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Por qué dos fuerzas antagónicas como los verdes y los liberales pueden unir sus fuerzas para gobernar Alemania
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El primer destello de vida de la próxima coalición gobernante en Alemania, sea cual sea, será sin duda el selfie de una cena no anunciadaselfie celebrada tres días después de las elecciones entre los líderes del partido ecologista, Annalena Baerbock y Robert Habeck, y los del Partido Liberal (FDP), Christian Lindner y Volker Wissing.
Publicada el 29 de septiembre en las cuentas de Instagram de los cuatro dirigentes, la publicación constituye una pequeña revolución. Nunca antes dos partidos pequeños se habían adelantado al partido grande, vencedor de las elecciones, abriendo el baile de las negociaciones.
Esta declaración de independencia y de fuerza es, desde luego, una señal de que los llamados grandes partidos ya no son tan grandes ni tan fuertes, como demuestra la histórica caída de los conservadores. La iniciativa también atestigua un intento de unidad sin precedentes entre dos partidos que durante mucho tiempo se han considerado enemigos mortales, pero que han hecho campaña a favor de reformas rápidas y contra el inmovilismo de la gran coalición.
Por parte del SPD, la iniciativa no parece molestar aún, pero la situación es irritante y se intenta calmar los ánimos: “Ambos partidos deben darse cuenta de que el espectáculo que a veces daban en los balcones hace cuatro años ya no es apropiado”, apuntaba el jueves pasado el poderoso líder del grupo parlamentario socialdemócrata, Rolf Mützenich.
Se refiere al estrepitoso fracaso de las negociaciones entre conservadores, verdes y liberales de 2017. Este fracaso, debido a las diferencias entre los verdes y los liberales, llevó a cinco meses y medio de incertidumbre política y al doloroso nacimiento de la tercera gran coalición.
Hoy, la cuestión es de nuevo si los dos partidos pueden unir sus fuerzas y en qué condiciones. Todo ello tras varios meses de campaña electoral en la que los liberales han acusado constantemente a los verdes de ser el “partido de las prohibiciones” y del “estatismo verde”, mientras que estos últimos calificaron al FDP de “servidor de la industria”, especialista en una falsa ecología y en propuestas inviables.
Es cierto que el FDP, un partido que sólo acepta la inmigración si se trata de extranjeros con estudios superiores, rara vez ha mostrado interés por la protección del clima. Ante el movimiento Friday for Future, Lindner aplaudió el entusiasmo de los jóvenes, pero les aconsejó en Twitter que lo dejaran estar porque la transición energética “es cosa de profesionales”.
También cree que un verdadero impuesto sobre el carbono sólo es válido en Europa y, por tanto, difícil de negociar en poco tiempo. Por último, se niega a elegir una fecha a partir de la cual dejar de producir motores de gasolina y diésel. Si quieres seguir con gasóleo, no gires a la izquierda, fue el lema electoral del FDP.
Fundado en 1948, el FDP es heredero de una tradición que se remonta a la abortada revolución liberal de 1848. Después de la guerra, el partido liberal estaba dominado por una corriente nacionalista, que quería trazar una línea rápida sobre el pasado nazi y era un ferviente defensor de las reformas económicas ordoliberales del conservador Ludwig Ehrard.
Sin embargo, en los años 70 el partido inició un giro “socialliberal” y se convirtió durante un tiempo en aliado de los cancilleres socialdemócratas Willy Brandt y Helmut Schmidt, partidarios de la famosa Ostpolitik. Más tarde, volvió al redil de los conservadores de Helmut Kohl, defendiendo la reunificación y la globalización liberal.
Con los años, los liberales se han ganado el apodo de “hacedores de reyes”. De hecho, en un sistema en el que durante mucho tiempo sólo hubo tres partidos principales (CDU/CSU, SPD y FDP), el FDP se convirtió en la pequeña formación a la que no se podía ignorar a la hora de lograr mayorías, rentista oportunista del poder.
El FDP también se ha convertido en un partido clientelar que no ha dudado, desde que llegó al poder en 2009, en ofrecer enormes ventajas fiscales a sus mayores donantes al reducir el IVA de la hostelería del 19% al 7%. “En el gobierno, el FDP hace una política puramente clientelar. Se ocupa de las cuestiones fiscales de una determinada clase social, nada más”, confirmaba en 2013 Hildegard Hamm-Brücher, exministra y... ¡miembro del FDP durante 54 años!
La llegada de los verdes al poder en 1998, junto al SPD en el gobierno de Schröder, invirtió las tornas. Puso fin a la pretensión exclusiva de los liberales de ocupar el sillón gubernamental. El partido ecologista, surgido de movimientos socialistas, pacifistas y verdes, se convirtió en el principal competidor político del FDP en muchos frentes.
El cambio de los métodos de producción y la reorientación de los objetivos del sistema económico constituyen el núcleo del proyecto de los Grünen. Los verdes alemanes están desarrollando, por tanto, una estrategia muy eficaz de entrada en los círculos económicos, hasta ahora coto de los conservadores y los liberales.
No es de extrañar por tanto que a principios de año, Joe Kaeser, antiguo jefe de Siemens, pidiera el voto para los Grünen. O que una antigua dirigente ecologista, Kerstin Andrae, haya asumido la dirección de la poderosa federación energética alemana. Entre otros ejemplos.
