De la dana, a la riada: sobre catástrofes y responsabilidades (y III) Javier de Lucas
'Podemos Sumar', jajaja
Podemos soñó el domingo que el cosmos le había otorgado una segunda oportunidad. Un caso digno de Cuarto Milenio. Como si aquella noche de hace diez años, el 25 de mayo de 2014, cuando lograron cinco diputados en las Europeas en un tiempo récord gracias al mantra de la ‘casta’ como símbolo del bipartidismo que estaba llegando a su fin, se estuviera repitiendo. Esa sensación de que estaban en la casilla de salida es la misma que se vivió el pasado 9 de junio entre la dirección del menguado partido.
La sonrisa satisfecha de Belarra, tranquila porque su compañera de fatigas en el gobierno de Sánchez por fin tenía el sillón que le correspondía, era la imagen misma de la ilusión. Se fueron a casa pensando que Irene Montero e Isa Serra, las dos nuevas eurodiputadas, abrían una nueva etapa. “No nos conformamos”, dijo la ex ministra de Igualdad convencida del potencial que tiene su marca. Una percepción que en círculos de izquierdas consideran una quimera.
“El resultado de estas elecciones es el techo de Podemos. Con la mejor candidatura posible y una buena campaña, los dos eurodiputados conseguidos señalan su límite de crecimiento. En la comunidad de Madrid volverían a ser extraparlamentarios con este porcentaje de voto”, señalan desde uno de los partidos que confluyen en la coalición Sumar. Porque hay que diferenciar la plataforma aglutinadora de partidos de izquierda para ir juntos a citas electorales, del partido Sumar.
Se trata de dar con un modelo más coral que sea eficaz y funcione más allá de personalismos en el que estén cómodos todos. No será fácil. Pero si hay una línea roja, esa es Podemos
Estos días, tras la decepción que ha supuesto para las fuerzas de la plataforma lograr solo tres eurodiputados y la decisión de Yolanda Díaz de apartarse de la coordinación del espacio progresista, todavía hay quien sigue fantaseando en la izquierda con la reconciliación entre Podemos y Sumar. Y se escucha en los corrillos políticos como si de verdad esa posibilidad existiera. Todas las diferencias latentes que ahora se han puesto sobre la mesa entre los socios de la coalición Sumar no son nada en comparación con las que les separan de Podemos.
Cada uno de los 14 partidos de ámbito autonómico y los cinco estatales tiene su propio listado de agravios. Los ataques personales y el acoso de los trolls que Podemos ha normalizado como fórmula insana de resolver las diferencias con quienes comparten espectro político han dado sus frutos. Los líderes de varias formaciones empiezan a contar y no paran. Ya no es que Podemos rechace integrarse, es que los demás se niegan a que se repita la historia. “Gracias a los votos que nos curramos los distintos partidos de Sumar en nuestros territorios, Podemos tiene tres diputados en el Congreso con los que traicionó los acuerdos alcanzados poniendo como excusa que Irene Montero no había sido nombrada ministra” recuerda el líder de una de esas fuerzas.
“Lo de la unidad entre Podemos y Sumar es como cuando un niño no entiende que sus padres se separen a pesar de que el marido maltrata a la mujer. Es imposible estar juntos”, explican en otro de los partidos de la coalición. Cómo abordar el futuro de Sumar es lo que les ocupa en estos momentos. Las semillas de los movimientos ciudadanos de hace diez años ya no existen. Ahora cada partido surgido de entonces tiene experiencia y ha tocado poder de un modo u otro. La hoja de servicios de Yolanda Díaz no se cuestiona. “Su gestión ha sido increíble, ha logrado hacer reformas estructurales muy necesarias”, dicen los socios. Se trata de dar con un modelo más coral que sea eficaz y funcione más allá de personalismos en el que estén cómodos todos. No será fácil. Pero si hay una línea roja, esa es Podemos.
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