España pasa de puerta de entrada de la cocaína y el hachís a gran productor de droga en la UE
España solía ser un lugar de tránsito para el tabaco de contrabando procedente de los desechos de las grandes firmas del sector, con entradas por Galicia, al noroeste, y Algeciras, al sur. Después comenzó a operar de cabeza de puente hacia Europa para el hachís marroquí, que llegaba en grandes barcos al mismo noroeste –con alijos de más de 30.000 kilos en la década de los 90– y en embarcaciones de pequeño tamaño al sur –las precursoras de las actuales narcolanchas–.
Pero, casi sin darse cuenta, el país se convirtió en la gran puerta de entrada para la cocaína en el continente, que llegaba de la mano de los cárteles de Cali y de Medellín en los 80 y hoy sigue alcanzando las costas de la Península Ibérica sobre todo por la fachada atlántica.
Sin embargo, el escenario actual ha cambiado, tal y como revelan los mayores expertos y ha quedado acreditado por los NarcoFiles, el nuevo orden criminal, una investigación periodística internacional coordinada por el consorcio Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP) con el apoyo del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), que se inició con una filtración de correos electrónicos de la Fiscalía General de La Nación de Colombia que fue compartida en España con infoLibre y Narcodiario y con más de 40 medios de comunicación en todo el mundo. Aquí puedes ver el dosier con las informaciones publicadas hasta la fecha.
Con los escenarios anteriores –salvo el del tabaco– plenamente vigentes, las grandes mafias autóctonas y extranjeras han visto en España un lugar perfecto para crear un negocio alrededor de la droga que abarque todas las fases del ciclo productivo. Para ello comenzaron a establecer centros de cultivo de cannabis hasta alcanzar cotas similares a las de Marruecos, llenando de cosechas clandestinas todas las comunidades autónomas, pero especialmente Andalucía y Cataluña. España ya es la huerta de Europa de la marihuana.
“Somos el número uno, el mayor productor europeo de marihuana”, resalta el comandante Fran Torres, de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. “Los albaneses lo están aprovechando para establecerse en España. La marihuana no está tan mal vista, pero va camino de ser más peligrosa que la cocaína por la violencia que acarrea”, añade el investigador. “Si me intervienen 1.000 plantas en mi casa y es muy probable que no vaya a prisión. Es un negocio que cuesta muy poco: puedes comprar el material en cualquier growshop con una inversión de 20.000 euros, y la vas a amortizar probablemente en la primera cosecha, que tienes en cuatro o cinco meses, con una rotación que te da unos beneficios económicos brutales”, concluye el guardia civil, quien alude al bajo reproche penal por este delito como un factor diferencial.
La fiscal jefa antidroga, Rosa Ana Morán Martínez, también pone el foco en la creciente violencia con que se conducen las organizaciones dedicadas al cannabis. En Cataluña, destaca la memoria de la Fiscalía recién publicada, se han instalado organizaciones extranjeras que se dedican a plantar cáñamo y distribuir después la cosecha “por toda Europa”, vendiendo las plantas en tiendas físicas o en webs, aunque también utilizan el correo postal o la paquetería.
Al mismo tiempo, y sin hacer ruido, se han instalando también los primeros laboratorios de cocaína. Al principio, sólo con dos o tres cocineros, y ahora con auténticos especialistas que viajan directamente desde Colombia para trabajar en los centros de producción y obtener una mercancía cuya calidad es superior a la que se obtiene en América Latina, rozando –y en ocasiones superando– el 90% de pureza.
El testimonio del 'cocinero'
“Me pidieron el pasaporte y se encargaron de todo. Yo sólo me trasladé a Cali, donde en una agencia de viajes me entregaron los billetes de avión de Bogotá a París y de allí a Portugal. Viajas como turista y no tienes que hacer nada”, explica a OCCRP cómo llegó a España un experto cocinero de cocaína, que sigue en plena actividad aún hoy. De 47 años y originario de Putumayo, la región de Colombia con más laboratorios en plena selva, asegura que allí “es el día a día de cada familia, se aprende a trabajar con la coca antes que a leer y a escribir”. Por un sueldo de unos 400 euros por cada kilo de cocaína generado, el especialista, carente de antecedentes penales, está operativo ahora en el extrarradio de Madrid, la zona en la que se han destapado la mayor parte de los centros de procesamiento del polvo blanco sudamericano en la Península Ibérica.