Además, los verdes, que proceden de movimientos ciudadanos que favorecen la participación del individuo en los procesos de toma de decisiones políticas, son fervientes defensores de las libertades individuales y de la democracia liberal, y no dudan en considerarse “liberales de izquierda”, como explicó Claudia Roth en 2009.
Estos acontecimientos son una fuente de irritación para el FDP. Pero también llevan a los opositores y críticos de los ecologistas a acusarles de no ser más que “liberales verdes”, un debate que está lejos de terminar.
Por supuesto, los ecologistas se defienden. Los que realmente convierten la narrativa verde en liberal malinterpretan “la idea revolucionaria de la ecología”, escribe Jürgen Trittin, exministro de Medio Ambiente y “padre” de la salida de la energía nuclear en 2001.
Por su parte, Anton Hofreiter, líder del grupo parlamentario de los verdes en el Bundestag, recuerda que, a diferencia de los liberales, los verdes creen que “el Estado debe proporcionar los recursos que permitan la expresión de la libertad” y “la libertad del individuo encuentra su límite en la libertad de los demás”.
Esto se traduce simbólicamente como sigue: los verdes quieren financiar sus reformas reintroduciendo el impuesto sobre el patrimonio y aumentando los impuestos a las clases más ricas. Por su parte, los liberales quieren bajarlos y reforzar la austeridad fiscal. Entre otros ejemplos.
Más allá del debate sobre su naturaleza política, es sin embargo evidente que los objetivos y las estrategias de ambos partidos se han acercado mucho últimamente. Entre otras cosas, porque ambos partidos están desesperados por estar en el poder. Como dice Robert Habeck: “Sólo estando el poder se pueden cambiar las cosas”. Y en Alemania, al poder se accede siempre con una coalición de centro.
“En el plano sociológico, los verdes y los liberales tienen sin duda mucho en común. Sus simpatizantes se encuentran entre los que tienen mayor formación de todos los partidos. También son los dos partidos a los que votan aquellos con salarios más altos”, afirma Uwe Jun, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Tréveris. Además, ambos partidos, bien implantados en las ciudades y por tanto con un electorado más joven, tienen poca presencia en el mundo industrial y obrero.
También tienen en común que construyeron su campaña electoral sobre una crítica frontal al inmovilismo de la gran coalición entre conservadores y socialdemócratas y sobre la urgencia de las reformas. Los verdes, obviamente, centraron sus propuestas de transformación en la dimensión ecológica, mientras que los liberales se concentraron en la modernización de la economía a través de la digitalización.
Como resultado, ambos partidos se vieron favorecidos por las generaciones más jóvenes. Incluso recibieron los votos del 46% de los que votaron por primera vez (23% cada uno). Este apoyo, que parece casi lógico en el caso de un partido ecologista que cuenta con la simpatía del poderoso movimiento Friday for future, es más sorprendente en el caso de los liberales, generalmente considerados un partido que defiende la “vieja economía”, y que acoge a pocas mujeres en sus filas.
“Para algunos, el clima era y sigue siendo la cuestión más importante. Pero para otros, hay algo más importante: su situación financiera y material”, explica en Die Zeit el sociólogo Simon Schnetzer, autor de un estudio anual sobre los jóvenes alemanes.
“Durante mucho tiempo, muchos jóvenes alemanes han tenido la sensación de que su vida futura sería próspera. Luego, la crisis climática y la crisis del covid lo pusieron todo patas arriba y las generaciones más jóvenes se han dado cuenta de que lo que ocurre políticamente tiene una fuerte influencia en su futuro”, subraya, señalando que esta politización se vio reforzada por el hecho de que las demandas y la situación de los jóvenes no las tuvieron en cuenta los gobernantes durante la pandemia.
El FDP, muy ofensivo en las redes sociales, de Instagram a Tik-Tok, no sólo ha conseguido labrarse una imagen más joven prometiendo grandes inversiones en educación y digitalización, criticando las incoherencias de la política alemana contra el covid, y surfeando en el discurso de numerosos blogueros e influencers, auténticos adalides del compromiso personal y el autoemprendimiento.
El pasado viernes, los líderes de los verdes y los liberales abandonaron en cualquier caso la disciplina del selfie, tan popular entre los jóvenes. Prefirieron ponerse ante los micrófonos al término de unas “conversaciones prospectivas”. “Hoy el proceso se ha iniciado en un buen clima, pero no ha terminado. No obstante, es un muy buen comienzo en el camino hacia la formación de un nuevo gobierno”, explicaron al unísono Christian Lindner, Robert Habeck y Annnalena Baerbock, para quienes los debates se centran ahora en cómo “tender puentes” y superar las divisiones.
“Entramos juntos en una situación abierta, en la que se pueden refundir y explorar muchas cosas”, declaró el líder del FDP. Ya se sabe que la limitación generalizada de la velocidad en las carreteras, la medida medioambiental estrella de los verdes, podría sacrificarse en el altar del compromiso. Esto es sólo el comienzo del ejercicio de formación de una coalición, que requiere dolorosas renuncias y reorientaciones, capaces de desfigurar más de un proyecto político.
Traducción: Mariola Moreno
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