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Canarias tiene un límite (y sentido común)

Alberto Cobiella García

Contra lo que acostumbra a ocurrir con las Islas Canarias, estas semanas se están haciendo eco de ellas a lo largo de toda la península y varías partes de Europa por razones muy distintas a las habituales. Ni la inauguración de un nuevo parque temático, ni la celebración de unos carnavales, ni ningún suceso catastrófico justifican su aparición en los medios; las islas se han propuesto ser noticia por una simple razón: Demandar un cambio de modelo turístico.  

Los canarios pretenden responder de manera masiva a la convocatoria de salir a las calles este sábado 20 de abril con el objetivo de dejar claro, tal como indica el título de la concentración, que Canarias tiene un límite.

No hablamos de una protesta por la preocupante situación de la sanidad pública, ni por la alarmante tasa de pobreza que atormenta a la Comunidad. Tampoco se ha decidido alzar la voz en contra del abrumador porcentaje de desempleo juvenil que empuja a un gran número de jóvenes a abandonar las islas. Ni tan siquiera es una queja por el inviable tráfico que baña las carreteras. 

Se trata de un llamamiento convocado hace apenas un par de semanas que pretende defender tres objetivos claros y contundentes. Bajo la intención de reformar el insostenible modelo turístico se plantea:

  1. La aplicación de una moratoria turística que impida la inmediata creación de nuevas plazas de alojamiento. Se intenta con ello pausar el desmesurado crecimiento de proyectos al que se somete el archipiélago.  
  2. Implementación de una regulación efectiva del sector de la vivienda, que promueva el acceso a la población canaria y frene la descontrolada adquisición por parte de no residentes con fines como la llamada “vivienda vacacional”.
  3. Implantación de una tasa turística a los visitantes con el fin de destinar lo recaudado al mantenimiento de los espacios naturales.

Presentados estos tres objetivos, por increíble que parezca, se plantean las siguientes preguntas: ¿Los canarios han perdido el sentido común? ¿Acaso los isleños han olvidado cuál es su principal motor económico y tratan de autoboicotearse? ¿O por el contrario se trata de un clarísimo caso de racismo-turismofóbico? 

En Canarias tenemos la “fortuna” de contar con representantes políticos que, al puro estilo de profesores que carecen de toda autoridad, amenazan a sus alumnos cada vez que pierden el control de la clase. Nos recuerdan el mantra: ¿qué imagen se llevará el visitante observando la hostilidad de los paisanos de las islas “vacacionales”? Se hartan de pedir calma a la población antes de que haya "consecuencias".

Como era de esperar, diversas agrupaciones empresariales, así como patronales hoteleras, se unían a la disputa castigando el llamamiento del 20A. Se incluyen casos como el del vicepresidente de la patronal hotelera tinerfeña Ashotel, el cual se pronunciaba amenazando: “A la vaca que da leche hay que dejarla tranquilita”. Cuando el jefe de estudios entra en el aula a formar parte de la bronca, parece que la clase se está pasando de la raya…

Fernando Clavijo, actual Presidente de Canarias, apenas un par de días después de que se diera a conocer el llamamiento, ya hablaba de una “guerra contra los turistas” y pedía prudencia frente al crecimiento de la archiconocida turismofobia. El máximo representante de Coalición Canaria reclamaba tranquilidad a la población con la intención de apaciguar la oleada de ideas. 

No soy capaz de entender el uso de argumentos como la turismofobia fuera de un intento de deslegitimar el cambio que demandan los ciudadanos. El problema que sufren las islas lo sufrimos todos, residentes y visitantes, canarios y extranjeros. La saturación, el tráfico, el hartazgo o las sequías no parecen puntos a destacar en los folletos turísticos de los próximos años.

La población canaria tiene claro que el cambio debe ser integral y que los beneficios de este serán para todos. Es por ello por lo que el argumento del odio al turista ya no surte efecto para intimidar a los residentes. 

Que el cambio atiende a todos es la principal razón por la que la ilusión se ha contagiado rápidamente. Hasta el momento, no solo se han llegado a convocar marchas en cada una de las islas, sino que se realizarán de manera simultánea en ciudades de fuera del archipiélago como Londres, Berlín, Madrid, Barcelona, Málaga o Granada.

Canarias no ha perdido el sentido común. Canarias está asfixiada por un modelo obsoleto, abocado a morir de gloria, que se sustenta a costa de la precariedad laboral y la explotación del paisaje y de su gente

Para lo único que han servido las palabras del político ha sido para enturbiar estas mareas reformistas y hacer que lleguen de manera difusa muy lejos de donde partían. Hablo del caso de medios de gran audiencia extranjera como el programa británico Good Morning Britain. En él, tras conocerse esta supuesta “guerra contra los turistas", se planteaba una encuesta a sus espectadores: “Boicot a Tenerife como destino turístico: Sí o No”. Tristemente, los conductores del programa no justificaban este boicot con la intención de evitar ser partícipes de un modelo de macroturismo basado en la destrucción. Por el contrario, la encuesta a los británicos venía motivada por argumentos férreos como “si no quieren que bebamos su cerveza barata y comida basura, ya lo haremos en otra parte”. 

Canarias no ha perdido el sentido común. Canarias está asfixiada por un modelo obsoleto, abocado a morir de gloria, que se sustenta a costa de la precariedad laboral y la explotación del paisaje y de su gente. El pueblo canario está sorprendido y, cargado de sentido común, se pregunta: ¿Cómo es posible que, encontrándonos en absolutos récords de visitantes (14.1 millones de personas el pasado 2023), el 36% de la población esté en riesgo de pobreza y exclusión social? ¿Cómo es posible que seamos la única región turística de Europa que tenga una tasa de paro más alta que la de su país? Datos odiosos que chocan con un goteo constante de noticias como la de la inversión de 700.000 euros de fondos europeos para atraer nómadas digitales al territorio. 

Vecinos de islas como Fuerteventura, donde han sufrido cortes en el suministro de agua debido a la cada vez más protagonista crisis hídrica, sufren al descubrir que si se desplazaran a "viviendas vacacionales" o reservaran una plaza de hotel podrían disfrutar de una piscina privada a su disposición. Estos vecinos no han perdido el sentido en común, más bien ven en estas incoherencias una razón para ir a las manifestaciones del 20A. 

La lista es interminable: multas a residentes por no explotar sus viviendas en las declaradas “zonas vacacionales”; destrucción de yacimientos arqueológicos aborígenes para construir un macro-resort; colapso en carreteras dentro de parques naturales… Los canarios pretenden liberar la impotencia que produce ver cómo un imponente flujo económico destruye costas, barrios y costumbres para luego desaparecer y dejar los restos a los habitantes. El turismo vive de Canarias. 

Las razones por las cuales parece que la asistencia a las protestas de este sábado será multitudinaria no son más que el reflejo de la diversidad de motivaciones. Ya sea el hartazgo, la ilusión, el temor o el conjunto de ellas: creo que Cruz Cafuné (reconocido cantante de las islas) dejó clara la premisa frente a 12000 personas el pasado fin de semana: “Porque es nuestra p*ta casa”. 

Yo, personalmente, creo que Canarias más que nunca goza de sentido común. Se propone una reforma con el fin de convertirse en anfitriones y no en sumisos. Se pretende defender las costas, expresiones, costumbres y recuerdos que aún no han sido sepultados bajo el hormigón o resignados a convertirse en Airbnbs. Estas manifestaciones aspiran a marcar el principio de un proyecto por su gente y por su tierra.

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Alberto (Tito) Cobiella García es ingeniero y vecino de La Laguna (Tenerife).

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