El desmantelamiento de un laboratorio en Pontevedra a finales de marzo, con capacidad para producir 200 kilos al día y con 7.500 kilos de pasta base listos para ser transformados –de ellos se intervinieron unos 1.300– supuso un golpe de efecto, pero no el único ni el último: 128 estructuras de transformación de droga colombiana, de mayor o menor tamaño, han sido descubiertas en el país en la última década. Según las cifras facilitadas por el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco), dependiente del Ministerio del Interior, entre enero de 2012 y septiembre de 2022 fueron detenidas 625 personas en unas operaciones que permitieron a las fuerzas del orden incautarse de 3,53 toneladas de cocaína.
La mayoría de los arrestados eran –además de españoles– colombianos, que son quienes proporcionan la droga y dominan la química y la técnica para elaborarla, y adulterarla, antes de su venta en el país de destino. Lo que no es óbice para que –como corresponde a un negocio tan globalizado como los legales–, entre los cocineros, químicos y notarios –los capataces, venidos desde Colombia– de los laboratorios se hayan encontrado serbios y albaneses –los balcánicos cotizan al alza en el narcotráfico europeo– e incluso húngaros, aparte de ciudadanos procedentes de toda Latinoamérica.
“Me ofrecieron un trabajo rápido, de dos semanas, que consistía en sacar la base de pellets de plástico y transformarla en clorhidrato de cocaína”, explica el cocinero, que cuenta con todo un equipo a su servicio para procesar los paquetes de droga. Una persona organiza el trabajo y el resto de los empleados entran en el laboratorio “sin comunicación”. “Al terminar vienen a buscarte y te sacan. No ves nada”, describe. Son, pues, estructuras perfectamente organizadas desde el origen que cuidan cada detalle para evitar ser descubiertas y que procesan droga las 24 horas al día para obtener el mayor beneficio con el menor riesgo posible. Y en un tiempo récord.
El mayor laboratorio de Europa
Emilio Rodríguez, jefe de los Greco de la Policía Nacional y responsable de la operación que sirvió para desmantelar el laboratorio de Cotobade (Pontevedra), ubicado en una zona rural de difícil acceso y considerado el mayor de Europa hasta la fecha, señala que la estructura criminal se instaló en apenas “cuatro meses”. El centro de producción de droga se encontraba en una vivienda de tres plantas con su galpón anexo, donde fueron hallados, además de unas 30 toneladas de precursores líquidos y sólidos, depósitos de acero y plástico, extractores, calentadores, hornos microondas, ventiladores, un generador eléctrico diésel, bombas de agua, un compresor de aire y electrobombas, todo ello con el único fin de transformar la pasta base en clorhidrato de cocaína. Después se supo que obtenían purezas superiores a las conseguidas en la selva colombiana, que oscilan entre un 78% y un 84%.
“En el laboratorio objeto de investigación había personal de México y de Colombia, que fue reclutado de otras instalaciones en la selva. El reclutamiento se pudo hacer en el país de origen entre los propios trabajadores de la organización”, explica el responsable policial, quien subraya que en Pontevedra fueron detenidos siete colombianos y un mexicano, el jefe, el único que tenía contacto con el exterior. “El fenómeno se va a extender de forma exponencial debido fundamentalmente a lo rentable del negocio y a la situación actual de la producción de la cocaína en Sudamérica [la sobreproducción ha hundido los precios]”, asegura Rodríguez.
“Pensamos que existen instalaciones perfectamente productivas en países del entorno de la UE. Es comprensible que, cuanto menores son los controles, más facilidades existen para que las organizaciones exporten pasta base, adquieran insumos e instalen laboratorios”, concluye el investigador. La rentabilidad es mayor que en los alijos clásicos, pues no hay que pagar sobornos ni contratar embarcaciones, ni siquiera buscar una guardería para almacenar una sustancia que, según sale de los hornos microondas, ya se distribuye a los compradores al por mayor. Los NarcoFiles demuestran así que España ya no sólo recibe, sino que también trasforma y produce cocaína para consumidores de toda Europa.
