Putin obliga a Europa y EEUU a pactar con el diablo para comprar gas, crudo y materias primas
Estaba Joe Biden aún en plena campaña electoral contra Donald Trump en 2019 cuando prometió convertir a Arabia Saudí en un “paria”. EEUU, dijo, no va a vender ni un arma más al régimen dictatorial que acababa de asesinar al periodista Yamal Kashoggi en el Consulado saudí en Estambul. Además, Washington lleva años sometiendo con sanciones a Irán y Venezuela, otros dos parias de la escena mundial, que tienen así enormes dificultades para vender su producción de crudo. Sin embargo, la necesidad de aislar económicamente a Rusia y de detener la escalada de los precios del gas y el petróleo ha empujado a Biden a comerse sus palabras y negociar con quien hasta ahora era poco menos que el diablo, a fin de recuperar los miles de barriles que puedan suministrar bolivarianos y ayatolás.
Por el mismo brete está pasando la UE. La Comisión Europea decidirá el día 21 si autoriza la importación de trigo de Argentina y de maíz de Estados Unidos. Hasta ahora, el primero no cumplía los requisitos fitosanitarios comunitarios por la posible presencia de pesticidas en niveles superiores a los permitidos en Europa. Bruselas también tiene vetado el cereal transgénico norteamericano, argentino y brasileño. De estos granos depende el alimento del ganado, que puede quedarse sin pienso en España si no consigue nuevos suministros en tres o cuatro semanas, advierte el director general de la Asociación Nacional de empresas para el Fomento de las Oleaginosas (Afoex), Jorge de Saja.
El ministro de Agricultura, Luis Planas, avanzó en el Congreso de los Diputados, que España había solicitado a Bruselas que relajara sus exigencias de calidad agroalimentaria para permitir esa solución. Las importaciones españolas de maíz desde Ucrania sumaron 2,7 millones de toneladas en 2020, el 22% del consumo nacional destinado a fabricar piensos para el ganado. También se refirió a las importaciones de aceite de girasol, del que Ucrania es primer suministrador de España con medio millón de toneladas anuales. Según dijo, puede sustituirse por otras grasas vegetales, como el aceite de oliva. Pero el sector no es tan optimista. De Saja asegura que de aceite de girasol España tiene existencias para las próximas cinco semanas, si se mantiene una demanda normal; un poco más de margen que para el pienso. Desde hace 15 años, Ucrania es el proveedor estratégico de girasol español, explica el responsable de Afoex. Ahora sólo puede importarse de Argentina, donde sólo hay suficiente para el consumo español de un mes. “El problema no es sólo que se haya cerrado el grifo de Ucrania, sino que, además, lo importábamos los primeros seis meses del año, por lo que estamos ante un problema acuciante, se nos ha cortado el flujo”, lamenta. El último barco con girasol destinado a España salió de Ucrania el 25 de febrero, “y por los pelos, porque otro lo hundieron en aguas de Rumania”, apunta. Ahora debe de estar navegando a la altura de Italia y no llegará a Sevilla hasta dentro de 10 días. Rusia sí está permitiendo la salida desde el Mar Negro de sus barcos cargados con cereal, pero con destino en los países del Magreb, donde la falta de pienso podría tener consecuencias mucho más graves que en España, alerta José Manuel Álvarez, secretario general de la Asociación de Comercio de Cereales y Oleaginosas (Accoe).
Con ayuda del girasol argentino, De Saja dice que el sector podrá llegar a mayo, de forma que en junio ya pueda recurrirse a la cosecha nacional y a las europeas. “Estamos animando a los agricultores de Castilla-La Mancha a sembrar girasol de ciclo más corto para que pueda recogerse en verano”, asegura. Porque no hay más alternativas. Sudáfrica también produce, pero “es imposible traerlo, está demasiado lejos”. Y China ya ha comprado todo el que siembra la India.
Por consiguiente, habrá suministro para aguantar hasta que las cosechadoras empiecen su trabajo en España, pero será más caro, “por la subida del petróleo, lo fletes y la mayor distancia”, enumera Álvarez.
