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La mortalidad por calor podría multiplicarse casi por cinco a mediados de siglo

Termómetro callejero marcando 43 ºC

Eva Rodríguez (Agencia SINC)

Las proyecciones del octavo informe anual Countdown on Health and Climate Change (Cuenta regresiva sobre la salud y el cambio climático) de la revista The Lancet demuestran que seguir retrasando la actuación frente a la crisis climática amenaza gravemente la salud de la población mundial. En este escenario, es probable que la mortalidad atribuible al calor aumente 4,7 veces para 2050.

“Los sistemas de salud experimentan cada vez más tensiones y no adaptarse de manera equitativa significa que muchas poblaciones queden desprotegidas ante el cambio climático. Paradójicamente, "aquellos que han contribuido mínimamente a esta crisis son quiénes están desproporcionadamente más expuestos”, declaran a SINC de forma conjunta Rachel Lowe, Martín Lotto Batista y Kim van Daalen, investigadores del Barcelona Supercomputing Center - Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS), institución que lidera la edición europea del informe.

Lancet Countdown también señala que la inacción se está cobrando vidas y afecta a los medios de subsistencia. En 2022, la población estuvo expuesta, de media, a 86 días de temperaturas extremas que supusieron un riesgo para su salud, de los cuales el 60 % tuvo al menos el doble de probabilidad de ocurrir, debido al cambio climático provocado por los humanos.

Los sistemas de salud experimentan cada vez más tensiones y no adaptarse de manera equitativa significa que muchas poblaciones quedan desprotegidas ante el cambio climático

Rachel Lowe, Martín Lotto Batista y Kim van Daalen del BSC-CNS

“Este informe no solo amplía los indicadores de informes anteriores, sino que presenta además posibles escenarios futuros que nos esperan si no se toman medidas inmediatas. Con un aumento global de la temperatura de 1,14 ºC, las pérdidas humanas y los daños derivados crecen rápidamente, con impactos en la vida cotidiana y la supervivencia a escala global”, argumentan los científicos del BSC-CNS.

El trabajo lo han llevado a cabo 114 expertos líderes de 52 instituciones de investigación y organismos de la ONU de todo el mundo. Se publica en vísperas de la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas (COP28) y presenta 47 indicadores con métricas nuevas y mejoradas sobre la contaminación del aire en los hogares, la financiación de la industria de los combustibles fósiles y la participación de las organizaciones internacionales en los beneficios sanitarios de la mitigación climática.

La situación está llegando a un punto de no retorno, con consecuencias muchas veces impredecibles. Los impactos a la salud han aumentado de forma clara

Jaime Martínez Urtaza, de la UAB

Para Jaime Martínez Urtaza, científico de la Universidad Autónoma de Barcelona y coautor del estudio: “Pone manifiesto que la situación está llegando a un punto de no retorno, con consecuencias muchas veces impredecibles. Los impactos a la salud han aumentado de forma clara, y no van a reducirse a no ser que se rebajen las emisiones de CO2 y se empiece a controlar la situación. Si no es así, llegaremos a un momento en el que los sistemas de salud pueden colapsar y no se podrá prestar los servicios necesarios”.

Los responsables de la situación

Los autores del trabajo consideran una “negligencia” que los gobiernos, las empresas y los bancos continúen invirtiendo dinero en la industria del petróleo y el gas. Advierten que, sin medidas de mitigación contundentes y rápidas, la salud de la humanidad corre grave peligro.

“Con una emisión de 1.337 toneladas de dióxido de carbono por segundo, no estamos siquiera cerca de reducir las emisiones con la rapidez necesaria para mantener los peligros climáticos dentro de los niveles tolerables para nuestros sistemas sanitarios. Cada segundo que nos demoramos, el camino hacia un futuro más habitable se hace más difícil y la adaptación, cada vez más costosa”, dice Marina Romanello, directora ejecutiva de Lancet Countdown desde el University College de Londres (Reino Unido).

Con una emisión de 1.337 toneladas de dióxido de carbono por segundo, no estamos siquiera cerca de reducir las emisiones con la rapidez necesaria

Marina Romanello, del University College de Londres

Asimismo, el informe incluye una nueva sección dedicada al ámbito regional que destaca que los impactos sanitarios del cambio climático acarrean experiencias diferentes y desiguales. Los expertos señalan que una transición energética equitativa ofrece una oportunidad de reducir la desigualdad sanitaria, así como de mejorar la salud y el bienestar de todas las personas.

El equipo del BSC-CNS tendrá un papel crucial en la creación del próximo informe regional Lancet Countdown Europe, programado para abril de 2024. “El año pasado publicamos un informe específico sobre Europa que indica que el impacto es desigual entre regiones. Por ejemplo, el sur tiende a sufrir más por enfermedades asociadas a olas de calor, incendios forestales y sequías. En la actualización ampliamos nuestro monitoreo a otros impactos en la salud, como enfermedades transmitidas por garrapatas y leishmaniasis, entre otras”, apuntan.