Donde más laboratorios clandestinos dedicados a la cocaína se ha desmantelado en España es en la Comunidad de Madrid, un total de 31 en 10 años. Le siguen la Comunidad Valenciana, con 27, y Cataluña, con 20. Las dos primeras, por tanto, suman el 45% de las instalaciones clandestinas descubiertas. Pero también Castilla-La Mancha, quizá por su proximidad a la capital, tiene un buen historial, con 12 instalaciones cerradas. En Murcia fueron descubiertos nueve laboratorios, una cifra considerable si se tiene en cuenta que son los mismos que en Andalucía, cuya extensión multiplica casi por 100 la murciana.
En cualquier caso, el laboratorio donde más cocaína ya elaborada se confiscó hasta la fecha en España fue uno desmantelado en 2015 en una nave industrial de Chiva (Valencia), donde los cinco detenidos –dos de ellos colombianos y un tercero, un empresario de Albacete y químico de profesión– pretendían transformar en producto listo para la venta un total de 1.520 kilos de cocaína que acababan de desembarcar en el puerto de Valencia mezclados con carbón. No llegaron a ponerse a la faena porque fueron detenidos antes por la policía. La Audiencia Provincial de Valencia condenó al organizador español del envío a ochos años y 10 meses de prisión, y a siete años y seis meses a los dos colombianos, presumiblemente los cocineros que iban a extraer la cocaína camuflada en los sacos de carbón. En otras operaciones, las cantidades de droga intervenida fueron mucho menores. De hecho, el segundo por volumen intervenido, es un laboratorio de Navalagamella (Madrid), donde se encontraron sólo 320 kilos en 2022.
Antes del gran hallazgo de Pontevedra, sin embargo, existen numerosos precedentes que dejan claro que España lleva produciendo cocaína desde hace muchos años y, en al menos cuatro ocasiones más, a partir de pasta base. El primer gran caso conocido y desarticulado por el Cuerpo Nacional de Policía tuvo como protagonista a Ana María Camena, conocida como La reina de la coca y destacada integrante de Los Miami, una de las mayores redes de tráfico de cocaína de todos los tiempos afincada en Madrid y con cabecillas españoles con tratos directos con los colombianos. Fue en 2011 en el marco de la Operación Colapso. Se intervinieron 300 kilos de cocaína y 33.000 kilos de sustancias químicas para su elaboración, así como dos millones de euros en efectivo, que dan una muestra clara del poder de aquella organización criminal.
Alrededor de Madrid
Sólo un año después y también en Madrid –la capital y su entorno acogen la mayor parte de estas infraestructuras–, la policía descubrió un sistema de introducción de pasta base dentro de muebles de madera. Tres ciudadanos colombianos habían llegado a España para cocinar la droga. Ese mismo año se descubrió en Cataluña otro laboratorio de elaboración de cocaína cuyo destino final eran los Países Bajos.
En 2015 y en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), se produjo un hallazgo interesante: una estructura dotada de un zulo donde los narcos ocultaban los productos químicos, el material de laboratorio y la propia cocaína que iban procesando. La policía detuvo a siete personas como responsables.
Dos años más tarde, en una localidad de Guadalajara, una vez más cerca de la capital de España, los especialistas antidroga encontraron unos grandes barriles con huecos idénticos a los que se emplean en los laboratorios de Colombia para colocar las cubas en las que se sintetiza la cocaína.
En 2019 se intervino el mayor laboratorio de cocaína descubierto en Barcelona hasta la fecha. Era la Operación Ferro, que incluyó la aprehensión de un semisumergible sin estrenar en una nave de Málaga y 50 detenidos en distintas provincias. Se decomisaron 22 toneladas de sustrato de coco impregnado en cocaína para su posterior extracción en la cocina clandestina, así como 400 kilos ya preparados y 12.000 kilos de precursores.
Ese mismo año, en la localidad toledana de Casasbuenas, quedó al descubierto el que hasta entonces era probablemente el laboratorio de mayor capacidad alimentado con pasta base, como el de Pontevedra. Nueve personas, algunas de ellas vinculadas a las FARC, fueron detenidas. Se calcula que podían producir 500 kilos de clorhidrato de cocaína al mes.
Ya en 2020, la Policía Nacional intervino otros dos centros de producción de la droga de origen sudamericano, uno en Alicante y otro en Cádiz. El primero incluyó el decomiso de 650.000 euros en efectivo y numerosas armas. En el segundo también llamó la atención el arsenal. Los narcos comenzaban entonces a protegerse ante la proliferación de vuelcos –robos de droga perpetrados por otros delincuentes– que se extendían como la pólvora en toda España. Así, este año no ha habido operación antidroga en la que no se haya decomisado armamento letal.