“No ha reaccionado con la rapidez que debía”
Además, aunque la guerra sea corta, se tardará mucho tiempo en recuperar la cadena de suministro. El girasol se somete ya a una primera transformación en Ucrania: se mezcla con un producto llamado hexano para convertirlo en “tortas”, que se refinan después en España. Es un material muy inflamable, por lo que sus tanques han sido vaciados por razones de seguridad. Las tortas también se utilizan para proporcionar proteína al pienso, pero en este caso, aclara el dirigente de Accoe, la alternativa es accesible: soja o colza, de los que no hay carencia.
De momento, los supermercados españoles han restringido las compras de aceite de girasol para el consumo particular. Para la industria alimentaria, que la utiliza profusamente en sus elaboraciones, Jorge de Saja ofrece como opción, además del aceite de oliva, otros aceites vegetales como el cártamo. El problema estriba, de nuevo, en que ambos son más caros.
En cualquier caso, De Saja reprocha al ministro de Agricultura su lentitud y “poca valentía” a la hora de pedir permiso en Bruselas para las importaciones americanas de cereal. “No ha reaccionado con la rapidez que debía”, critica. A su juicio, el Gobierno español no tendría por qué esperar a la decisión comunitaria, sino que podría haberse “movido unilateralmente”. También lamenta que España haya recortado su producción de girasol desde el millón de hectáreas que alcanzó en los años 80 hasta las actuales 600.000, una tendencia que ahora se está revirtiendo, resalta.
El campo español también depende de los fertilizantes, que sólo en un 8% se traían de Rusia. De hecho, matiza la Asociación Nacional de Fabricantes de Fertilizantes (Anffe), el principal suministrador del sector es el norte de África. Al menos de los nitrogenados, cuyo coste en un 80% depende del gas natural, que es la materia prima para fabricar amoniaco y éste la base para conseguir urea, el fertilizante con el que se abonan las plantas. Desde el 2 de febrero, Rusia prohibió exportar nitrato amónico, para evitar el desabastecimiento de sus propios agricultores. La importación de fertilizantes no ha hecho más que crecer en los últimos años, explica Anffe, por lo que confía en que ahora “se pueda sustituir parte del producto importado por producto nacional”, como la potasa, de la que hay una mina en Barcelona, siempre que los costes energéticos y de materias primas, ahora disparados, se moderen.
Metales de Indonesia, Canadá, Australia
España también debería reemplazar a Rusia en su cartera de suministradores de materias primas minerales. El país eslavo es uno de los principales productores mundiales de metales básicos como el aluminio, el níquel o el paladio. No obstante, la industria española se abastece sobre todo de materiales de segunda fusión, o secundarios, explican fuentes de Confemetal, la patronal del sector. Es decir, importa mucha chatarra, destinada por ejemplo a la siderurgia eléctrica –sólo queda una siderurgia integral, que se nutre de hierro para fabricar el acero, y está en Gijón– o recicla baterías para producir plomo.
Aun así, para sustituir al aluminio ruso, se puede recurrir a China, el principal productor mundial, pero también a la India y Canadá, donde la multinacional Rio Tinto posee 16 plantas. En acero, Rusia es el quinto productor mundial, por detrás de otros como China, la India, Japón y Estados Unidos. Cuestión aparte es la posición de Pekín en el tablero geopolítico, que condiciona también sus relaciones comerciales: se ha negado a calificar de invasión el ataque a Ucrania, rechaza las sanciones a Rusia impuestas por Occidente y prefiere adoptar un perfil de mediador.
Para el níquel, que ha vivido días violentos en los mercados de metales y es un producto muy cotizado por su uso en múltiples aleaciones y en la fabricación de aceros sofisticados, la alternativa a Rusia –tercer productor mundial– es Indonesia, el país con mayores reservas, el 22%, y con mayor producción, 760.000 toneladas en 2020, según el Servicio Geológico de EEUU. Le siguen Filipinas y Nueva Caledonia, pero son proveedores más fiables, destaca Confemetal, Australia y Canadá.
