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Israel ha decidido matar a su progenitor

Israel es hijo de las Naciones Unidas. Fue concebido en 1947-48 cuando la Asamblea General acordó dividir el antiguo territorio otomano bajo administración británica en dos partes, una para los judíos, otra para los árabes. Fue más generosa con el vástago judío que con el no reconocido árabe, puesto que concedió al primero el 54% del territorio, con las tierras más fértiles y la mejor franja costera, incluido el único puerto, lo que dejaba a los árabes prácticamente sin acceso al mar. Dadas las circunstancias, no es extraño que el hermano no demasiado apreciado rechazara el plan de partición y apelara a los parientes consanguíneos para hacer la guerra al hermano privilegiado

Hubo varias guerras, pero tras las de 1948 y 1967 el progenitor se percató de que el hijo privilegiado no compartía los principios y valores solemnemente adoptados en la Carta fundacional de la organización que, tras dos guerras mundiales, la mayoría de los Estados habían adoptado con el propósito de que los horrores vividos entre 1914 y 1945 no se repitieran. Pero Israel estaba haciendo caso omiso. Insatisfecho con la partición de 1947, aspiraba con la ayuda de algunos sostenedores occidentales a obtener el cien por cien. Aspiración que no se manifestaba abiertamente, pero que era conocida por cualquier observador atento. Y observadores los había, fuera y dentro de Israel. La carga de la prueba tiene lógicamente más valor si procede de dentro. Y así fue. Historiadores judíos israelíes, competentes y rigurosos y valiéndose de documentos oficiales desclasificados, han demostrado cómo el hijo privilegiado ha perseguido la limpieza étnica de Palestina desde los años treinta del siglo XX. Paso a paso, con detallada planificación y con objetivos perfectamente señalados. Cualquier lector interesado lo puede comprobar en los libros de Ilan Pappé, Avi Shlaim o Benny Morris, entre otros. 

Ante la manifiesta  conculcación de la Carta, la ONU reacciona y adopta resoluciones, numerosas, de la Asamblea General la mayoría, pero también del Consejo de Seguridad, por sus actos en Palestina contrarios al Derecho internacional y al Derecho internacional humanitario. Significativo es que durante 2023 Israel ha sido condenado o advertido por la Asamblea General de su progenitor en 14 ocasiones, mientras que en ese mismo año el resto del mundo ha sido blanco de la Asamblea solo 13 veces. En el período 2015-2023, la Asamblea ha adoptado 155 resoluciones censurando a Israel por el trato a los palestinos y medidas diversas en los territorios ocupados. En ese período ha habido solo 88 resoluciones que afectan a los demás países de la Organización. 

El vástago privilegiado en 1948  no se considera bien tratado por su progenitor en estos años. Se rebela. Se empeña en propagar: conspiración antisemita. Absurdo porque los árabes son también descendientes de Sem, uno de los tres hijos de Noé. No importa. Se trata de convencer a Occidente de que los únicos y auténticos semitas son ellos y que la conspiración es contra ellos. Las resoluciones del progenitor son un infundio. Ellos son los únicos semitas y van contra ellos. Occidente debe ayudar a propalar la verdad y combatir las falsedades. ¿Qué debe Occidente a los árabes? 

Sin embargo, las numerosísimas resoluciones onusianas que afectan a Israel han sido aprobadas por un elevadísimo número de Estados miembros. Desde el parto de los montes de 1947-1948, las relaciones entre progenitor y vástago preferido alcanzaron su peor momento tras la guerra árabe-israelí de 1967. A partir de entonces proliferan las resoluciones de condena o crítica de Israel. La 242, de 22-11-1967, del Consejo de Seguridad, exige a Israel su retirada de los territorios ocupados en esa guerra, incluidos Jerusalén Este, los Altos del Golán en Siria y el Sinaí egipcio. Además de exigir que fije sus fronteras internacionales, pide “el reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la región y su derecho a vivir en paz”. El vástago privilegiado nunca cumplió y es el único Estado de la ONU que continúa sin fijar sus fronteras

