Muros sin Fronteras

Trump no puede ser Putin aunque quiera

EEUU es un país con muchos defectos, casi todos relacionados con la barra libre de la economía de mercado y el negocio sin límites, incluida la salud de las personas. EEUU es también un país de grandes virtudes, la principal tiene que ver con la separación de los tres poderes definidos por Montesquieu en El espíritu de las leyes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Este equilibro protege a EEUU de la llegada de un autócrata, aunque se llame Donald Trump. Su rival y amigo ruso, Vladímir Putin, carece de esos controles porque en Rusia nunca hubo democracia. Falta cultura política en libertad. Estoy convencido de que a Trump le gustaría poder meter en la cárcel a los periodistas del fake news (todos los que no le bailan el agua) y destituir a todos los fiscales que le investigan. A Putin le encantaría ser una celebrity de la televisión. Aquí hay un espacio de aprendizaje mutuo.

Sin unos contrapesos, sin una vigilancia efectiva para evitar el abuso de uno o dos poderes sobre un tercero, es imposible llamar democracia al sistema basado en el principio de un hombre (y mujer), un voto. Sería un simulacro. Es posible que en este punto del texto estén pensando en España. Hacen bien. Pensar y actuar en consecuencia son también motores de la libertad. El siguiente vídeo es de 2013, pero el contenido sigue vigente.

Cuando se acepta que el primer deber es el servicio a la comunidad por encima del beneficio propio o de la obediencia al presidente del partido de turno, se entiende mejor que existan servidores del Estado que anteponen los principios a su carrera.

En este escenario ético surgen los incorruptibles como el vice fiscal general de EEUU, Rod Rosenstein, el hombre que nombró fiscal especial del Rusiagate a Robert Mueller, ex director del FBI. No pidió permiso a Donald Trump, que supo de la medida diez minutos antes que los medios de comunicación. Esto sucede en los países serios.

Mueller, otro incorruptible, es el encargado de investigar si el presidente Trump ordenó, supo o se aprovechó de la ayuda de Rusia para derrotar a Hillary Clinton. También investiga si el presidente ha tratado de obstruir las investigaciones. Cualquiera de los dos supuestos acabaría en una destitución (impeachment).

The Washington Post publicó un texto visionario titulado ¿Puede perdonarse Donald Trump a sí mismo? ¿Podría perdonar a sus principales colaboradores? Parece ciencia ficción, pero no lo es, con este hombre todo es posible. Perdonarse sería ilegal, un disparate político y aceleraría su caída. Esto es la teoría.

El Post y el New York Times están acribillando a la Administración Trump con exclusivas obtenidas de fuentes serias que creen en la democracia y en la comunidad por encima de los individuos, y que son contrastadas por una cultura periodística que se basa en el servicio a la verdad objetiva, la que es demostrable. La prensa de EEUU comete errores, antes de la invasión de Irak en 2003 cometió todos, pero es eficaz y honesta. Fue una mala idea atacarla.

Esa cultura de honestidad y de servicio acabó con Richard Nixon en el caso Watergate.

En algún momento de euforia, los periodistas nos creimos el cuarto poder para añadirnos a los tres de Montesquieu, una idea que procede del siglo XVIII.  La crisis económica, unida al desconcierto  que produjo Internet, y que sigue produciendo en algunos medios, provocó la llegada del poder económico, los de la barra libre, a los consejos de administración. En España es una pandemia: tienen el control de numerosos periódicos, radios y televisiones.

La globalización derribó fronteras, debilitó a los gobiernos democráticos y dejó expuestos a los legislativos. Quedaría el poder judicial como última barrera. Si vuelven a pensar en España sabrán que no deben hacerse ilusiones: no es la judicatura la que investiga la corrupción, son solo algunos jueces y fiscales que creen en su misión dentro de un sistema democrático.

En España tenemos otro problema grave: confundimos Estado con gobierno. El Estado somos todos, desde los contribuyentes que lo financiamos a las instituciones que deberían funcionar. Como en las democracias insuficientes carecemos de una cultura del espacio común. La calle en la que se orina no es de nadie, el dinero público que se roba no es de nadie. La ciudadanía lo acepta como un hecho natural. Prima la obediencia, el no te metas en líos.

El Gobierno electo es el que maneja el Estado, los asuntos de la ciudadanía. En España, un Gobierno puede apropiarse de una televisión estatal, pagada por todos, en beneficio de un partido. No hay oposición judicial, tampoco ciudadana. ¿Pasaría lo mismo si el Gobierno decidiera que solo sus votantes pueden acceder a la sanidad pública?

Pero hablábamos de EEUU, de sus virtudes, no de nuestros defectos.

Esta ha sido una semana de sorpresas con el hijo primogénito de Trump. Una información le situaba en el escenario del crimen de la llamada pista rusa o el Rusiagate para los amantes del Watergate. Esta es la secuencia de las publicaciones que ha dejado noqueada a la Casa Blanca:

Urgente: Dios salve a América

 

En medio de todo este lío, el presidente Trump surge con una idea asombrosa: firmar un ciber-pacto con Rusia.

¿Estamos ante un presidente temerario o un humorista? El fiscal especial Mueller tiene la palabra.

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