Rusia también es el primer productor mundial de paladio, un metal que se convirtió en una moda en los mercados porque su uso en los catalizadores de los tubos de escape de los coches de gasolina lo revalorizó por encima del oro hace unos años. Pero también se obtiene en Sudáfrica, Canadá y Estados Unidos.
Claro está que todas estas opciones serán siempre más caras. “A un determinado precio, merece la pena poner en explotación lo que antes no era rentable”, explican fuentes de Confemetal, “de modo que si hay problemas de desabastecimiento serán por poco tiempo, los elevados precios que se pagarán por la escasez de producto y la fuerte demanda desharán la falta de oferta”.
Gas de Argelia y en barco, crudo de EEUU y Noruega
El problema más grave es la energía, el petróleo y el gas. La dependencia de Rusia es el talón de Aquiles de la guerra económica que libra la UE con Putin. En enero y febrero de este año España sólo trajo de Rusia el 7,8% del gas natural que importó, según las cifras de Enagás, el gestor del sistema gasista. Y tiene a mano una alternativa fácil que es Argelia, “un socio energético fiable”, en palabras del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Del país norteafricano, tradicionalmente el principal proveedor español, procedieron los dos primeros meses del año el 24,3% de las importaciones. El año anterior habían equivalido al 39% La razón del descenso es el cerrojazo que Argel dio al gasoducto Medgaz el pasado octubre por culpa del litigio diplomático con Rabat por el Sáhara Occidental. Pero ya se ha comprometido con el Gobierno español a cumplir con los contratos en vigor. El segundo proveedor español es Estados Unidos, con un 18,8% de la cuota de las importaciones en 2021. Que en enero y febrero de este año aumentaron hasta el 33,8%, y superaron a las compras a Argelia. El tercer suministrador es Nigeria.
Además, España posee seis plantas regasificadoras, que suponen una cuarta parte de la capacidad europea. Alemania no tiene ninguna. Por tanto, España también puede servir de puerta de entrada al gas natural licuado y transportado en barco que ahora necesita el resto del continente y ya no le llega por tubo desde Rusia. Esos metaneros vendrán de Catar, Estados Unidos o Noruega, por ejemplo. Pero tienen el mismo hándicap que las otras alternativas antes citadas: son más caros.
En cualquier caso, y ya antes de que estallara la guerra, la actividad de las regasificadoras se había disparado. Según los datos de Enagás, que es la propietaria de las seis plantas, el número de buques descargados creció un 68,8% en febrero respecto del mismo mes de 2021 –27 frente a 16—y en un porcentaje similar también aumentó el volumen de gas descargado, hasta los 26.460 gigavatios hora.
Para hacerse una idea de cuánto gas descargaron estos barcos en un mes, puede bastar el dato de que la ciudad de Barcelona consume en un año 15.896 gigavatios hora.
A fin de suplir el petróleo ruso, la UE ha vuelto la vista a Estados Unidos, Noruega, Catar, Azerbayán, Argelia… Irán puede añadir un millón de barriles diarios a la oferta mundial, pero Venezuela bastantes menos de la mitad. La aportación de Arabia Saudí y Emiratos Árabes puede sumar otros dos millones de barriles. Rusia, tercer productor mundial produjo 7,3 millones de barriles al día en 2019 y exporta la mitad, de acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Es decir, con esos barriles adicionales no se podría cubrir el agujero en la oferta que deja el crudo ruso. Y la OPEP, a la que pertenece Rusia, tampoco parece por la labor de abrir el grifo para frenar la escalada de precios. El pasado día 2 acordó aumentar la producción sólo en 400.000 barriles diarios. Los 10 países que integran el cartel producen el 40% del crudo mundial. De forma que las esperanzas de que la gasolina baje de los dos euros donde ya se ha instalado esta semana en España no son muchas a corto plazo.