Las grandes empresas gratifican a sus accionistas con 29.000 millones, el 50% de gasto público educativo
Los héroes de nuestra economía. Así definía la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a los empresarios durante una asamblea general de Cepyme celebrada el pasado mes de julio. El mantra de la derecha política y mediática que sitúa al entramado empresarial privado como único y verdadero manantial de la riqueza se ha instaurado en el imaginario colectivo. Y ha llegado para quedarse. "Los empresarios debemos salir del armario y sentirnos orgullosos", defendía ya hace unos años Juan Roig, presidente ejecutivo y máximo accionista de Mercadona. "Los directivos somos los que generamos riqueza y bienestar en este país", añadía en unas declaraciones posteriores, a principios del año pasado.
Nada más alejado de la realidad. El nuevo informe de Oxfam Intermón, La Huella en las Desigualdades, revela que la actividad de las principales empresas españolas ahonda las raíces de la desigualdad económica en el país. En los últimos 20 años, el 10% más rico ha secuestrado casi un tercio de las rentas generadas por las macroempresas, dejando para la mitad más pobre de la población apenas una quinta parte de los beneficios.
¿La conclusión? Bajo el modelo productivo actual, la actividad empresarial no sólo no reduce los persistentes niveles de desigualdad, sino que favorece que aumenten y se cronifiquen. Así, tanto el Producto Interior Bruto como los excedentes empresariales de 2023 triplican las cifras del año 1995, sin que la estructura de desigualdad se haya modificado significativamente.
Los trabajadores, los grandes perjudicados en el reparto de beneficios
El citado informe, publicado este miércoles, examina 40 grandes corporaciones españolas —29 de las 35 empresas del IBEX, y otras 11 compañías que cotizan en bolsa—, con unos ingresos conjuntos equivalentes al 44% del PIB español y 1,7 millones de empleados. Todo para delimitar su impacto en la desigualdad social y económica de nuestro país, atendiendo a cinco dimensiones clave: personas, producto, beneficios, poder y planeta. Y con una preocupante —aunque poco sorprendente— conclusión: los trabajadores, el verdadero engranaje de las empresas, crean mucha más riqueza de la que reciben.
Las disparidades salariales son la cara más visible de esta desigualdad. En el 60% de las empresas analizadas, el máximo ejecutivo gana más de 2 millones de euros y, en un 35%, el sueldo medio del comité de dirección supera el millón. Como resultado, en más de la mitad de las empresas estudiadas, el sueldo más alto es, por lo menos, 50 veces superior al salario de la plantilla.
“Es justo en el interior de las empresas donde comienza la desigualdad, con un reparto poco equitativo de los beneficios, y donde no se garantizan unas condiciones laborales y salariales dignas para todos sus trabajadores", denuncia Miguel Alba, autor del informe y responsable de Sector Privado y Desigualdad en Oxfam. "Sus prácticas priorizan que gran parte de esa riqueza revierta en personas pertenecientes a las capas privilegiadas de la sociedad, como directivos y accionistas, frente a otros actores de estratos menos favorecidos involucrados en la actividad empresarial, como sus plantillas o incluso sus empresas proveedoras”.
Las cifras lo demuestran. Casi la mitad de los beneficios obtenidos por las 40 empresas de la muestra se destinan a dividendos, es decir, a sufragar las retribuciones de sus principales accionistas. Sin contar la parte que no sale de sus propios fondos de inversión. Un acaparamiento que afecta a aquello que nos pertenece a todos: los servicios públicos. Entre 2020 y 2023, estas empresas llegaron a obtener 197.092 millones de euros en beneficios. Una cantidad con la que se podrían financiar todas las prestaciones sociales que abona el Estado en un año, incluidas las pensiones. Pero es que si hacemos zoom solo en el año pasado, se asignaron hasta 29.000 millones de euros a las gratificaciones de accionistas: el 50% del gasto público en educación en España.
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“Para poder avanzar hacia sociedades más justas y poner freno a las desigualdades, resulta imprescindible dejar atrás un modelo empresarial obsesionado por maximizar la rentabilidad en el corto plazo para contentar a los mercados, dejando de lado los impactos sociales y ambientales de su actividad, así como el bienestar de las personas. Las grandes empresas son responsables de estas tendencias y necesitan tomar medidas de manera urgente”, explica Alba.
En el camino hacia un nuevo paradigma empresarial, la ONG propone una serie de recomendaciones a las empresas para luchar contra la desigualdad. Fundamentalmente, una reforma de la gobernanza empresarial en busca de un modelo más inclusivo y que priorice la participación activa de sus trabajadores en la toma de decisiones, el reparto de los beneficios y los órganos de dirección.
El Gobierno también tiene deberes para casa. "Es esencial la puesta en marcha de políticas laborales para equiparar los salarios, reducir la brecha de género y posibilitar la conciliación", insiste Alba. Entre ellas, la flexibilización de horarios y la reducción progresiva de jornadas. Sin olvidarse de las medidas contra el fraude fiscal y en favor de la transparencia financiera.