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Desde la tramoya

La nueva consigna: arrogancia, mentiras e incompetencia

Luis Arroyo

El PP ya ha acuñado su tríada del momento, similar a aquella del "paro, despilfarro y corrupción" que, repetida machaconamente en los primeros años 90, logró generar el clima que sacó del Gobierno al PSOE de Felipe González. Es sabida la eficacia en la comunicación política de esos conjuntos de tres, que conforman eslóganes y frases fáciles de recordar.

La descripción de la situación en la visión del PP la hizo Pablo Casado primero el jueves 2 en Telecinco. Y la repitió idéntica el lunes 6 en una reunión virtual con dos centenares de miembros de sus grupos parlamentarios: "arrogancia, mentiras e incompetencia". Y la volvió a repetir este jueves en el debate parlamentario.

Arrogancia porque el presidente del Gobierno no llamó a Casado en días y tomó medidas sin contar con el resto de las fuerzas políticas. Poco importaba que el presidente hubiera reunido a los presidentes de las comunidades autónomas -también las gobernadas por el PP, claro- o que en en el contexto de los debates parlamentarios los partidos políticos pudieran contrastar sus posiciones. La arrogancia se mide solo, parece ser, por lo que tarda en recibir una llamada Pablo Casado.

Mentiras, se supone, porque hay informaciones confusas o contradictorias sobre el impacto de la pandemia en España. No importa que esas informaciones provengan de las mismas comunidades autónomas -también las gobernadas por el PP, claro- o que en una situación tan caótica en potencia como la que atravesamos la información en tiempo real tenga que ser necesariamente incompleta y apresurada.

E incompetencia porque faltan equipos de protección, porque se acumulan los muertos, porque las medidas llegaron tarde, porque se compraron equipos chinos no homologados. No importa que, de nuevo, esas mismas limitaciones las hayan sufrido quienes tenían hasta el estado de alarma la práctica totalidad de las competencias sanitarias, es decir, las comunidades autónomas -por supuesto, también las gobernadas por el PP-.

Más allá de la definición de una narrativa sencilla y eficaz sobre la actuación de su adversario político (en este caso "arrogancia, mentiras e incompetencia"), las estrategias de comunicación del PP desde la Transición hasta aquí son increíblemente recurrentes y consistentes.

En primer lugar, un hostigamiento al Gobierno cuando es el PP quien está en la oposición. Los populares parecen olvidarse del interés general, o más bien lo identifican con su interés particular. Recordemos que Manual Fraga no estuvo en el pacto político -aunque sí en el económico- de los llamados Pactos de la Moncloa de 1977. Firmaron todos menos el padre político de Aznar, abuelo político de Casado. Recordemos también la increíble deslealtad del PP con Zapatero a cuenta de la investigación sobre los atentados del 11M, de la negociación del nuevo Estatuto de Cataluña o el diálogo con ETA que dio paso a su disolución.

Como se ha señalado en estas mismas páginas, de los siete grandes pactos de Estado de la democracia, el PP estaba en el Gobierno en cinco. Los populares solo aceptaron pactar con el Gobierno socialista en materia de pensiones y de violencia de género. El PSOE ofreció su apoyo al Gobierno conservador en la lucha contra el terrorismo de ETA y luego contra el yihadista, en el desarrollo del Estado Autonómico y, con UCD en el Gobierno, en los citados Pactos de la Moncloa (que ahora Sánchez pide inútilmente reeditar).

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La segunda línea estratégica del PP consiste en utilizar todo un sistema satelital de medios y fuentes de información bien nutridos -la derecha, por definición, tiene siempre para hacerlo más recursos económicos que la izquierda- que alinean mensaje y crean estados de ánimo incendiarios. Desde los grandes periódicos conservadores clásicos a los nuevos medios electrónicos y ahora también generadores y amplificadores en las redes sociales, incluyendo robots, bromistas, creadores de memes y generadores de bulos y exageraciones. Nada une más que un enemigo común, y González, Zapatero y Sánchez, cada uno con los medios de su época, ha tenido que aguantar la letal eficacia de esas redes que se tejen solo a fuerza de odio por un enemigo común a batir: el presidente socialista.

La red incluye supuestas plataformas de afectados y organizaciones aparentemente sectoriales, creadas solo para desestabilizar. Alicia Gutiérrez, Angel Munárriz y Javier Martínez han desgranado aquí la increíble operación de la llamada "Plataforma de Afectados y Víctimas del Covid-19", creada por la ultraderechista Pilar Gutiérrez Vallejo, como en su momento se desveló la creación de una asociación de víctimas del 11M por parte de Esperanza Aguirre que pudiera competir con la auténtica, que presidía Pilar Manjón.

La estrategia funciona porque apela a uno de los sentimientos más primarios y más movilizadores en la política: el odio hacia el adversario y la indignación por sus decisiones. El PP es un viejo maestro en la aplicación de esa estrategia en situaciones de crisis; hasta sus últimas consecuencias, que ya en dos ocasiones se llevaron por delante a dos presidentes socialistas. Veremos si lo logra una tercera.

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