En 2021 se desmanteló una instalación al aire libre que recibía la materia prima en forma de pasta base oculta en sacos de arcilla en San Martín de la Vega (Madrid). Allí se hallaron cinco toneladas de precursores químicos, además de todo el material preciso para el laboratorio. Ese mismo año fue localizada otro gran laboratorio en una finca de alquiler turístico de Madrid. En él se extraía la cocaína que llegaba a España impregnada en pintura en polvo, un sistema indetectable para las aduanas. Se calcula que producía unos 300 kilos al mes.
En 2022, en una localidad de Toledo, la Policía Nacional cazó in fraganti a cinco personas trabajando en otro recinto que, según las autoridades, podía procesar hasta 150 kilos al mes. Y ese mismo año, en la Operación Silcon, fue localizada la instalación más parecida hasta la fecha a la de Pontevedra, con capacidad para elaborar 120 kilos cada semana “a imagen y semejanza de los de la selva colombiana”. La cocaína llegaba a España impregnada en cemento. Doce personas fueron detenidas.
Además de las diferencias de volumen, el ritmo de desmantelamiento de los laboratorios ha variado, y mucho, a lo largo de la década. En 2013 y 2014 se descubrieron hasta 21 y 20 instalaciones, respectivamente; en 2015 fueron 18 y en 2016 llegaron a 14. Pero desde entonces las operaciones contra laboratorios han decaído: en 2018 fueron sólo cuatro, en 2019 sólo cinco. El año de la pandemia, 2020, se quedaron de nuevo en cuatro. Desde 2021, cuando alcanzaron la decena, ha habido un ligero repunte. Hasta septiembre de 2022 se han cerrado siete operaciones.
También heroína y drogas sintéticas
La química industrial no sólo es necesaria para elaborar, extraer o adulterar cocaína. El primer laboratorio de heroína descubierto en España estaba en Fuensaldaña (Valladolid) y fue desmontado en 2013. La policía detuvo a 12 personas. Atribuido en parte al famoso clan de Los Charlines, organización gallega dedicada a introducir cocaína colombiana a gran escala, obtenía la droga a partir de morfina para su venta en todo el país.
El segundo fue desmantelado en Quintanar del Rey (Cuenca) al año siguiente. Los 10 detenidos eran sirios y habían levantado una instalación donde habrían podido producir hasta 100 kilos de heroína.
También hay plantas clandestinas para elaborar drogas sintéticas. En 2017 se descubrió en Lleida un centro de producción de speed –sulfato de anfetamina–. Y el año pasado se destapó una organización que utilizaba varias viviendas en Barcelona como laboratorios: se intervinieron 336 kilos de MDMA, anfetaminas, éxtasis, metanfetamina, GHB y GLB.
“Pensamos que existen instalaciones perfectamente productivas en países del entorno de la UE. Es comprensible que cuanto menores son los controles, más facilidades existen para que las organizaciones exporten pasta base, adquieran insumos e instalen laboratorios”, concluye Emilio Rodríguez, responsable del operativo que cerró el laboratorio de Pontevedra. La rentabilidad es mayor que en los alijos clásicos, pues no hay que pagar sobornos ni contratar embarcaciones, ni siquiera buscar una guardería para almacenar una sustancia que, según sale de los hornos microondas, ya se distribuye a los compradores al por mayor. Los NarcoFiles demuestran así que España ya no sólo recibe, sino que también trasforma y produce cocaína para consumidores de toda Europa.
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Esta información es parte de NarcoFiles: El Nuevo Orden Criminal, una investigación periodística internacional sobre el crimen organizado global, sus innovaciones, sus tentáculos y quienes lo combaten. El proyecto, dirigido por el consorcio Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP) en colaboración con el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), Vorágine y Cerosetenta / 070 comenzó con una filtración de correos electrónicos de la Fiscalía colombiana que se ha compartido con infoLibre y Narcodiario en España y con más de 40 medios de comunicación de todo el mundo. Periodistas de 23 países trabajaron en las investigaciones, principalmente en América Latina, pero también en Europa y Estados Unidos.
A partir de las pistas encontradas en los datos filtrados, los periodistas han elaborado docenas de artículos que revelan las múltiples formas en las que los grupos del crimen organizado evolucionan, se expanden y experimentan en el mundo moderno, dejando nuevas víctimas a su paso.