En 1981, anexionados de facto los Altos del Golán, la resolución 497 del Consejo (17-12-1981) afirma que “la decisión israelí de imponer sus leyes, su jurisdicción y su administración al territorio sirio de los Altos del Golán es nula y sin valor y no tiene efecto alguno desde el punto de vista del Derecho internacional”. En fin, a lo largo de décadas, resoluciones sobre las manifiestas y continuas violaciones por Israel del Derecho internacional y del Derecho internacional humanitario, pero, dado que Occidente no actúa, es obvio que el vástago indisciplinado ha asumido que está por encima de ambos Derechos y que goza de inmunidad y de impunidad, pero, descaradamente, osa trasladar esa condición a quienes le juzgan y condenan: “Los funcionarios de la ONU que expresan opiniones antisemitas quedan impunes” (embajador israelí, 14-12-2022). Aparte de la actividad sancionadora de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad, el Estado judío ha recibido la del Consejo de Derechos Humanos.

Desde la creación de éste en 2006, más de un tercio de sus resoluciones de condena han tenido como objetivo dicho Estado. A su vez, Michelle Bachelet, ex presidenta de Chile y Alta Comisionada para Derechos Humanos (2018-2022), fue objetivo de las diatribas hebreas. Por supuesto, antisemita y nada menos que “portavoz de la Autoridad Nacional Palestina”. Durante su período, Tel Aviv no concedió o se negó a renovar visados para que funcionarios del Consejo pudieran comprobar la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, lo que llevó a Bachelet a afirmar que “el trato israelí de nuestros funcionarios es parte de una más amplia y preocupante tendencia a bloquear el acceso relacionado con los derechos humanos en el territorio palestino ocupado. Hay que preguntarse sobre qué exactamente tratan de ocultar las autoridades israelíes”. Un organismo onusiano como el Consejo de Derechos Humanos, tan directamente enfocado a ocuparse de los que Israel viola cotidianamente en Palestina, Cisjordania y ahora en Líbano, no podía sino irritar al ocupante. De ahí que en 2018, recién estrenada Bachelet en su cargo y ante la aprobación de cinco resoluciones en el Consejo, Danny Danon, embajador hebreo ante la ONU, amenazara con “consecuencias significativas” al tiempo que abiertamente manifestara que su país “trabaja estrechamente con sus amigos y aliados para poner fin a lo absurdo que representa este Consejo”. Sincera muestra de soberbia y prepotencia, ante la seguridad de la colaboración de “sus amigos”, sin duda occidentales. Similar actitud, la de su sucesor en el cargo, embajador Gilad Erdan, quien en 2023, al exigir la ONU una tregua humanitaria en Gaza y la condena de la violencia israelí contra la población palestina, manifestó que “a la ONU no le queda ni una pizca de legitimidad o relevancia. Ha llegado el momento de darles una lección”. Ya en 2023 el vástago disconforme daba muestra de un atisbo parricida. Para él, sin duda todos los demás estaban equivocados y únicamente ellos tienen la razón. Y quien no comparta su razón, por ley divina que favorece al pueblo elegido, ha de ser castigado

Francesca Albanese, profesora de Derecho internacional, autora de un importante libro (The Palestinian Refugees in International Law) y Relatora especial de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos Ocupados, es blanco preferido de Israel, sobre todo a raíz del Informe oficial titulado Anatomía de un genocidio, publicado en abril de 2024, si bien ya el 4-12-2023 Eylon Levy, portavoz gubernamental la definió como “cómplice de Hamás”. La campaña de calumnias contra Albanese es expresión del patrón israelí de ataques no militares con la intención de acallar toda crítica legítima del comportamiento inhumano con que trata a los palestinos en los territorios ocupados. Recientemente el régimen hebreo ha intensificado sus ataques verbales contra instituciones clave y señalados representantes de las Naciones Unidas con la pretensión (absurda e inútil) de ocultar la verdad sobre sus innumerables violaciones del Derecho internacional y del Derecho internacional humanitario en Gaza y Palestina y ahora también en Líbano. 

Netanyahu no tiene por qué preocuparse del “adoctrinamiento” en las escuelas de la UNRWA. De eso se encargan los bombardeos israelíes

El 18 de septiembre de 2024, la Asamblea General, en una sesión especial de emergencia, aprobó por gran mayoría un texto histórico que exige a Israel  ponga fin a su presencia y políticas ilegales en el territorio palestino ocupado. Aprueba la convocatoria de una conferencia internacional para llevar a cabo las resoluciones de Naciones Unidas sobre la base de la solución de los dos Estados y en función de la opinión consultiva del Tribunal Internacional de Justicia del 19 de julio “sobre las consecuencias legales derivadas de las políticas y prácticas de Israel en el territorio palestino ocupado, incluido Jerusalén oriental, y de la ilegalidad de la continuada presencia israelí en el territorio palestino ocupado”. 

124 Estados miembros de la Organización que el vástago díscolo quiere eliminar votaron a favor. Muchos argumentaron significativamente su voto. Recojo el parecer del embajador de Bélgica, muchos de cuyos ciudadanos escondieron en sus casas a judíos durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. Entre 1942 y 1944 los ocupantes (¿le suena este término al actual Israel?) deportaron a 25.000 hebreos al campo de exterminio de Auschwitz, donde la mayoría fueron asesinados. El representante belga dijo que “la ocupación israelí de décadas destruye los derechos humanos de los palestinos y compromete cualquier posibilidad de un proceso de paz en Oriente Próximo. La adopción de esta resolución no implica reducción alguna de la seguridad de Israel y hay que destacar que grupos terroristas, como Hamás, se alimentan de la opresión y la desesperanza”. 

La intervención del representante de Israel, en línea con el propósito parricida en marcha: “Nos hemos reunido aquí para contemplar el circo palestino de las Naciones Unidas, donde el mal es lo correcto, el crimen justificado y el terror aplaudido. Esta resolución es terrorismo diplomático”. La inquina de Netanyahu contra el órgano judicial de la ONU había quedado de manifiesto un par de meses antes, a punto de volar a Washington para estrechar aún más lazos con su principal sostenedor: “El pueblo judío no es un ocupante en su propia tierra, ni en nuestra capital eterna, Jerusalén, ni en la tierra de nuestros antepasados en Judea y Samaria. Ninguna decisión falsa en La Haya distorsionará esta verdad histórica, del mismo modo que no se puede cuestionar la legalidad de los asentamientos israelíes en todos los territorios de nuestra patria”. En paralelo, el ministerio de Asuntos Exteriores: “El documento del Tribunal Internacional de Justicia es parcial y sesgado, descalificado por su odio al Estado de Israel”. El ridículo lo profundiza el diario Jerusalén Post cuando el 30-7-2024 escribe: “Parece como si  la comunidad internacional, liderada por una organización de élite, las Naciones Unidas, se hubiera dejado engañar una y otra vez y hubiera abusado de sus valores y principios, de una manera que está poniendo en peligro todo el orden internacional basado en normas”. ¿Israel hablando de valores y principios? ¿La ONU, con sus 193 Estados miembros, una organización de élite? 

Me pregunto cuántos ciudadanos israelíes conocen que en 2020 el Congreso Mundial Judío concedió a António Guterres, el odiado, menospreciado y vilipendiado por la actual clase política israelí, secretario general de la ONU, el premio Theodor Herzl (1860-1904), intelectual judío, padre del sionismo político. No parece que el galardón obligara a Elie Cohen, ministro israelí de Asuntos Exteriores hasta 2024, a matizar su diatriba cuando en marzo de 2023 dijo: “La permanencia en el cargo de Guterres es una amenaza a la paz mundial. Su petición de un alto el fuego en Gaza constituye un apoyo a la organización terrorista Hamás y un respaldo al asesinato de ancianos, el secuestro de niños y la violación de mujeres” (!!). Por esas mismas fechas, Gilan Erdan, embajador israelí ante ONU que ya había anteriormente vituperado al secretario general, dijo de él que “ha alcanzado un nuevo nivel de bajeza moral…nueva prueba de la distorsión moral y de su sesgo contra Israel”. Resulta insólito que representantes diplomáticos de Israel osen utilizar la expresión bajeza moral. ¿De qué moralidad pueden ellos hacer gala?

Israel Katz, sucesor de Cohen en el ministerio de Exteriores, decide proseguir con la sarta de repugnantes alegatos. El dos de octubre declara al secretario general persona non grata y prohíbe su acceso a la zona y anuncia que “Israel continuará protegiendo a sus ciudadanos y manteniendo su honor nacional con o sin Guterres. Un secretario general que apoya a los terroristas, violadores y asesinos de Hamás, Hizbolá, hutíes y ahora a Irán, madre del terror global, será recordado como una mancha en la historia de las Naciones Unidas”. ¿El cenagal israelí denominando “mancha” a una persona honorable receptora del premio Theodor Herzl? 

Israel se revuelve contra las Naciones Unidas y su secretario general porque ambos reiteradamente condenan su ocupación ilegal de Palestina, su agresión a los valores y principios de la Organización, la persistente conculcación de todo tipo de leyes internacionales, la muerte y destrucción de civiles, mujeres y niños, el arrasamiento institucionalizado de ciudades, el bombardeo despiadado de hospitales, mezquitas, campos de refugiados y escuelas infantiles. Por cierto, en el programado acoso y derribo de su progenitor, el Gobierno judío otorga suma importancia a la liquidación de la UNRWA, la Agencia onusiana para los refugiados palestinos. Hace tiempo que Philippe Lazarini, su director general, lo ha advertido: “Israel está llevando a cabo un esfuerzo concertado para desmantelar UNRWA”. Algo que el vástago resentido no oculta. Benjamin Netanyahu: “La UNRWA perpetúa el problema de los refugiados palestinos y sus escuelas adoctrinan a los niños palestinos en el genocidio y el terror”, 7-2-2024 (?!). Es comprensible. Se trata de acabar con el problema palestino. Limpieza étnica

El 27 de septiembre de 2024, el primer ministro de Israel, con ocasión de su importante sesión anual, accede a la tribuna de la Asamblea General para pronunciar su discurso. Lo hace solo ante la mitad de los representantes de los Estados miembros puesto que la sala ha quedado medio vacía en señal de protesta por lo que Israel comete en Oriente Próximo. Los que han permanecido pueden oír frases como estas: “Israel es campeón de la paz y prosperidad en Oriente Próximo. Israel busca la paz”. Probablemente, no sabe encontrarla. Esta frase la pronuncia el pacífico líder una hora antes de que sus aviones machaquen Líbano. Persigue además dejar claras sus intenciones en la propia casa del progenitor que le dio vida en 1947-1948: “Mientras  esta ciénaga antisemita no sea drenada, la ONU no será nada más que una farsa despreciable”. 

Si el atento lector ha logrado llegar a estos párrafos finales sin perder la fe en la Humanidad y en el buen dios, sea de la confesión que sea, capaz de intervenir ante las barbaridades que estoy describiendo, le brindo una última información. El Gabinete del primer ministro de Israel está controlado por ministros de extrema derecha, de los cuales Netanyahu no se aleja. Uno de ellos, Bezalel Smotrich, acaba de manifestar en una entrevista (11-10-2024) lo siguiente: “Está escrito en las sagradas escrituras que el futuro de Jerusalén es expandirse hasta Damasco. Este Estado judío ha de extenderse a Jordania, Líbano, Egipto, Siria, Iraq y Arabia Saudí”. Esperemos que Israel no consiga acabar con  su progenitor antes de que quienes tienen poder y sentido común en la Organización (¿los hay?) consigan poner coto a tal propósito. Ya muy inicialmente en la época de la ONU existían dudas sobre sus capacidades. Ello llevó a decir a Dag Hammarskjöld, su segundo secretario general, que “las Naciones Unidas no nacieron para traernos el paraíso, sino para alejarnos del infierno”. Israel nos está acercando al infierno. 

Coda.- He visitado Gaza en varias ocasiones como eurodiputado. Antes lo hice como delegado para Oriente Medio de la Agencia Humanitaria de la Unión Europea (ECHO). En ésta me entrevisté con el doctor Eyad al Sarraj, psiquiatra y pacifista, activista humanitario encarcelado por Israel y por la Autoridad Nacional Palestina por denunciar las violaciones de derechos humanos por una y otra parte. Al Sarraj me dijo: “¿Se imagina usted lo que es vivir, sobrevivir, malvivir en un minúsculo territorio, sometidos a los bombardeos de la potencia ocupante, con niños malheridos que recuperan la respiración entre cadáveres de colegiales amigos? Si en Gaza se pregunta a un niño qué quiere ser de mayor, no contesta que le gustaría ser médico, soldado o ingeniero. Dice que quiere ser mártir”. Netanyahu no tiene por qué preocuparse del “adoctrinamiento” en las escuelas de la UNRWA. De eso se encargan los bombardeos israelíes.

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Emilio Menéndez del Valle es embajador de España.

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