Cuando no hay bombas, pero todo está destruido: el duro camino de vuelta tras el alto el fuego en Líbano
Los disparos que sonaron el miércoles por la mañana a lo largo de la autopista que lleva al sur de Líbano no eran de advertencia, una práctica que se ha convertido en habitual en Líbano en las últimas semanas para instar a los residentes a huir en previsión de inminentes bombardeos israelíes; eran disparos de celebración.
El inesperado alto el fuego que entró en vigor a las 4 de la madrugada del miércoles, poniendo fin temporalmente a trece meses de conflicto entre Israel y Hezbolá, provocó escenas de júbilo en todo el país. “No tengo palabras para describir el amor que siento por mi tierra y mi pueblo. Todas las pérdidas que he sufrido no son nada, mientras pueda volver a casa. Eso es lo importante”, dice emocionado Khalil Bazzi, un agricultor de Bint Jbeil, que se enorgullece de ser el primer residente en regresar a su pueblo del sur, donde las armas han callado por fin .
El 23 de septiembre, Israel lanzó una violenta campaña aérea, dirigida principalmente contra las zonas chiíes de Líbano donde tiene influencia Hezbolá, el sur, el valle de la Becá y el extrarradio sur de Beirut, convirtiendo en guerra total un conflicto latente entre Israel y Hezbolá, que el grupo militante había lanzado en octubre de 2023 en apoyo de su aliado Hamás. Una semana después de intensificar su campaña, el ejército israelí lanzó una incursión terrestre en el sur de Líbano, ocupando pueblos situados a varios kilómetros de la frontera con Israel.
Como Khalil Bazzi, miles de libaneses se pusieron en camino a primera hora de la mañana, tras el anuncio del fin de las hostilidades, para regresar a sus pueblos, que algunos habían abandonado hacía más de un año. La carretera principal hacia el sur del país permaneció congestionada hasta bien entrada la noche. No paraban de pasar coches con colchones apilados en el techo a toda prisa. Algunos ondeaban la bandera amarilla de Hezbolá, o la verde del movimiento Amal. Su líder, Nabih Berri, que también preside el Parlamento libanés, dirigió las negociaciones de paz en nombre de la milicia chií.
Arrasados treinta y siete pueblos y desplazados uno de cada cinco habitantes
Las familias apenas pueden ocultar su emoción: se abrazan y sonríen, las madres con lágrimas de alegría corriendo por sus mejillas, por fin aliviadas tras semanas de desplazamiento. Los violentos bombardeos israelíes han desplazado a más de una quinta parte de la población, arrasando más de treinta y siete pueblos, según la Agencia Nacional de Noticias libanesa, con más de 40.000 viviendas destruidas, según un balance realizado a principios de mes. Una cifra que aumentará a medida que el ejército israelí se vaya retirando de sus posiciones fronterizas, para lo que dispone de sesenta días según el acuerdo de alto el fuego.
De vuelta en su querido pueblo, Khalil Bazzi descubrió que una de sus casas había sido destruida. Pero entre las ruinas de Bint Jbeil encontró un consuelo: sus dos vacas, que creía muertas, sobrevivieron. Se las ha llevado a su granja, que también se salvó de las bombas. Ya no hay electricidad en Bint Jbeil, pero Khalil Bazzi no quiere irse. Ha pasado unas semanas en Tiro, la segunda ciudad más grande del sur, en relativa seguridad, aunque también sufrió intensos bombardeos. “Me estaba muriendo lentamente lejos de mi pueblo. Ahora ya estoy aquí y no me iré”.
Mediapart ha visitado varios pueblos del sur pocas horas después del anuncio del alto el fuego, donde se suceden escenas de devastación. En Zebqine, Dina Bzeih, una habitante que acababa de regresar a su pueblo tras varias semanas de desplazamiento, dice que “han sido destruidas tres cuartas partes de las casas”, incluida la suya. Esta joven de 28 años también ha perdido a diez miembros de su familia. “Es un sentimiento contradictorio: estamos contentos de volver a casa, pero tristes por tener que afrontar semejantes pérdidas”, explica. “Pero no hay guerra sin pérdidas”, añade. Ella y su hermana están seguras de que Hezbolá les ayudará a pagar las reparaciones.
La ciudad de Qana, ya marcada por las masacres israelíes de civiles de 1996 y 2006, ha vuelto a su doloroso pasado, con calles bordeadas de edificios derruidos dignos de escenas apocalípticas. Ni siquiera la mezquita de Bint Jbeil se ha salvado: un ataque israelí partió en dos su minarete. Sólo la parte superior, coronada por su cúpula verde, emerge de entre los escombros, casi intacta.
Las carreteras están sembradas de restos de coches y motos, probablemente a causa de los ataques de drones; al lado de la carretera hay un lanzacohetes abandonado de Hezbolá. Más al sur, las carreteras están completamente vacías. En una de ellas, que une dos pueblos fantasma, unos perros se están comiendo los restos de un caballo, probablemente muerto de hambre tras semanas de abandono.
Paralelismos con la guerra de Gaza
Naciones Unidas ha denunciado que esta destrucción masiva es el resultado de tácticas similares a las utilizadas en Gaza, donde los civiles acaban pagando un precio “muy alto”. “Estamos viendo los mismos patrones que en Gaza, se están utilizando los mismos medios y métodos de guerra”, declaró el mes pasado Jeremy Laurence, portavoz del Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. En noviembre, las fuerzas de paz de la ONU desplegadas a lo largo de la frontera entre Israel y Líbano denunciaron la destrucción “extremadamente impactante” de pueblos en el sur.
Israel, por su parte, repitió que estaba atacando “emplazamientos de infraestructuras terroristas” y acusó a Hezbolá de utilizar a la población civil como “escudo humano”. En un discurso televisado el martes, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, sobre el que pesa una orden de detención del Tribunal Penal Internacional por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, afirmó haber logrado sus objetivos militares en Líbano, a saber, “debilitar a Hezbolá”, algo que el grupo libanés niega.
El hecho de que Israel “no haya conseguido” alcanzar sus objetivos “significa que no ha ganado la guerra”, dijo Hassan Fadlallah, diputado de Hezbolá, a los periodistas reunidos en Bint Jbeil, añadiendo que la milicia “ha impedido a Israel alcanzar sus objetivos en Líbano”.
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El sur del país, especialmente castigado por los bombardeos israelíes, se lame las heridas. Los ataques israelíes en Líbano han causado la muerte de más de 222 trabajadores entre sanitarios y socorristas, más de 700 mujeres y más de 240 niños, según el Ministerio de Sanidad libanés. “Es triste, pero uno se acostumbra. Nos decimos a nosotros mismos que en nuestra región, en un momento u otro, va a haber guerra. Y tendremos que reconstruirlo todo de nuevo”, suspira Khalil Bazzi.
Traducción de Miguel López