo XXI ha hecho que se quede sin país. No nos olvidemos: estamos ya en 2022.
Penúltimo nombre: Lord Dixon, balaceado en el Lada en el que viajaba con su amigo el inspector Morales. La estrategia literaria de la conversación constante entre el inspector Morales y Lord Dixon es sublime. La voz del amigo muerto nos sorprende al principio, hay que volver atrás, ¿no estaba muerto? Y se nos hace imprescindible después.
Aún violenta y dulce: la Nicaragua de Sergio Ramírez
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El postrero nombre: Los diablos azules. Conversación (imaginaria) entre el inspector Morales y Lord Dixon.
— ¿Usted sabe lo que son los diablos azules? — De oídas. En mi vida he probado el licor. — Es cosa horrible. Son diablos que te persiguen en manada, te acorralan, y es tal su bulla y algazara, que terminás pegando la cabeza contra las paredes.
Tongolele no sabía bailar es una obra de arte que hay que leer. Leer para saber qué ocurre en esos países que no salen en las noticias. Y leer para asentir: la escritura de Sergio Ramírez es literatura de la buena. Una prosa soberbia para una historia tan amarga y desoladora. Hoy agradezco a mi profesor del instituto que me enseñara a saber que los que escriben la Historia nunca salen en los libros. Pero sí en las historias de personas tan íntegras como Sergio Ramírez.
Sonia Asensio es profesora de Literatura.