Envidia literaria

Cristina Morales se subleva con 'Trapologia'

La escritora Cristina Morales.

Cristina Morales (Granada, 1985) duda unos segundos antes de responder lo que infoLibre pide a escritoras y escritores en esta sección que se publica a lo largo de agosto: ¿qué libro de otro autor le gustaría haber escrito? La novelista, autora de Lectura fácil (Anagrama, 2018), último Premio Herralde, da con un título que ha mencionado más de una vez: Trapologia, de Max Besora y Borja Bagunyà, publicado en catalán por Ara Llibres muy poco antes de que saliera a la venta su propio libro. 

 

"Me habría gustado escribirlo porque está  en un idioma que no es el mío, es decir, significaría que domino un idioma más", se lanza Morales, tirando primero de pragmatismo. "Pero es un catalán, como yo le llamo, charnegueado, es decir, que los autores deliberadamente utilizan una mezcla de catalán y castellano propio de los inmigrantes interiores que llegaron a Cataluña en los años cincuenta y sesenta", continúa. Siendo ella misma una andaluza residente en Barcelona, no ha dudado en hacer propia la etiqueta de charnega, esa categoría que no indica solo un origen geográfico, sino una posición en la sociedad: en las orillas, fuera de los centros de poder, de la cultura hegemónica, del orden. Y de ahí viene parte de su amor por el título: "Esa irreverencia a la norma lingüística me excita particularmente".

Es la irreverencia a la norma, lingüística o no, lo que mueve Lectura fácil, la historia de cuatro parientas —la autora prefiere este término al teóricamente invariable pariente—, charnegas precisamente, que comparten un piso en Barcelona. Nati, Patri, Marga y Àngels están consideradas por funcionarios y médicos como discapacitadas intelectuales, así que ese piso es un piso tutelado, lo que quiere decir que no pueden, por ejemplo, gastarse el dinero del Estado en tomar una lata de cerveza si lo desean, o que tienen que cumplir unos estándares de limpieza en su hogar que quizás los lectores del libro no alcancen. Ninguna de ellas tiene una relación normativa con el lenguaje —una tiene incontinencia verbal, otra desprecia el texto escrito...—, y una de ellas, Àngels, está siendo educada justamente en el sistema de lectura fácil que da título al libro, un método que simplifica el idioma para que pueda ser usado por ciertas comunidades. Es decir, la reflexión en torno al lenguaje —quién lo usa, para qué, dónde están sus límites y quién los impone— es una reflexión constante en su obra. 

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"Leí Trapologia al poco de salir mi libro", cuenta Cristina Morales, que se confiesa amiga de los autores. De hecho, presentaron la novela de ella en Barcelona. ¿Y qué tiene que ver su historia con este proyecto, que analiza este género musical urbano entre la ficción y la no ficción? Pues, más allá de la temática, justamente ese popurrí de géneros. "Esta novela no es una novela, porque es un género híbrido. También hay un fanzine, como en la mía... Yo sentía que se hermanaban", explica. Efectivamente, uno de los capítulos centrales de Lectura fácil —y el que Morales considera su clímax— es un fanzine creado por Nati, uno de los personajes del libro. En un triple salto mortal, la autora también distribuyó el cuadernillo, en su versión completa, que ocupa unas 100 páginas, de manera independiente al volumen del que salía. Y hay otro elemento: "Mi libro habla sobre danza, y Trapologia habla de la danza que está vinculada al trap, el twerk y también el reguetón". A través de uno de sus personajes, que baila, Lectura fácil realiza toda una reflexión sobre el cuerpo; esto se liga, de nuevo, al universo creativo de la autora, que forma parte también en una compañía de danza. 

Si se le pregunta por lo contrario, por un libro ajeno que jamás querría haber firmado, Cristina Morales lo encuentra quizás con más facilidad: "Me pareció particularmente desagradable Limónov, de Emmanuel Carrère". Habla justamente de uno de los títulos más celebrados del autor francés, con el que comparte editorial en España. Se trata del retrato de Eduard Limónov, escritor ruso, fundador del ilegalizado Partido Nacional Bolchevique, un movimiento visto como una plataforma de encuentro entre el fascismo y el bolchevismo, y combatiente por el bando serbobosnio en la Guerra de los Balcanes —apareció en imágenes junto a Radovan Karadzic, condenado por crímenes de guerra—. "En él", explica la escritora, "el narrador se complace de su modo de ver el mundo desde un lugar elitista, burgués, profundamente machista, patriarcal, heterosexual… un modo muy normativo de ver el mundo. Y lo declara abiertamente, no viene a engañarnos, pero se me hace un lugar muy cómodo desde el que enfocar la literatura, porque es el lugar consabido". Y en ese lugar no la encontrarán a ella

 

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