A la carga
¿Por qué no nos hacemos todos vascos?
Según la última EPA disponible, la del primer trimestre de 2015, la tasa de paro en España es el 23,8%. En el País Vasco baja al 16,6%, la segunda más baja del Estado (sólo en Navarra es inferior). Son 7,2 puntos de diferencia.
¿Se acuerdan del País Vasco en los años ochenta? Era una región lastrada por un modelo caduco de industria pesada y azotada por el terrorismo de ETA. Fue uno de los territorios en los que más profunda resultó la reconversión industrial. En aquellos años, la tasa de paro en Euskadi estaba por encima de la media nacional. Sin embargo, como puede verse claramente en el gráfico que a continuación se reproduce, a partir del año 2001 las dos series se cruzaron y el País Vasco empezó a tener menos paro que el resto de España, produciéndose una gran divergencia (favorable al País Vasco) durante la última década (datos de la EPA y de Eustat).
No es que la crisis económica no haya golpeado al País Vasco; en términos generales, la contracción de su PIB ha sido bastante parecida a la del conjunto del Estado (solio un poco menor). Sin embargo, ha habido una destrucción de empleo considerablemente más baja. ¿Cómo lo han conseguido? Y, sobre todo, ¿qué han hecho los vascos para reinventarse como una de las regiones más dinámicas e innovadoras de Europa?
Cuentan, sin duda, con una ventaja de partida: una mayor financiación que el resto de comunidades autónomas gracias a su excepción foral (que comparten con Navarra). Eso les permite, por ejemplo, ser la región con menor tasa de fracaso escolar, así como ser la región en la que más ha disminuido dicho fracaso durante los años 2001-2008 (véase el cuadro 1 aquí). O ser la región que más gasta en prestaciones por ingreso mínimo de inserción (véase el cuadro 4 aquí). En general, los servicios públicos y las transferencias sociales están en el País Vasco en niveles europeos más que españoles.
Sin embargo, no es solo una cuestión de dinero. Debe recordarse que la burbuja inmobiliaria fue menor en el País Vasco, con lo que sus Cajas sufrieron menos que el resto (a pesar de que sus reglas de gobierno interno fueran las mismas que en España), lo cual, a su vez, ha permitido que Kutxabank (resultado de la fusión de varias Cajas vascas) sea hoy una de las entidades más solventes de España (aquí).
Para entender la buena gestión en asuntos de empleo, hay que traer a colación las políticas industriales y de innovación que se han puesto en práctica. El País Vasco apostó decididamente por la reindustrialización, cambiando el modelo productivo hacia bienes intermedios y de equipo de nivel tecnológico medio alto, con cierta diversificación (telecomunicaciones, sector aeronáutico, nanotecnología y biotecnología). Eso ha sido posible gracias a una fuerte inversión en capital humano que ha hecho posible que, a diferencia de lo que ocurría en el resto de España, en el País Vasco el crecimiento del empleo se viera acompañado por aumentos de productividad. (El lector interesado puede encontrar un análisis minucioso de la singularidad industrial vasca a cargo de M.J. Aranguren, M. Navarro e I. Peña aquí).
Utilizando los datos de Aranguren, Navarro y Peña, el contraste entre el País Vasco y el resto de España resulta ciertamente instructivo. Aquí me limito a escoger algunos de sus indicadores:
Curiosamente, el diferencial en la inversión en I+D se produce en el sector privado, no en el público. El papel del sector público ha consistido más bien en realizar políticas industriales que favorecieran la formación de empresas con un fuerte componente de I+D. Así, el País Vasco ha conseguido capear mejor la crisis que el resto de España gracias en buena medida al desarrollo de su sector industrial de alto valor añadido. Una diferencia importante con España es que en estos años de crisis, el gasto en I+D en el País Vasco ha aumentado, mientras que en el conjunto del Estado se ha hundido.
Lo que me interesa subrayar ahora es que el País Vasco tiene las mismas reglas e instituciones en el mercado laboral que el resto de España. Ha pasado por las mismas reformas laborales que el resto de regiones. Sin embargo, sus resultados en materia de empleo son ciertamente más positivos, sobre todo teniendo en cuenta el punto de partida en los años ochenta, que era realmente desolador.
En España, el debate público sobre el empleo está dominado por una perspectiva institucionalista, según la cual nuestros niveles de paro son resultado de los costes de despido, del tipo de negociación colectiva que tenemos y de las características de los contratos de trabajo. De ahí que las propuestas siempre vengan del mismo lado: introducción del contrato único, desmantelamiento de la negociación colectiva en un nivel superior al de la empresa, nueva regulación del subsidio de desempleo, etcétera.
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Pero lo que el caso vasco demuestra es que con esas mismas reglas e instituciones se pueden conseguir resultados más positivos si nos centramos en otras variables que tienen que ver con el tipo de empresas, el tejido industrial, la apuesta por sectores de alta tecnología y la inversión en capital humano.
Con las mismas reglas de juego, el mercado laboral vasco no solo es diferente en cuanto a la tasa de paro, sino que además funciona bastante mejor por lo que toca a dualidad: el porcentaje de trabajadores temporales es, de nuevo, significativamente más bajo en el País Vasco que en el conjunto de España.
El éxito del “modelo vasco” merecería un debate mucho más atento en España. Pero ya sea por prejuicios académicos e ideológicos, ya sea por la cuestión siempre espinosa del nacionalismo, el caso es que no se habla lo suficiente de ello. Tomarse en serio el “modelo vasco” supondría abordar el problema del paro desde parámetros muy distintos a los de las reformas laborales a las que han recurrido tanto los gobiernos del PP como los del PSOE, con el consenso de los economistas del establishment español.