Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Novios de la muerte
Hoy los “novios de la muerte” son legión, pero no militares, sino “guerreros” del ejército que libra la “guerra cultural” declarada por el machismo conservador contra las medidas a favor de la igualdad.
El informe del INE sobre la evolución en 2022 de los casos de violencia incluidos en el Registro Central para la Protección de las Víctimas recoge en violencia de género un incremento de casos del 8,3%, mientras que la violencia doméstica ha bajado un 1,1%. Esta distinta evolución de las dos violencias demuestra, una vez más, que se trata de violencias distintas que evolucionan de manera diferente ante unas mismas circunstancias sociales. No obstante, para aquellos que pretenden ocultar la responsabilidad de los hombres en la violencia, conviene recordarles que en violencia doméstica el 72,6% de las personas que agreden son hombres, y que lo hacen fundamentalmente sobre mujeres de la familia (madres, hermanas, hijas, abuelas…) que representan el 60,7% de todas las víctimas. Una imagen que refleja de forma gráfica que el machismo no es lo doméstico, pero que en lo doméstico también está el machismo, porque el machismo es cultura, no conducta.
Y esta cultura violenta marca su presencia desde la juventud, tal y como revela el informe del INE, al mostrar que donde más aumenta la violencia de género es en el noviazgo, donde se incrementa un 29,5%, hasta el punto de que los agresores de menos de 18 años representan el 3,1% del total de agresores; y si nos vamos al grupo de menores de 25 años son el 18,2%. Unos datos llamativos por su significado y por el hecho de tratarse de jóvenes que han crecido bajo el marco creado por la “Ley Integral contra la Violencia de Género”.
El incremento de la violencia de género en los jóvenes coincide con un posicionamiento de los mismos sobre referencias machistas, que los lleva a entender su masculinidad sobre esa idea de virilidad basada en la capacidad de imponer sus ideas y voluntad, y en castigar a quienes no las asumen. Idea que lleva a que la violencia no sólo se presente como una opción, sino que aparezca como una necesidad para poder mantener esa masculinidad.
Por ello vemos que en los estudios del Centro Reina Sofía (2021) hay un 15,4% de chicos que afirman que “si la violencia es de poca intensidad no es un problema para la pareja”, planteamiento que juega con la trampa de definir la violencia por su intensidad, y deja que sea el propio agresor el que decida qué es “poca intensidad” a raíz de los hechos. De manera que si la agresión es de “mucha intensidad”, pero los hechos que la justifican son considerados como muy graves, al final el resultado es que la violencia es de “poca intensidad para lo que debería haber sido”. Todo ello permite desplazar la gravedad de la violencia, la cual debe estar basada en su mera presencia en la relación, a su resultado según los matices que se consideren en cada momento.
Hablar de negacionismo de la violencia de género y de pactos con quienes lo hacen tiene consecuencias mortales. También debería tener consecuencias sociales y políticas
La situación de las chicas es diferente y muestra cómo ellas sí han desarrollado una conciencia crítica contra el machismo y su violencia, aunque el peso de la cultura es tan grande que también las ahoga entre sus referencias y argumentos. Es lo que se comprueba al encontrar que un 7,3% de las chicas también creen que la “violencia de poca intensidad” no es un problema para la relación de pareja, justo lo que se vio en el caso de Simona, la tiktoker que sufrió una agresión por su pareja mientras mantenía una reunión en directo.
Esta “introducción” juvenil a la violencia de género aparece también reflejada en el informe del INE cuando vemos cómo en los grupos de edad más jóvenes (de menos de 18 años a 34 años), el número de mujeres que denuncian es mayor que el número de agresores denunciados, mientras que a partir de los 35 años ocurre lo contrario, y el número de agresores es mayor respecto al de víctimas.
Los datos indican que en las edades más jóvenes un mismo hombre recurre a la violencia sobre diferentes chicas y mujeres, que como consecuencia de dicha situación en un porcentaje importante se produce la ruptura de la pareja, y que estos hombres buscan a otras mujeres con las que se comportan de igual manera. Por eso hay más mujeres que denuncian a un mismo agresor que las ha agredido.
Pero conforme las mujeres toman conciencia de la realidad de la violencia de género resulta más difícil que puedan caer en ese tipo de relaciones, y sólo las más vulnerables y afectadas por la propia violencia sufrida quedan expuestas a este tipo de relación. Esta situación lleva a que diferentes maltratadores agredan a una misma mujer víctima de la violencia en diferentes momentos, debido a la vulnerabilidad causada por la experiencia traumática vivida. Por esta razón a partir de los 35 años hay más agresores denunciados que víctimas.
La escena general es muy gráfica: tenemos una cultura machista que lleva a que los hombres utilicen la violencia de género desde la juventud; cuando la ejercen, muchas mujeres rompen la relación pero no reciben atención para ser recuperadas de los traumas sufridos; la cultura machista no se modifica en sus referencias y todo sigue igual, por lo que algunos maltratadores continúan con la violencia y ven en la vulnerabilidad de las mujeres no tratadas ni recuperadas la posibilidad de mantener el modelo de relación que ellos imponen violentamente. Esta dinámica aumenta el daño y las consecuencias, entre ellas el impacto que toda esta violencia tiene en niños y niñas, que cuando crecen llegan a la adolescencia con la violencia completamente normalizada, y le dan continuidad de la forma que hemos explicado.
Desde 2003 a 2022, las estadísticas oficiales recogen que 16 hombres de menos de 18 años han asesinado a las chicas con las que compartían una relación de pareja; en 2022 fueron 2 los que lo hicieron. Chicos jóvenes que inician su noviazgo con la muerte y lo terminan cuando aún son menores de edad, pero muchos otros hombres continúan ese noviazgo de la mano de la violencia durante años, hasta que "la muerte los separa”. La muerte que ellos deciden y ejecutan.
Hablar de negacionismo de la violencia de género y de pactos con quienes lo hacen tiene consecuencias mortales. También debería tener consecuencias sociales y políticas.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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