Las vidas actuales y futuras penden de un hilo

En este momento, el planeta está en camino de alcanzar un calentamiento de 2,7 °C para el año 2100. Además, las emisiones asociadas a la energía batieron un récord en 2022. “Es un macabro recordatorio de que el ritmo y la escala de los esfuerzos de mitigación que hemos visto hasta ahora han sido deplorablemente inadecuados para salvaguardar la salud y la seguridad de las personas”, asegura Romanello.

Los autores sostienen que estos hallazgos tan crudos deben servir como motor de medidas urgentes. “Todavía podemos tener esperanzas”, afirma la directora ejecutiva. “El hecho de que la COP28 se enfoque en la salud es una oportunidad única para lograr compromiso y acción”.

En 2023, el planeta experimentó las temperaturas globales más altas de los últimos 100.000 años, y todos los continentes batieron sus récords. En todo el mundo, las personas se vieron expuestas a peligros mortales. A esto se une el carácter cada vez más destructivo de los eventos climáticos extremos, que ponen en riesgo la seguridad hídrica y la producción de alimentos.

En esa misma línea, el cambio en los patrones climáticos acelera la transmisión de enfermedades infecciosas mortales. Por ejemplo, el aumento de la temperatura de los océanos ha hecho que el área de las costas del planeta sea propicia para la propagación de la bacteria Vibrio, que puede ocasionar enfermedades e incluso la muerte en los humanos. Dicha situación amenaza particularmente a Europa, donde el área costera propicia para su ha aumentado 142 km por año. En el estudio de esta bacteria trabaja Martínez Urtaza.

“Nos enfrentamos a una crisis tras otra”, advierte Georgiana Gordon-Strachan, directora del centro regional para los pequeños estados insulares en desarrollo de Lancet Countdown.

Ante tan alarmantes proyecciones, los esfuerzos de adaptación por sí solos no pueden seguirles el ritmo a los efectos del cambio climático

Stella Hartinger, directora del centro regional para Sudamérica del informe

Stella Hartinger, directora del centro regional para Sudamérica del informe, explica: “Ante tan alarmantes proyecciones, los esfuerzos de adaptación por sí solos no pueden seguirles el ritmo a los efectos del cambio climático, y los costos asociados están acelerándose a tal punto de volverse insalvables”.

Una industria en la que no se deja de invertir

Los nuevos indicadores actualizados revelan que la industria de los combustibles fósiles está recibiendo cada vez mayores inversiones y préstamos. “A pesar de los efectos negativos, los gobiernos siguen otorgando subsidios que obstaculizan la transición hacia energías limpias y renovables”, explican desde el BSC-CNS. En 2020, 69 de los 87 gobiernos analizados en este informe subvencionaron estas compañías, con un total neto de 305.000 millones de dólares. Este dinero superó el 10 % del gasto sanitario nacional en 26 de los países y el 50 % en diez países analizados.

“El sistema energético es el principal emisor de gases de efecto invernadero. Aunque la generación de energías renovables está en aumento, no ha sustituido aún de manera significativa a los combustibles fósiles. Para ilustrar esto, a la tasa observada entre 2011 y 2020, Norteamérica necesitaría 82 años para descarbonizar por completo su matriz energética, y Europa, unos 80 años”, añaden los científicos del BSC-CNS.

El sector financiero también contribuye a las amenazas sanitarias, con un préstamo total de bancos privados a esta industria que alcanzó los 572.000 millones en el período de 2017 a 2021. En conjunto, los 20 gigantes mundiales de gas y petróleo han incrementado sus proyecciones para la producción de estos combustibles en comparación al año pasado.

Al mismo tiempo, los países con menos recursos quedan excluidos de la transición hacia las energías limpias, y el acceso desigual a ellas ha llevado a las comunidades más vulnerables a depender del uso de combustibles que contaminan la atmósfera.

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“En un momento en que el mundo está al borde de sufrir daños irreversibles, el hecho de que los gobiernos y las empresas continúen invirtiendo descaradamente en la industria de petróleo y gas significa que están asegurándose de que el objetivo del 1,5 °C del Acuerdo de París no se cumpla”, concluye el profesor Paul Ekins, jefe del grupo de trabajo de Lancet Countdown sobre economía y finanzas.

“Es importante mantener la presión social; demandas sólidas lograrán que las acciones de mitigación y adaptación al cambio climático se prioricen. Todas las personas tienen un papel en esto: activistas, actores no gubernamentales, gobiernos locales, trabajadores de la ciencia, etc. De hecho, como científicos, debemos seguir proporcionando la información y las pruebas para comprender los impactos que la humanidad está experimentando y los que esperamos en el futuro”, concluyen los expertos del BSC-CNS.

Este artículo fue publicado originalmente en la Agencia Sinc, la agencia de noticias científicas de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología.

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