A la mierda con la autoestima Luis García Montero

La OCDE acaba de publicar su informe sobre las perspectivas globales de crecimiento con un resultado extraordinariamente positivo para España: somos el único país avanzado que mejora sus expectativas de crecimiento. España es una excepción en un sombrío panorama de empeoramiento generalizado de la economía mundial.
La OCDE estima que el PIB español aumentará el 2,6%, convirtiéndose en el país que más va a crecer entre las economías avanzadas del mundo. Hace unos días fue el Banco de España el que elevó sus previsiones hasta el 2,7% y antes el BBVA lo hizo hasta el 2,8%.
A pesar de la elevada incertidumbre, la coincidencia de todos los analistas públicos y privados permite afirmar va a tener continuidad el intenso ciclo de recuperación iniciado en 2021, crecimiento que, en 2025, va a estar muy próximo al 3%.
Esta perspectiva positiva se sustenta en diferentes factores. El primero es que el PIB creció el 3,4% interanual en el último trimestre de 2024, una dinámica muy expansiva que se convierte en un sólido soporte para el crecimiento en 2025.
El segundo factor es el aumento sostenido del consumo de las familias gracias a la mejora del poder adquisitivo: los salarios llevan dos años creciendo por encima de la inflación y las pensiones crecen, al menos, lo mismo que el IPC.
El consumo de las familias es el principal componente de la demanda interna que, además, se verá reforzada en 2025 por la reducción de los tipos de interés emprendida por el BCE —aunque aun insuficiente y con retraso— que estimula la actividad, el consumo y la inversión.
El sector exterior mantendrá una posición de equilibrio, gracias al dinamismo de las exportaciones, del turismo, pero también de los servicios no turísticos, aunque en este ámbito existen los mayores riesgos a la baja, por la incertidumbre ante las decisiones de Estados Unidos sobre los aranceles y las dudas sobre la intensidad de la reactivación de la economía alemana.
Pero el principal factor que va a impulsar el crecimiento volverá a ser el empleo. En 2025 la creación de empleo se situará en el entorno de las 500.000 personas, de tal forma que a lo largo del año el empleo superará los 22 millones de ocupados, una cifra récord impensable hace apenas unos años.
La reforma estructural del mercado de trabajo realizada en estos años ha cambiado el paradigma laboral en España: el empleo es más estable y tiene mejores salarios, convirtiéndose en un factor de estabilidad que impulsa el crecimiento de la economía.
En 2025 continuará la senda descendente de los precios, especialmente la inflación subyacente, con un IPC que cerrará el año cerca del 2%, dependiendo de la evolución del precio del petróleo y del gas, que aún siguen sometidos a una elevada incertidumbre en los mercados internacionales.
Un menor crecimiento de los precios que se notará de forma especial en los hogares de menor nivel de renta, porque los precios de la alimentación más positivo ya están creciendo por debajo del 2%, una tendencia que se consolidará si se cumplen las expectativas que, a día de hoy, marcan los mercados de futuros en los productos agrícolas.
En este ejercicio seguirán bajando tanto el deficit como la ratio de deuda publica/PIB, situando el deficit por debajo del 3% que establecen las normas europeas. Frente al discurso de una economía dopada con endeudamiento la realidad es que en 2025 la ratio deuda/PIB será más baja de la que había en 2018.
Pero en términos fiscales, lo más que relevante es que esta consolidación de las cuentas públicas se logra gracias al significativo incremento de los ingresos y no con recortes de gasto, como se hizo en la década de la austeridad. En 2024 los ingresos tributarios están creciendo al 8%, alcanzando un récord de recaudación que no se basa en el aumento de los tipos impositivos sino en el ensanchamiento de la base imponible de los impuestos, con más personas trabajando (IRPF), con más consumo (IVA y Especiales) y con mayores ventas y beneficios de las empresas (Sociedades).
El elevado crecimiento de los últimos años aún es insuficiente para compensar los desequilibrios estructurales de la economía española
Obviamente no todo es positivo. El elevado crecimiento de los últimos años aún es insuficiente para compensar los desequilibrios estructurales de la economía española, desde la renta per capita a los inaceptables niveles de desigualdad.
En lo mas coyuntural hay dos cuestiones preocupantes. La primera es la baja inversión, en especial la privada, que lleva varios años estancada. Las empresas están dedicando sus elevados y crecientes beneficios a reducir deuda, a inversiones en mercados financieros y a distribuir dividendos entre sus accionistas y por ello invierten poco en equipamiento, lo que lastra la productividad y la capacidad de crecer en el medio plazo.
En segundo lugar, pero sin duda lo más relevante, el grave problema de la vivienda, que en los dos últimos años está sufriendo un abusivo incremento de sus precios, especialmente de alquiler, por el abuso de poder de mercado de los propietarios y por el desvío de la vivienda hacia otros usos especulativos.
Estás perspectivas positivas se deben reforzar con medidas que impulsen el crecimiento de la demanda interna, como viene haciendo el ministerio de Trabajo, esto es, con mejores salarios y pensiones, potenciando la inversión pública y privada, reduciendo los tipos de interés que pagan empresas y familias y con medidas rápidas y audaces para enfrentarse al problema de la vivienda.
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Manuel Lago es diputado de Sumar.
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