Librepensadores
El mayor peligro
Creíamos que el mayor peligro para la estabilidad del Estado y de la sociedad misma era el reto soberanista de los partidos independentistas catalanes que sometieron —y siguen intentando someter— a un tremendo estrés al Estado desobedeciendo la ley, declarando unilateralmente la independencia, —aunque solo simbólicamente— y promoviendo instituciones propias paralelas.
Sabemos ahora que no, que no era ese el mayor peligro. Tampoco lo es el covid-19, que pone en serio riesgo la salud y la vida de los ciudadanos; que además tendrá —que está teniendo ya— gravísimas consecuencias en la economía doméstica, en el comercio, en la industria y en las cuentas soberanas, pero que no pone en riesgo el ser propio del Estado. Al contrario, ante la pandemia, el Estado se ha puesto en primera línea utilizando un mecanismo de excepción, como es su deber.
El peligro más grave para la estabilidad del Estado y de la sociedad misma, y para el sistema democrático es la crispación, el ruido antipolítico de los insultos, de las acusaciones no justificadas, del permanente anuncio del apocalipsis, de la deslegitimación sí o sí del gobierno democráticamente constituido.
Me equivoque o no, sinceramente creo que esta estrategia dañina de crispación la inició aquel Aznar de “la derecha sin complejos” que le llevó al gobierno. Pero, visto desde hoy, aquello casi es una broma si lo comparamos con el grado de crispación y ruido antipolítico actuales: cada sesión de control en el Parlamento se convierte en un ejercicio de caza mayor compitiendo a ver quién cobra la mayor y mejor pieza —que llenará titulares en los medios y en las redes— para satisfacción de sus respectivos hooligan.
Lamentablemente no cabe esperar que cese la crispación, sino al contrario, cabe temer que vaya en aumento mientras les siga aportando beneficios electorales. Sería necesario que los partidos acordaran un cese de hostilidades y respetar democráticamente al adversario. Pero no va a ocurrir.
Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre