Salud Pública
La alerta de la viruela del mono evidencia la necesidad de reforzar la vigilancia epidemiológica
Desde febrero de 2020 tenemos bien aprendida la lección: las enfermedades transmisibles siempre tienen margen para la sorpresa. Desconocida para el público del Norte Global hasta hace apenas una semana, la viruela del mono (también llamada como viruela del simio o de los monos, o por el nombre en inglés, monkeypox), de la familia de la viruela clásica erradicada en los 80, ha desatado la alerta sanitaria, aunque con la lógica cautela de un momento tan preliminar: el patógeno no se transmite entre humanos con facilidad y los casos detectados hasta el momento son de carácter leve. Poco después de trascender la alarma, se han detectado varias cadenas de transmisión en varias grandes ciudades europeas, sin relación entre sí o con los países africanos en los que esta enfermedad es endémica.
A pesar de contar con síntomas cutáneos muy característicos, como las ampollas en la piel que surgen en la fase aguda de la dolencia, y a pesar de la teórica poca transmisibilidad del virus, la enfermedad ya está en ciudades como Londres, Lisboa, Madrid (con 23 casos sospechosos), Quebec, Boston, Estocolmo o Roma. "Ha entrado hasta la cocina", explica un especialista en Salud Pública que prefiere no revelar su nombre, y que alberga dudas sobre si los sistemas de detección ya no solo españoles, sino occidentales, están realmente preparados tras una pandemia de covid-19 que ha puesto negro sobre blanco la infradotación.
Otros especialistas creen que, si bien este tipo de alertas demuestran la necesidad de una vigilancia epidemiológica fuerte que corte cuanto antes el avance de enfermedades transmisibles nuevas o que empiezan a circular en territorios antes ignotos para el patógeno, lo sucedido no demuestra una especial carencia. Es difícil, en el terreno de la Medicina Preventiva y la Salud Pública, encontrar lo que no buscas. "Ha podido pasar muy desapercibido en las consultas", considera investigadora de ISGlobal y médica del Servicio de Salud Internacional y Medicina Tropical del Hospital Clínic de Barcelona, Natalia Rodríguez-Valero.
Si un facultativo trata a un paciente que tiene fiebre, malestar y una erupción cutánea, lo más común es que considere que se trata de cualquier enfermedad mucho más común en estas latitudes, "como la propia varicela", y que no emita la alerta. "Ahora hay diagnósticos en varios países, pero muchos son de manera retrospectiva": al médico no se le había ocurrido que su paciente sufriera la viruela del mono, pero al ver el episodio en las noticias lo llama de nuevo para hacerle la prueba.
"Es lógico que una enfermedad que no esperas no llame la atención", coincide el especialista en Salud Pública José Martínez Olmos. Y más, con una sintomatología poco específica: antes de la aparición de las ronchas, lo más común es sufrir tanto la subida de temperatura corporal como un dolor muscular que puede ser provocado por casi cualquier cosa. "Oyes ruido de cascos, esperas caballos, no unicornios", resume con ironía en Twitter el profesor de Salud pública en la Universidad de Harvard Bill Hanage, que considera que el número de casos y la desconexión entre ellos indica cierto grado de transmisión comunitaria, que no descontrolada, que hay que tratar con seriedad.
Sin embargo, coinciden, una Atención Primaria bien dotada, que tenga más tiempo para atender a cada caso y hacerse preguntas, y una red de vigilancia epidemiológica que ate cabos y emita las alarmas con la máxima premura posible, pueden ser la diferencia entre un susto y un problema. Mediante la Declaración de Zaragoza firmada el pasado marzo, Sanidad y comunidades se comprometieron a reforzar estas redes, pero aún es pronto para notar cambios reales. El trabajo de la salud pública, en cualquier caso, solo acaba de empezar. Y, por el momento, valora el Gobierno, ha sido todo lo rápido que debía ser.
"De acuerdo a los procedimientos del Sistema de alerta precoz y respuesta rápida, se abrió una alerta a nivel nacional, se comunicó a la Ponencia de Alertas la situación y se ha avisado a todos los actores clave para garantizar una respuesta rápida, oportuna y coordinada", explican fuentes del Ministerio de Sanidad. Los técnicos del Consejo Interterritorial han elaborado una guía de detección para que los facultativos sepan cuándo se encuentran ante la viruela del simio, y al ser una enfermedad de declaración obligatoria, emitan un aviso a los responsables de salud pública de las regiones y el Gobierno.
Además, el Instituto de Salud Carlos III está haciendo test PCR para detectar si los casos sospechosos son, en primer lugar, casos de viruela, y en segundo lugar si se trata específicamente de monkeypox mediante la secuenciación genómica (que sirve también para detectar variantes en el caso del covid-19).
Viruela del mono: cómo se transmite, síntomas y tratamiento
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Pero la Salud Pública no solo tiene que actuar a la defensiva ante el virus: también a la ofensiva, cortando las cadenas de transmisión cuanto antes. Al trabajo ya conocido de rastreo y aislamiento de los contactos estrechos, el Ministerio de Sanidad baraja lo que se conoce como vacunación en anillo: inmunizar con los sueros contra la viruela original no a todo el mundo, sino a estos contactos, para evitar que desarrollen la enfermedad si la están incubando y que sean contagiosos. La protección de esta vacuna frente a esta enfermedad es alrededor del 80%, y el perfil de los casos conocidos hasta el momento, menores de 35 años (los que no han sido vacunados de la viruela, en su mayoría), puede indicar que la efectividad del producto es increíblemente alta décadas después del pinchazo.
"El Ministerio de Sanidad está valorando y analizando distintas opciones terapéuticas en función de su viabilidad y efectividad, tales como antivirales y vacunas", confirma el gabinete de Carolina Darias. Por el momento, es pronto para sacar conclusiones sobre las razones del episodio. Los especialistas están señalando a una baja inmunidad tras décadas de parálisis de la campaña de vacunación ante un virus extinto, posibles derivadas de unos sistemas inmunitarios golpeados por el covid-19 o el azar; puede que todos estos factores jueguen su papel a la vez. Es pronto, también, para descartar una mutación que haga el virus más transmisible.
La aparición de varios casos entre hombres homosexuales es un factor a tener en cuenta para que la Salud Pública investigue lo ocurrido, defiende la doctora Rodríguez-Valero, para detectar eventos que hayan compartido o prácticas en las que el contacto haya sido más estrecho. La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+) ha clamado este jueves por la posible estigmatización resultante de vincular la enfermedad con una orientación sexual. "Las cadenas de transmisión del virus pueden surgir en cualquier contexto que implique un contacto estrecho con otras personas. Pertenecer al colectivo LGTBI+ no es un factor de riesgo específico para esta enfermedad", defiende la organización.